30.4.08

Pintores

Me ha dado hace unos días por los pintores (hace tiempo que no los veo; será por eso). Me gusta la pintura. No me gusta la abstracción posterior a los años cuarenta. Me gusta la figuración y el realismo. Y aquí os muestro dos ejemplos de dos amigos míos que son de lo mejor que hay actualmente por el mundo del realismo: Iris Lázaro y Eduardo Laborda. Disfrutadlos

28.4.08

Faltan 17 días (una barbaridad)

Hoy va una de Narciso el Joven (aquel que no defraudó en absoluto al original y que se autonombró dios mismo mirándose en el espejo líquido de la Abadía de Ilvecchia).
Pongo aquí la fotoclón de mi Ademenos, que se presentará el día 15 de mayo, a las 20 horas, en el foro FNAC. Y debo —no por imperativo, sino por facultativo gusto y homenaje a la verdad— dar las gracias al trabajo siempre excelentísimo de Trinidad Ruiz Marcellán en la edición y su generosa invitación para entrar a su olifántica casa; al fluido texto que hilvana con asombrosa maestría de modisto verbal Miguel Ángel Ortiz Albero en la solapa (éste será mi pin, M. Á.); a la munífica entrega de Xulio Valcárcel por epilogarme como un querido amigo que es (por eso te elegí, Xulio, naturalmente); y a Columna Villarroya, la mejor fotógrafo que conozco: delicada, guapísima y con ojo de neblí, que es un ave artista. A Ángel Gracia —el ibonhondo— por su amistad fidelísima y por hacerme objeto de sus influencias en la FNAC. Y, cómo no, a Ana Muñoz (¿puedo, transitoriamente, decirte mi Anita?, te pregunto ruborizado) que aceptó inyectarle a este Ademenos una dosis de speed en la mesa de presentación.
Todos estáis invitados ese día, a esa hora, en ese lugar. Pero iré dando caña para que no os olvidéis; necesito el edredón estampado de los amigos y el ventilador de hélice de los damoclianos.

27.4.08

Parque de atracciones suena en La Campana

Allá va el libro hermoso, apacible al tacto, relajante en los ojos; un acierto en casi todos los sentidos formales y estéticos. Lo he abierto, y leído por encima y, esta mañana y esta noche, lo he escuchado. Jamás puede esperarse que en una antología todo sea bueno; hay muchas en las que todo es —o parece— malo y, las más, muestran una, diría yo, conveniente irregularidad, porque así resulta ser más fiel al contexto. Esta noche en La Campana (ya metáfora toponímica urbana para lo que nos ocupa), he escuchado a Laura Tajada, a Rut Sanz, a Ana Gijón (en diferido) a Clara Santafé y a Ana Muñoz. Antes, Alex Mr. Hyde evocó cosas, vertió en la crátera atmosférica del vicio aristacleo su voz hasta que fue absorbida por nuestra censurable descortesía; menos mal que Octavio Augusto es un tipo serio y puso orden en el incidente. Y Mr. Hyde volvió por sus fueros (me gustó más en El Páramo). Y, de repente, como saliendo de chiqueros, apareció Laura, desarrobada, excesivamente natural, tanto que me parecía un gesto estudiado y a medida, pero se le fue el metro y quedaron sus palabras en tanganillas. Hubo de sujetarlas por los pelos un titán medieval (?). No se sabe si tiene alma Turiaso, pero, al paso, se la arrebató Laura Tajada de un plumazo; que no se sabe si su precepto es asonante o consonante, aunque de falta conoce los ripios carolingios y la anáfora cacofónica en son cubano. Me alargo para llevar a su querencia el arrebato de una juventud indisciplinada, que está muy bien que así sea; pero, entre tanto, entre tanta indisciplina imperativa, hágase otra cosa: indisciplinación (neologismo bruto), y perdón por las arritmias, porque Laura deberá, algún día, decir algo sin tanta fatiga nerviosa. Rut Sanz, que vive en Valladolid, fue más natural naturalmente. Dijo lo que sabe, que es lo que ve a su alrededor, y lo cita; así, lo cita tomándose un pacharán con mucho hielo, y ya está, ya está. Está, digo, hecha para más digna causa (se le adivina en el corazón). Llegó la voz de Ana Gijón desde un Perú marañoniano en una grabación suelta con cantos de sirena, bailes, música, lunas..., enhebrando el tiempo como obsesiva girándula en el escenario de una verbena triste, con ajadas guirnaldas y las grímpolas completamente desbaratadas por el viento. Ese tiempo es el que hará resucitar a Ana Gijón.
Entreacto: una escalera, un sol, una luna, una montaña, un mar, dos muchachas pidiendo, entre sorbo y sorbo de una sopa de algas, libertad para el Tibet y mandando a cascala a los japoneses. Luego departieron otras dos muchachas en la misma escalera —de vecinos esta vez— sobre la aniquilación de la Tierra. Ensayo absurdo o patafísico fallido. Tengamos en cuenta, para hacernos una idea, que el modelo patafísico —Ubu roi— fue escrito por Alfred Jarry en 1888, cuando apenas contaba 15 años, siendo alumno del Lycée de Rennes (¡menuda adolescencia la de Jarry!). Contrástese con lo visto en la escalera. Pero, bueno, hay que empezar; eso, lo primero. Recomencemos con Ionesco.
Ana Muñoz acaba de salir de una adolescencia —como todas— impura. Y, sin embargo, la ha purificado; sus textos son catárticos y, como toda causa de catarsis, ha de estar basada en el conocimiento de una entidad vital que sorprende por su precocidad para aprehenderla en esta poeta como la copa de un pino que conoce el lenguaje, lo moldea y lo trata como le da la gana (aunque otras veces haya que tratarlo de manera distinta o como le dé la gana al lenguaje). Conocía ya su excelso carpe noctem, y lo leyó para diluirnos en las copas y romperlas después contra las narices de la virilidad. Y describió un vuelo de pájaros. Pájaros, sí; nada de jilgueros, ni petirrojos, ni ruiseñores que quedan tan bien y cantan tan mal en los poemas (salvo en los de W. Blake y Saint-John Perse). Pájaros y preguntas sobre el amor desacordado y las ataduras del ser y del existir, que es preguntarse por el tiempo y adquirir ya la plena conciencia de la muerte.
Y la traca la puso una desinhibida Clara Santafé que, con más claridad que su nombre, entre consoladores y polvillos a la mar, con ironía pautada, con indiferencia rítmica, dio fe de su santo paganismo dionisíaco y chulesco. Ven, Clara, ven. Y vino (picado).
Salida de Carlos Malicia al escenario. Parodia de la mujer y el cante de las cuarenta en bastos.
Me fui a las 00,30. Había venido Vanesa de Barcelona, y estaba cansada.

26.4.08

John Lennon en pop

Uno de los mejores pintores pop españoles es de Zaragoza; todos lo conocéis: se llama César Sánchez Vázquez. Fuimos juntos al colegio y luego nos perdimos uno al otro. El azar propició nuestro reencuentro en 1985, durante el rodaje de la película de Eduardo Laborda Vino en carne mortal a Zaragoza. Yo interpretaba el papel de un escritor vampirizado, pero vampirizado de verdad, con los colmillos. Este retrato de Lennon es de César.

25.4.08

Para los escépticos

Como se me ocurrió desvelar cierta noche uno de los secretos peor guardados de mis actividades lúdicas, para aquellos que no se quedaron muy convencidos vaya aquí la prueba de que Forega formaba parte del equipo campeón de España de pesca de salmónidos-lance 2007, competición celebrada en Arriondas e Infiesto (Asturias) durante el mes de junio.
¡Ah! Y este año, que el Campeonato se celebra en La Rioja, mi equipo va a arrasar: vamos a por todo: equipos, individual, número de capturas y trucha gorda. Os tendré informados. Así que, del 26 al 29 de junio, no estoy para nada ni para nadie. ¡Bui, bui!

Flyer

Acabo de ver el kitschísimo flyer (ci-joint) de Ana Muñoz para los chutes de Santi Rex Rei y Octavio Augusto de esta noche en el Mar de Dios. No podía faltar esa pilarista corona en la Montiel ni el ornamento angelical tan a propósito. Seguro que nos daremos un baño de latines, de paces áureas y de liturgias con las pastorcicas cantando y Góngora (¡el onanista!) mirando por el ojo de la cerradura del baño.
Buenas manos (además de excelentes ojos) los de Ana. ¡Feliz edades!

"Mai". Música: Gabriel Sopeña; letra: Anchel Conte. Intérprete: Manolo García

Sopeña me lo acaba de enviar por mail.

24.4.08

A la vida, a la muerte y a la bienamada: Vicente Pascual Rodrigo 24.04.2008

Emocionante. Pero ¿qué hemos hecho de la emoción? Vicente Pascual ha dado hoy un ejemplo de superación de sí mismo, de entereza, de fortaleza que sólo puede tener como causa una profunda emoción, algo que suele brillar cada vez más por su ausencia o emanciparse de su verdadero sentido para convertirse en un puro y superficial plañir. Vicente ha mostrado su contundente emoción sin aspavientos y ha sabido darle un toque de ironía a la gravedad, con lo que nos ha satisfecho a todos y nos ha transmitido valor, arrojo; todo ello fundado en la emoción. Una vez más: la emoción; discreta, de gran entidad intelectual.
Riqueza en todo ha mostrado el acto de presentación de sus cancioncillas y cancionejas. La lectura de los poemas en las voces de sus amigos pintores y poetas y las palabras sentidas y ciertísimas de Ángel Guinda incorporadas al trabajo excelentísimo de la edición preparada por Trinidad Ruiz Marcellán, que, además de lo que hace falta, pone también toda su emoción en lo que hace.
Gracias, Vicente, y gracias, Trinidad. Y un abrazo fuerte

23.4.08

Poesía en la Campana de los Perdidos: 23.04.08. 00,01 AM

El Pontifex Maximus me dice: "Hágase la crónica"; y la hago (cualquiera discute al Pontifex). No como "Foreguita", sino como Forégano, porque no todo el monte lo es. Y como no todo el monte lo es, he de decir que hubo de todo (hasta un virgo que se fue a hacer hostias con dios en la campiña), y eso es lo bueno de estas fiestas de órdago en las que acudimos embebidos de textos y luego se nos rajan los papeles. Un ameno Cocodrile polimorfo (lo tocaban todo), animó la reunión con su música suave y delicada que introducían con lectura de textos alusivos a experiencias personales, como en una especie de exégesis argumental de cada uno de los temas. Música hábil y, sobre todo, elegante para despachar a los oídos en sus intervalos. Entre esa música dulce se colaban (o al revés) los versos más amorosos y sensuales del Pontifex Sarría y sus zarpazos, o los boleristas y tanguistas de Lasala, a los que aderezó con una visita al despacho del director para darle una sorpresa mayúscula (esa que quisiéramos todos que nos dieran). Subió también Vilas a la palestra para darnos ejemplo de crítica social y humana, tan indirecta que era directísima; tan tangente que fue secante y su baño en la Barceloneta no necesitó de toalla alguna. También se bañó la Vidaurreta en un sutil erotismo entre sales y placeres de arenas, en un urgente desliz recordatorio que anhelaba la piel del otro antes que su músculo, y la sal de Ortiz Albero caía hecha lágrimas sólidas en las pupilas de todos y nos restregábamos los ojos ante lo indecible. Porque hubo esta vez muchos mares y cielos reverberantes de luz, como en el Corinto de Luisa Miñana, y hasta un volcán siciliano que lava (ba) las palabra de Marta Navarro. ¿Y el Montero? ¡Coño, Pepe!: debes escribir más, regalarnos con tu ironía casi porno y hacer así del polvo una transmigración de la carne, que no del alma: levítanos otra vez, Pepe; descífranos lo cachondo y la suave penetración hasta el fondo de los significantes que significan con la inteligencia que lo hiciste anoche. Para conocer buena parte de la hondura ontológica de la mujer, hay que leer y escuchar a Ana Muñoz, quien volvió a sobrecogernos con sus putas brujas y sus prostitutas domésticas, y a echar sobre sus camas toda la basura que nadie recoge y por la que pasamos indiferentes como por sobre las cagadas de perro en las aceras. (¡Qué será del hombre sin aceras y sin pufs!) Cómo ha girado el Escuin hacia lo sublime sin abandonar la sátira sutil. Isabel, con su augusta lectura, nos erizó el vello pasando la lengua por la piel de los amantes. Y el Taja, rico opositor a filólogo, nos endilgó una breve tesis sobre gasolineras para meternos un chute de 98 OC que alivió nuestra sed de velocidad, pero que nos puso el motor suave, suave; y sonaba bien, muy bien con el inyector de sus palabas. Otra sentimentalidad es posible, claro que lo es, y esa nos la trajo Emilio Pedro Gómez, colofonista esta vez de la fiesta para decirnos quién es y qué hace. Quién es, lo sabemos muchos hace mucho; qué hace, sabemos que lo hace con excelencia. Y permitidme esta vez que mi fantasma se revele. Leí versos sobre labios, versos que quieren besar y no encuentran a quién: me he apuntado desde hace unos meses al decadentismo.
Bene vobis!

21.4.08

Carta al Otro


Pude haberte visto nacer y no lo hice.
Yo no sabía entonces qué era nacer, ni mucho menos qué era morir; hoy, sin embargo, tengo conciencia de tu vida traspasada por la luz; tengo conciencia de tu vida iluminada y he escuchado tu voz tanto tiempo ausente mientras me aproximaba a la muerte sin oírla. Voz de la memoria; voz como un carmen que quisiera recuperar el vacío del recuerdo, acaso un tanto envarado por la ausencia, pero grato, como gratos los ojos que imaginé (mientras caminaban las palabras) mirar al suelo, a las paredes, a los ángulos donde encontrar una sombra que afirmara, más si cabe, la luz, la luz.
La escritura es tan sólo la expectación de una lectura y no deja de ser una ingenuidad añadida a mi larga lista de esperas.
Le queda al ser humano el consuelo de saber que las palabras no se extinguen como la vida, que las palabras sobreviven a la muerte como testimonio irrefutable de sus actos. El libro del corazón, su gramática, nunca traducirá los silencios, los desdenes, no tendrá páginas en blanco donde escribir que el olvido o la incuria dictan esmerados ejercicios de indiferencia de los que todos deberíamos tomar buen ejemplo a la manera de un veneno letal que asfixia todo digno sentimiento entregado sin avaricia ni cortejos: tú escribirías ese libro.
Al ser humano le envanece saber que existen otros seres que guardan todavía palabras para ahondar en las heridas como cuervos hambrientos que, entre picotazo y picotazo, dejan libre una sonrisa de irónica vanidad sabiendo que esos bocados son sólo suyos. Le envanece que tales seres se alimenten de él como de un cadáver, pues tanta vida advierten a su alrededor que han de preservar los aromas del bálsamo, las gasas, el azol, el agua tibia para los vivos que por ellos se desviven. Le envanece porque siente que aún ejerce sobre los ánimos el influjo de saberse vivo, que disponen de él como del blanco perfecto donde dirigir sus cuchillas más afiladas sin queja que llame su atención, un blanco agónico cuyos ayes se confunden con sus palabras, con las dichas y desdichas sin que sus oídos, absortos en el mundo de su sordo egoísmo, hagan hueco resonante: tú tenderías sobre mí esa loriga porque de nada te envaneces.
Durante un tiempo, yo sufría así las agresiones. Era así agredido y mi única respuesta posible era la estupefacción porque no las comprendía. Cuando te vi dado por fin a la luz, yo era un blanco agónico, en coma. Pero encontré en tus ojos el vislumbre de otro mundo truncado por el chantaje de otros seres inconmovibles. Poco antes, en medio de la borrasca, me mostraste tu placer de arena, una isla discretamente construida para salvarme transitoriamente del naufragio, y allí acudí deprisa a recoger tu último presente, que no olvido: tú mismo, el Otro, unívoco y distinto. Sin embargo, nunca bebí el agua fresca de tus iris. Sigues siendo una promesa, un símbolo que daría pábulo a la narración de una prolongada incomparecencia. Pero no sólo; eres también el sello que cierra el cofre de los deseos insatisfechos: una realización futura, un futuro guardado por el polvo del tiempo que nos perfila.

IV Encuentro Peralejense de Pintura y Poesía

Relación definitiva de personas que me han confirmado su asistencia al Encuentro. No se incluyen aquellas otras que han hecho su reserva sin comunicármelo.

Raquel Arroyo
Javier Barreiro
Fernando Burbano (y señora)
Adolfo Burriel
Mariano Castro
Ricardo Díez Pellejero
Ricardo Fernández (y señora)
Miguel García Navarrete
Emilio Pedro Gómez (y señora)
Ángel Guinda
Cristina Járboles
Âlime Hüma
Luigi Maráez
Manuel Martínez Forega
Benito Muñoz Montes
Miguel Ángel Ortiz Albero
Pilar Peris (y señor)
Agustín Porras (y señora)
Trinidad Ruiz Marcellán
Carmen Ruiz Prádanos
César Sánchez Vázquez
Natividad Saura
Rosendo Tello

Gracias a todos. Lo pasaremos, como siempre, bien, muy bien.

La movida zaragozana de la poesía aragonesa

Sé que voy a reiterar lo que todos ya saben. No me importa. Tantas veces es necesario repetir estas cosas para —mejor que recordarlas— no olvidarlas, que no me importa. No me importa constatar otra vez la profusa movida literaria zaragozana; no me importa. No me importa que luego se echen a perder las profecías (yo no soy adivino), pero tengo el presente convencimiento de que, no tardando mucho (en esto hay que seguir a Ortega y Gasset), no será el Ebro lo único que se desbordará por esta toponimia aherrojada. Es necesario agarrarse al cohete. No me importa que estalle, que se desintegre: lo hará cerca de las estrellas para abrillantarlas. No me importa que el artificio sea fugaz si así ha de ser y se hacen pedazos todos los cálculos. No me importa. No me importa ser un testigo más jurando que lo que estoy viendo es cierto, que no existe ninguna duda en los detalles, que el nuestro es un testimonio de cargo, prácticamente imposible de refutar por muchos agoreros y francotiradores que haya ocultos tras los muros sitiándonos. La poesía hoy, en esta ciudad, es lo más parecido a una cerveza bien tirada, y buena y fresca (como es costumbre tomarla en este país) tras pasar por el serpentín, y mejor acaso a temperatura ambiente (como ha de ser para que su amargor llegue hasta los talones). No me importa tomarla fría, con esa presunción de efervescencia que atenúa su espuma, pero espuma adivinada.
Hay culpables, claro que los hay; estigmatizados por sus actos, pero a los que algún día pediré permiso para tonsurarlos con la olímpica carimba. No me importa que más tarde otros digan y digan: la palabra desdicha es la que más feliz me hace en asuntos de afirmaciones y palinodias. No me importa, pues, decir que, entre eclipsados, iluminados e imperdibles, entre los 22 y los 300, entre la igualdad y la paridad de hombres y mujeres en elencos, antologías y monografías, se traza un hilván cuya aguja nadie sabe quién enhebró ni con qué hilo. No me importa, ni me importa saberlo. Hay más, claro que hay más culpables: cálamos y antígonas al quite y FNACs derivadas por responsables éticos y estéticos con mucha gracia de la seria. Hay bloggers y vloggers, notte y noches, malas cabezas y malherbes, pinchadiscos y reyes dichos en latín; vinilos. No me importa similar que en los burladeros hay páramos on the rock’s, mares divinos, campanas que sueñan, AAEs enchufadas, páginas para escribir con carbón junto a ell. Hay algunos innombrables que, con discreción, no olvidan la luminosidad de los más mayores amparados en jardines de piedra; y xórdicas conversando en lenguas tan cercanas y tan alejadas, sin embargo, escritas, de veras, por romanos y navarros con be. No me importa decirlo. En el albero nutridísimo de palabras, nadie escurre el bulto (ni el paquete... de versos atados con el lazo): las paces octavianas del orbe cesaraugustano; el viento que taja los principios; reyes con pelusa que se funden; por mor de las circunstancias, mariposas sobrevolando la cabeza de Lolita; pilares dibujando los peris-tilos de las flores de Chiricco; árboles bailando jotas; muchachas que fletan versos en aviones para lanzarlos sobre Nueva York en octavillas, o toman la virginidad de la manzana para preservarla de las dentaduras postizas. No me importa añadir que hay por ahí diez corazones de Ricardo, condes en la luna, ciudades fortificadas que se defienden con muros de palabras en Villamayor; castros que encierran ciudades enteras y trinos de pájaros; abadías en sicilia; marcas de camiones antiguos que arrastran en sus libros lo nuevo insólito; davides mayores que Goliath y ángeles que sobrevuelan las sombras de Roma y Mesopotamia; sarrios que han mutado su sexo acentuándolo más; caínes buenos y arcángeles que han ceñido con la letra G el fanum de los templos o han encerrado en el odre de Eolo el viento serrano. No me importa. No me importa confesar que hay libertadores que pueblan de ruiseñores los paseos. Y todos toreando al gran marrajo enjuto de esta tierra más magra que tira unos tornillazos de preocupar, pero tampoco a las amantes de Gilgamesh les importa. En la grada, al sol que los asombra, se mecen los silbos que os llevan a todos los rincones de España, valles venidos de la Hoya, y los émulos cuyo apellido solapa las novelas de Espronceda; y la niebla vital del Somontano. Pero, ¿qué guinda falta, si no es la que aína se me escapa aterido por la rosada del campo de Las Torcas? No me importa soslayar lo que falta, ni me importa olvidar lo que olvido, porque tanto epíteto me ha dejado exhausto. Lo soslayado, guarda un disparo por la espalda; lo olvidado, en el carcaj un venablo, aunque dispuesto en el arco tensado por Hipólita (eso me salva). Pero sí me importa —y mucho— pedir perdón por rendir mi corazón trompicado al gesto sublime de un solo brindis: ¡por la amistad!, ¡por el vaso de agua que será vertido en los labios del enemigo!, ¡por fin!

20.4.08

3ª entrega de "Poesía para perdidos" (Ortiz Albero)























































Y Parténope (creedlo) no fundó Nápoles, sino que trazó un arco dorado sobre el firmamento nimbado y brillante de la caverna de Nereo y ocupó el solio de Ortiz Albero. Gentil como ella sola, qué escorzo de Ingrid no fue eurítmico, qué otro no se enlazó al deleble argón dando al aire su forma, sus formas en recíproco dictado de un logos cuya fortaleza intelectual desbordó los perfiles previamente señalados por una imaginación torpe como la de no importa qué espectador de esa noche. Ese peso lo llevaremos como la férrea bola del reo a cualquier paso que demos para no olvidar nuestro prendimiento. El ritmo, el enlace secuencial de la palabra dio por fin con una pauta donde cupo todo con la medida síntesis de un axioma gracianesco. Y si la imagen móvil daba paso a una pausa, en seguida otra voz solapaba con su huella la hendidura del silencio. La excelsitud de Ana Muñoz en la fuga (¡pero qué buena es esta mujer, c...!); el baño de Carmen Ruiz (¿qué envoltura del deseo más afín a la felpa que el rizo de los iris cuando anhelan?); el nombre de los pronombres de Kiki (faltó, aunque todos lo escuchamos, el tangó de los esclavos negros argentinos rasgando las volutas del humo levítico en los labios de la Magriñá). Ingrid Magriñá: sibila en el muro; nitrógena y oxígena sílfide. Ô! —permitidme la exclamación— qu'il est voleur Michel Ange! Porque nos birló las angustias, nos dejó enredados en los bucles de la servidumbre intelectual y nos arrojó a la espiral angosta de nuestras incertidumbres embebido por el frenesí de los "chupa-tasas", los "chorrafinanzas", el "panchazorra", el "patacristo" y "murmufisgar" de la jarryana patafísica. Donc, ce cri de guerre des pataphysiciens doit devenir celui de tous ceux qui luttent contre la marchadisation du monde. Voilà Ogtis Albegó.
Cuando sea más mayor, quiero ser Ortiz Albero y tener a mi lado a Ingrid Magriñá.

16.4.08

Cine en el Zentrum de Ibercaja

Amigos míos:
El día 22 abril, a las 19,30 h., hablaré de cine (de algún estreno de este finde y de alguna peli que me seduzca) desde el punto de vista más profano; quiero decir, desde la perspectiva del simple espectador no cinéfilo (a mí, del cine, sólo me gustan los efectos especiales, las de romanos y las que terminan bien: muere el malo y se salvan la chica y el peor).
Si os apetece, allí, en el Zentrum, C/ Costa esquina a Plaza Los Sitios.

Zaragoza la Bella (y la bestia)


M. Martínez Forega


¿Habéis contemplado un atardecer sobre el Ebro en Zaragoza? A nadie de mis amigos, ni en los corrillos de coincidentes, ni en los comentarios escuchados al desgaire de mis intromisiones en ajenas conversaciones; nunca —puedo asegurarlo— he escuchado destacar esta característica zaragozana: la hermosura de sus atardeceres. Cierto que hemos vivido de espaldas al río, que el cierzo nos ha agitado cruzando alguna vez los puentes hasta abatir nuestra mirada; que no ha sido ésta, precisamente, una costumbre ciudadana, y que cruzar el Ebro es un rito nuevo, un trayecto obligado y no un paseo atractivo; que tampoco las riberas son transitables, y, las que lo son, están solitarias y dan miedo... Esa mirada fría que hemos echado siempre sobre el agua contrasta, sin embargo, con la inyección de sangre cuando vienen desde fuera con cisternas a llevársela: ignorancia y presencia atávicas de un bien que se ignora, pero se desea.
Pero es el Ebro culmen de un anhelo mítico, de un solar ibérico, de la necesidad de dar una razón a quienes desde los primeros tiempos no ignoraron que transitar por sus orillas, beber sus aguas, revivir en ellas, era fecundo privilegio y presencia viva del mito ya transmutado en el logos Ebro. Es decir, que la mala costumbre de no mirar al río es moderna, relativamente moderna.
Me imagino yo aquella huerta de la Almozara iluminada por la luna llena espejeada naturalmente por las aguas calmas de la "Revuelta", exuberantes de luz los muros de Madinat Al Baida (la "ciudad blanca", que así fue reconocida la Saracosta musulmana); resplandeciente a lo lejos como luna virtual, según cuentan las crónicas caminantes de los siglos X y XI, izada, así, sobre el horizonte oscuro como albo pensil en plenilunio. Y, dentro, el jaquel de los juegos estratégicos, en peligro un rey que, con amplia y despreocupada sonrisa, ideaba absorto la posición de los números en esquemas algebráicos...
Imagino yo a los veteranos soldados de Augusto elegir las orillas del Ebro para poner en práctica los preceptos de las églogas y geórgicas virgilianas, deslices literarios que (hoy es impensable) atrapaban las conciencias del pragmatismo de Roma y sobre sus sociedades ejercían determinante influjo económico: el puerto agitado por el comercio del aceite de Celsa, el vino de las faldas de la Ibérica, las hortalizas irrigadas por los galachos de Fuentes y El Burgo, y el ganado: la oveja rasa del Aranda y el caballo teplón de Azaila (montado sobre un equino azaileño, Lépido asistió a la derrota naval de Marco Antonio en el golfo de Ambracia), y la madera de Leciñena, de los Monegros (es decir, los "montes negros", henchidos de árboles y vegetación, como denuncia su etimología): el frenesí de la paz augustea junto al Ebro: el orbe romano.
Y a los tímidos iberos del Huerva y del Gállego, con sus extrañísimas fonologías y su probada resistencia a las intemperies climatológicas, convertirse en saldubeños junto al río que da entero nombre a tanto territorio hoy falseado por las modernas "marcas" carolingias, por centralismos de ecléctico aluvión o por araneros cráneos trapezoidales de origen desconocido (u omitido, que es más grave).
Imagino yo la visita primera a esta "tierra de conejos" (que es lo que significa Ispahan, nombre original que los fenicios dieron a nuestra España) de los pueblos de Tiro, que no se quedaron tan adentro, que nos regalaron el alfabeto con el que hablamos y escribimos, sin embargo. Y me gustaría creer que el almirante Himilcon de Carthago remontó el Ebro con ánimo fundacional para dejarnos los aromas de Dido en sus orillas, y que su efigie (cálida ceniza de la forma ardida en la pira de Byrsa) en verdad fertilizó esta tierra bajo la luna que luego abrazaría a Madinat Al Baida antes de viajar hacia el sur, mucho más al sur, para adentrarse en el cauce del río Níger.
No imagino yo a aquellos pueblos adosados al río, sino con sus ojos en el cauce, ahondando en la vida de sus corrientes, en las márgenes agitadas de trasiegos mercantiles, atraídos a sus orillas por la fuerza centrípeta de los remolinos... Y encarar el oeste cada tarde para ver los dorados arcos del sol sobre poniente, y arrostrar el viento si preciso fuera (el viento que —entonces lo ignoraban— llega desde el cabo Dunmore en la Green Erin) por mirarse en el marco tangente del astro sobre el móvil horizonte de cristal.
Porque esas Zaragozas ideales o reales ya no están, y existieron de verdad y de mentira, y conocieron sucesivos tiempos de laboriosidad animada por la vida del agua. Tampoco el huerto abierto y larguísimo, feraz, exquisito, ha sobrevivido a la reja de los arados promotores de escombros: hoy la borraja yace bajo el asfalto de una avenida abarrotada de radares.
Aquellos seminarios de hombres que instauraron con su presencia y transmitieron caracteres únicos por su diversidad y capacidad de convivencia, que hicieron de esta tierra y de Zaragoza las más libres de la Península Ibérica, refugio de exiliados castellanos, adalid jurídico de sus intrautonomías (argumento fundamental que ha olvidado la más desagradecida historia reciente), miraron con ojos horizontales, a lo lejos, dejándose llevar por la certeza de encontrar otros universos y partieron: se fueron a Italia, a la Magna Grecia, a Flandes, a Borgoña o a Bohemia, incluso a Cuba. Y nadie quedó para asomarse al río... Sí, he abierto un largo paréntesis, he dado un salto sobre un vacío lleno que aquí no cabe: desde aquel Rodrigo Díaz aliado de Motámid en Graus contra Ramiro; desde aquel Pedro que llenó de fieras africanas el jardín de la Almozara; desde aquel troubadour encerrado en la torre de la Aljafería; desde los ábsides y atalayas mudéjares; desde las coronaciones reales en templos flamígeros; desde los perniles que Jaime I degustaba en Tarazona leyendo en latín los primeros versos goliárdicos; desde Galindo Galíndez a Yolanda de Anjou (princesa melómana en Angers) desde Felipe Boyl, que partió de Castiliscar para ganar 600 libras en la palestra inglesa de Smithfield y el título de caballero para su hijo, a Alfonso V... Hombres y mujeres de esta tierra que todavía buscaban con sus ojos el valor y la belleza y dieron por fin en diseñar la «Florencia española» o «La Ciudad de las Mil Torres» hasta que llegaron las piquetas napoleónicas con forma de cañones para amontonar escombros sobre escombros.
También entonces huyó de aquí la Ilustración para dar paso y asiento a aquella burguesía rural inestética e insensible, de inequívoco gusto hortera, que en cada vestigio arqueológico veía un pedrusco y lo apisonaba. Se sustituyó la mirada horizontal por una vertical que nada de espiritual tenía, salvo en el perverso trasunto de su ambición.
Y semejante eutrapelia verbal tiene, sin embargo, síntesis alegórica y forma estética. La contempla ahora un pseudoaugusto sobre flotante peana, metamórfico, a punto de prorrumpir en juramentos por tantas pérdidas. Y de aquella larva bella diferida por esas civilizaciones, que se envolvió en capullo de niebla para desaparecer a los ojos de los depredadores, ha surgido de su quiescencia invisible este imago monstruoso que en seguida se expondrá a otras miradas sin memoria. Como fantasmas nunca idos, sombras de aquellas ánimas primigenias surgiendo de las boiras como paños de los telares de Isis, vuelven las otras Zaragozas a decirnos lo que fueron: en el catafalco de su azotea, como Dido rediviva, mártir igualmente en la leyenda y en el poema, vestida con las cenizas de su pira, emergente en la bronceada belleza de su cuerpo, de espalda a la catástrofe, la Zaragoza Fénice de Agustín Querol. Y, sobre el vano, en equilibrio estable, echando una ojeada de pavor y escepticismo, el modesto pero enérgico valor regresado del bucólico habitante (Virgilio otra vez): el Títiro de Pablo Gargallo (labor omnia vincit / improbus); el relator de los lugares amenos de Lucrecio (natura maxime miranda in minimis).
¿Pero qué es lo que evidencia ese gesto, esa supervisión? Pues lo que sucede a veces —sólo a veces—: la naturaleza, pese a su metamorfosis urbana, no ha perdido ni un ápice de su inteligencia y se sirve de un mediador: lo elige, de entre muchos, con rigurosos criterios de selección para rendirle pleitesía mediante el tamiz del ser (no del estar, no del parecer); o sea, a través de aquello que constituye la esencialidad de la mirada que se echa sobre lo que se mira y cuyo relato reúne los elementos que determinan y configuran su hermosura: la emoción distintiva, la resolución diversa de una misma realidad para trascenderla; un no sé qué, en fin, que la une muy íntimamente a la poesía: la lírica dicha en su abstención etimológica a través del poeta.
La lírica se eleva por encima de toda sospecha azarosa, aunque se revela munífica la conciencia artística prevista en cada mirada y cada intuición —rasgo distintivo de la conciencia artística— transmutando armónicamente al lírico en artista o viceversa para ofrecernos la magia del escorzo, el gesto inverosímil que da pábulo a la armonía, a la euritmia de las formas: un pasado renacido contra un presente agónico, y nada tiene de extraño que semejante oposición establezca un equilibrio, al fin y al cabo, ya Hegel y el materialismo histórico formularon la necesaria y permanente convivencia de los contrarios que, aquí reunidos, afirman que la realidad no desdice la paradoja, sino que (y es éste su mérito mayúsculo) la constituye, porque esa paradoja es una fórmula artística sobrepuesta a nuestro efimeridad y proyectada en su dimensión temporal única y dada, tal y como magníficamente la describió Octavio Paz. La poesía ha de escarbar en el almacén de la memoria intelectual con el garfio del recuerdo estético.

15.4.08

Anónimo dijo... (Una de rebote)

Pego aquí el comentario anónimo del 25 de marzo inscrito en el post Poesis vivax! y mi respuesta

Anónimo dijo…

Siempre hablas de los mismos Foreguita. Siempre ocultas a los mismos Foreguita. Espero que algún día dejéis de comportaros como inquisidores y carniceros. Siempre elimináis a los mismos de los artículos, comentarios y antologías. ¿No empezáis a sentiros ridiculos ocultando a ciertos autores que están a la vista de todos, que publican en varios idiomas, que tienen relaciones con otros grupos poéticos y artistas de medio mundo? Si hasta ahora no te has sentido ridículo por eso va siendo hora de que lo hagas.

Respuesta:

He leído tarde (hoy) esa reconvención un tanto desfondada de un anónimo o anónima que me llama muy cariñosamente "Foreguita" y que me incluye entre un grupo de matarifes (?) y torquemadistas (?) por no referirme a determinados poetas reconocidos en medio mundo y de los que al parecer ni me he enterado (ni nos hemos enterado) de que existen. Los moderados insultos los voy a dejar de lado porque el actor no se muestra. Oculto tras el personae y calzado con coturnos de barro, toma el escenario a tropezones y ha puesto mucho cuidado en sujetarse bien la máscara (el personae, claro; o, como diría la etimología: el ‘nadie’) para que no se le caiga a cada trompicón.
Y digo: para decir lo que dices, querido o querida anónimo o anónima, hay que retratarse. Aunque sé que no tendrás el valor suficiente para hacerlo (como todos los francotiradores con arma de mira telescópica, embadurnados de tarquín y con la moto en la puerta trasera), te invito, no obstante, a que lo hagas: ¿quién eres? Y, en todo caso, ¿por qué no citas a todos esos excelsos poetas? Puede que esté (estemos) de acuerdo o no; puede que los haya (hayamos) leído o no; pero te lo diré, y añadiré además si me gustan o no me gustan; si los admiro incluso odiándolos o si los adoro pese a mi indiferencia. Hablamos de poesía, no de poetas en carne izados.
Como no te metes con la Universidad, donde, a mi juicio, marginan a muchos poetas de legítimo mérito, entiendo que lo tuyo, tía o tío, es un ataque personal.
Y continúo: por lo que a mí respecta, siempre he dado la cara en estos asuntos; muestro mis fobias y mis filias sin cubrirme con la capa de Deyanira. Lo digo públicamente; si he de reiterarlas, las reitero y, si he de corregirlas, las corrijo; pero reconociéndome siempre en ellas, pues, a la postre, ese criterio –bueno, malo o regular- es puramente endoidiosincrásico, adherido a mis (nuestros) gustos, a mis (nuestras) inclinaciones estéticas, epistemológicas, extemporáneas, contemporáneas, tradicionales e incluso apócrifas. ¿Tienes, por fin, algo en contra de ese sentido personal del gusto (y de la vista y del oído)? ¿Qué hay de malo, por ejemplo, en que me guste Góngora y no me guste Quevedo?; ¿que me guste Cernuda y no me guste Lorca?: (raro, ¿verdad?); ¿que me guste De Cuenca y no me guste De Villena?; ¿que me guste Guinda y no me guste Carnero?; ¿que me guste Janés y no me guste Panero (el Juan Luis)?; ¿que me guste Saldaña y no me guste Benítez Reyes?; ¿que me guste Vilas y no me guste García Montero?: (raro encore, ¿verdad?). Y, en fin, que me guste muchísima de la poesía aragonesa que he leído durante los últimos treinta y cinco años. La que no me gusta también la cito. Con sus poetas, en cambio, me llevo, creo, relativamente bien (con los que me gustan y con los que no me gustan), e inmejorablemente con muchos. Debes saber, sin embargo, que con quien no me llevo nada bien es con Quevedo, pero él lo sabe y eso me basta. Aún así, lo cito con frecuencia.
Dime (dinos) quiénes son esos poetas que publican en varios idiomas (mérito, éste, mayúsculo); que tienen relaciones con otros grupos poéticos y artistas de medio mundo (imprescindible, desde luego, para legitimar el valor de una obra) para ver si es verdad que se me (nos) ha de caer la cara de vergüenza. Pero ridículo, ¿qué ridículo? Si te refieres al plural sin acento, creo que no luciríamos mal como bolsos de señora. Pero si lo que quieres decir es que me río mucho (ridículo: -lu, ridere, 'reír'), hace muchísimo tiempo que lo hago. Sólo me pongo serio cuando me llego hasta Bataille y le leo: “si así lo quiero, reír es pensar”. Ese Bataille sí que hizo el ridículo; lo bueno es que sigue haciéndolo.
Nihil novum sub sole sed poesis vivax.
El sabio gana cada día un enemigo.
"Foreguita"

P.S.: Esto es un diario, expuesto facultativamente por su autor a los ojos de quien quiera leerlo. No es una revista literaria, ni un foro de la asociación de críticos, ni un salón de conferencias, ni un congreso digital. Todo eso tiene su espacio. Por lo tanto, no se vierte aquí ninguna opinión que pretenda trascender el marco doméstico de su morfología como cuaderno de bitácora o log book, muy apropiado, por otra parte, para esto de navegar en la red. En otras palestras digamos más “ortodoxas” encajarían mejor tus reproches, así que acude a ellas, donde, de vez en cuando, también acudimos unos y otros y, entonces, lo discutimos todo, ¿te parece? De todos modos, no se trata más que de una sugerencia. Ahora bien, si sigues asomándote a mi blog contagiado (o contagiada) de anonimatosis, pasaré de todo.

Se acabó la excursión


Ríos como toros oscuros (coloraos y cafetos) nos recibieron en sus orillas. Se desataron las furias; los vientos los soplaba Eolo con el mal humor de quien ha padecido un insomnio transitorio; el agua de la benéfica lluvia caía dando bofetadas y puñetazos a mansalva. La excursión se convirtió en aventura: se deshacía la tierra bajo nuestros pies y el cauce del río nos arrojaba sus manos líquidas con no muy buena intención.
El río, vacío oscuro sobre el que el tiempo se detiene arrimado a los farallones rojos, suscitando todo tipo de preguntas sobre dónde nos llevará aun permaneciendo quietos, extáticos ante el fluir del agua que en su curso es la misma y es distinta, empapada y atrapada en su ensimismamiento. En el río, todos nos volvemos un poco krausistas y admiramos el arte natural por su propia forma sin artificios, arte en sí mismo, por él mismo, porque sí.
Nos recibió la más acalófila versión de la naturaleza, y, aún así, nos rindió su hermosura desatada. Aún dormían las larvas bajo la nieve, y los hontanares rebosaban. Agua, agua en todas sus formas.

8.4.08

Magnífica noticia













El día 15 de mayo, a las 20 horas, en la FNAC, se presentará Ademenos, último libro de poemas de Manuel M. Forega publicado por Olifante.
Pero no es ésta la magnífica noticia. Lo es que la presentación correrá a cargo de Ana Muñoz; sólo la idea me resucita.

P.S.: No juzguéis la calidad de la imagen; está escaneada sobre una prueba de imprenta no definitiva.

Excursión

Aquí os dejo por unos días: me voy de pesca. Las truchas se han puesto la máscara; ha comenzado su carnaval.

Jumpin' Jack Flash en versión buena

Jumpin’ Jack Flash es una canción de principios de 1968. Le acompañaba en su cara B un tema reminiscencia aún de los modélicos delirios psico aparecidos un año antes en el álbum Their Satanic Mjestic Request. Ese tema, magnífico, ha ido diluyéndose en la discografía stoniana y ni siquiera en las recopilaciones ha gozado de gran fortuna. Pero a mí me encantaba Child of the Moon, con rasgueos en Mi y en dos sostenidos que me hacían, también a mí, delirar. Luego se lo oí a Richards en el Hotel “Praga” de Madrid, en un concierto para 300 personas y a cuyas notas el pobre Keith no llegaba de ninguna manera., aunque daba igual. A Jumpin’ Jack Flash le seguiría de inmediato Street Fighting Men que llevaron como consigna en sus megáfonos móviles los revolucionarios del “Mayo” por las calles de París.

Honky Tonk Women con buenas tomas

Este tema se editó en un sencillo (You can’t always get what you want era la cara B) en 1969, pero fue compuesto por Jagger y Richards bajo los respectivos pseudónimos de Nanker/Phelge (les daría entonces alguna vergüencilla) en 1964. Aunque rythm’ blueseros (el influjo determinante de la música black a través de Alexys Corner) y rockeros, no debió entonces parecerles bien dar una vuelta de tuerca a la bien fresada rosca de su sonido garajista y metálico. Cuando, a la muerte de Brian Jones, se lanzó el Honky Tonk al escenario del concierto del Hyde Park londinense en homenaje a Jones, Mick Taylor lo sustituía. Taylor se había formado en los bluesbreakers de John Mayall y trajo una guitarra algo más oscura, más grave y envolvente que dio a la pieza el tono justo y quebradizo que necesitaba. En ese homenaje Jagger leyó unos poemas de John Keats, gesto que resultaría determinante por cuanto supuso el regreso anticipado a un ¿neorromanticismo? que desarrollaron algo más tarde Roxy Music, Brian Ferry en solitario, el otro Brian, el Adams, etc. y concitó buena parte de la estética trasvestista (en seguida Bowie se lanzaría a la palestra de la ambigüedad) muy desarrollada en aquel Goat’s heat soup (con Angie, Dancing with Mr. D., It’s only rocn’n roll…) de 1973.

IV Encuentro Peralejense de Pintura y Poesía

Tercer aviso para los interesados en acudir al IV Encuentro Peralejense.
En este enlace, toda la información: http://encuentrosperalejenses.blogia.com/
Abrazos para todos.

Bloganuncio

Tal vez os interese saber que está a punto de salir a la calle mi libro Ademenos. Espero que a principios de mayo pueda confirmar esta primera impresión, que será la segunda de la segunda. Os avanzo el único poema que constituye la primera parte (VENABLO. Proh pudor!) de ese libro. Librito de 33 poemas que me ha epilogado Xulio Valcárcel -a quien le estoy enteramente agradecido-, y que me ha gratificado sobradamente Miguel Ángel Ortiz Albero con su rítmica solapa (danke, Miguel Ángel). Trinidad Ruiz Marcellán también se ha portado magníficamente conmigo y en este blog (aunque ya le he enviado muchos) le estampo un beso.

POESÍA INCOOLTA

Os debo una explicación
que más tarde o más temprano
dirá de mí lo que yo
no quise decir y no
pude callar sin embargo.
Silenciar es imposible
—en este poema onagro,
a propósito verdugo
de los reos predadores
que en los breves de los libros
ceban las palabras como
seres muertos de otros vivos—
lo que en público ya digo.

Como murciélagos bullen,
en portadas urgentísimas,
las grafías de sus nombres;
y, dentro, como termitas,
sus legos versos, epígonos
omitiendo a los Felipes
que rugían en los montes,
resbalando en los Oteros
de palabras escarpados,
alimentando periódicos
de postmodernos censores.

Los elegantes monárquicos,
anecdóticos absortos,
escaladores exangües
tras la rauda montería;
ojeadores expertos
en la búsqueda de huellas
con la Cuenca de otros ojos,
en silbar a los sabuesos
con los labios de otras lenguas.

Inequívocos, unánimes,
filibusteros sin mares,
bucaneros sin Caimanes,
bates de Erato y Caliope,
liras agramaticales,
devoradores cual makos
de chatarras o bonitos.

Garbanzos en las rodillas,
sobre brazos en cruz libros
—digo escasamente libres—,
por castigo los tenemos
en las aulas, en cedés.

Dígame el dómine cabra
con qué latines nombrar
a tales patatas tibias

(que angulan los peronés).

Duffy: un rock'n blues de órdago, con un fondo de guitarra a lo Keith Richards en Let it bleed

7.4.08

"El modelo Barcelona"

Echad una ojeadilla a este artículo de Santiago López Petit. Es muy interesante porque muchas de las cosas (las peores) que han pasado en Barna pasarán en Zaragoza no tardando mucho.

6.4.08

48 horas en Zaragoza por Join Simon Calder

El enlace, en el título.

Presentación de "Con el sueño cambiado" de Octavio Gómez Milián

M. Martínez Forega

Noche en “El Páramo” el día 4 de abril. Esa noche cambié, como muchos, el paso y me dirigí con unos cuantos amigos a escuchar a Octavio, que –decía- se presentaba ahí Con el sueño cambiado. En realidad, lo cambió todo. Vino con nosotros María, una gelleguiña recién llegada a Zaragoza para toparse con cosas buenas. Pero Octavio dijo: voilà! y añadió that’s all! Para dejar paso a toda una serie de bandas que sonaban de puta madre. No recuerdo sus nombres (hablábamos y hablábamos y mi único oído bueno debía atender a dos bandas); el muchacho que comenzó la seriada noche magnificó su voz con rasgueos y melodías entre Neil Young y Don McLean, y luego apareció allí un grupo que hacía un rythm’n blues cojonudo; me abandoné a su potente sonido y a una armonía que hacía tiempo no escuchaba, claro que mi primera sorpresa nada más llegar a ese garito fue escuchar el Can you ear me knocking de los Stones, que me abrió en canal, de manera que lo que siguiera tenía que ser necesariamente bueno. Y esperando, esperando que Octavio apareciera, quien apareció por allí y por sorpresa fue Pilar Peris, con su boca perfecta, con sus labios en mis ojos, y mis ojos dando tumbos por la barra. Y Octavio sin aparecer (¡maldito reciario de Cortázar!). Pepe Montero y yo ya llevábamos un buen rato esperando, ¡eh!, y yo ya le había dado ya un par de meneos a unas empanadillas que nadie se atrevía a tocar; bueno, lo hizo primero –creo- Ingrid Magrinyá justo antes de liarse uno de esos cilindros perfectos y extremadamente lineales que es necesario mirar dos veces para verlos; su gesto diluyó mi pudor. Octavio seguía sin aparecer; de hecho, dejé de verlo, ni siquiera su cabeza asomaba entre todas las miniaturas allí concentradas. Así que nos fuimos. Durante el trayecto de regreso a mi casa de Conde Aranda, regalé hasta cuatro cigarrillos; fue una noche completa en todo: nunca me habían pedido en la calle tantos cigarrillos; nunca llegué sin tabaco a casa. Todo había cambiado.

Poesía para perdidos. Segunda entrega: 05.04.2008

M. Martínez Forega

Llego de “La Campana” con el ánimo exaltado. Fernando Sarría (que hizo un huequecico para su magnífico poema recordando al padre: la imagen de la pipa como nexo vital me emocionó hondamente) ha hecho un buen trabajo y nos ha puesto a todos los pezones largos; nos ha introducido en el templo donde los cangrejos de mar deambulaban a sus anchas por los pubis de las muchachas y nuestras comisuras parecían cataratas. No me extraña que Luisa Miñana hiciese una pausa con dos puntos bien medidos en su poema para avisar: restez un peu plus. Con todo lo satisfactoriamente instintivo que resulta, “no todo va a ser follar”, aunque Magdalena, cuando se izó a la tarima, siguió navegando por esos procelosos paisajes marinos y, pasando de Calypso, en un escorzo diacrónico arrojó a Odisseos al salón de Salomé y salvó la cabeza del Bautista por arte de Circe con un canto al amor carnal que me puso los pies en la cabeza. Antes, Jesús Jiménez se largó un poema de contenido y forma esplendorosos sobre el que la existencia (en toda la extensión de la palabra) nada puede contestar, así de concluyente resultaron para mí sus dudas sobre el mar, sobre el cielo y su certeza sobre el catafalco. Y Carmen Ruiz se merendó, porque puede, a Nueva York entera, ya harta –imagino- de tanto hastiado icono. Algún día debería leer ese poema en The Club.
¿Por qué no llenar un día el escenario a carcajada limpia?; sólo eso: carcajadas. Me lo propuso Ángel Gracia, con quien, naturalmente, me reí muy a gusto a lo Georges Bataille (Georges Bataille, “demasiado para el cuerpo”).
Luis Felipe, durante el off, silbó a lo grande y no vulneró el aire con sus versos de poetas aragoneses. Propuso que adivináramos su pertenencia y aprovechó para homenajear a José Luis Alegre, que lo merece sobradamente. He de decir que, con alguna dudilla, se adivinaron todos: Guinda, Gastón y Alegre.
Y, de colofón (que no de colofín), conversé con Miguel Ángel Ortiz para coincidir en varias cosas: que estos ciclos deberían institucionalizarse socialmente, que se hicieran cada año durante años, vamos. Advertimos el buen rollo de la poesía aragonesa y de cómo la amistad reina sobre cualquier otra actitud en torno a cuantos forman parte de este movidón (creo que sí, que ya es un movidón) y que ese carácter amistoso resulta ser una de las claves de que todo esté funcionando como (no sé si decir coño) jamás lo había hecho, porque todos nos alegramos espontánea y sinceramente de lo bien que le van las cosas a los demás, no nos damos puñaladas, admiramos con distancia y sin ella a padres y abuelos, vivimos con cortesía y buenas dosis de gentileza en una coetaneidad que reúne a varias generaciones poéticas sin que ello suponga ningún conflicto, al menos reseñable; que hemos dejado mucha de nuestra megalomanía en los cajones (acaso cojones). Varias señales: el programa “Los chicos están bien” de Vilas (luego libro en Olifante); el monográfico de Criaturas saturnianas; la muestra 20 poetas aragoneses expuestos (también en Olifante) y este mismo ciclo de “La Campana de los Perdidos”. Me los citó Miguel Ángel como estimables y acertadas referencias. Que todo siga siendo la mejor prueba de lo dicho. Y gracias a todos cuantos lo hacen posible (en estos casos no se suele citar a nadie por si las involuntarias omisiones).

3.4.08









Al loro con ENDESA

La compañía ENDESA subcontrata a empresas con especialistas en trabajos verticales que se encargan de quitar los contadores del gas de los morosos. Para ello violan todas las normas y leyes: entran sin permiso en las comunidades de vecinos; se cuelgan por los accesos de las escaleras a los patios de luces, también se cuelgan de los tejados y, si es necesario, lo hacen también desde una grúa.
La autoridad no interviene, pese a las denuncias; las prácticas de estas empresas son manifiestamente irregulares en ese tipo de actuaciones que constituyen un atentado gravísimo contra los derechos de los consumidores (porque el moroso también tiene sus derechos, no lo olvidemos). ENDESA no sólo actúa, así, de manera irregular y contraviniendo las leyes, sino que hace uso de otras prácticas atentatorias, como el cobrar los consumos por “estimación”, algo que está rigurosamente prohibido. Otro hábito de ENDESA es aplicar tarifas actualizadas sobre el consumo anterior a la actualización de precios.
La obligación de ENDESA es enviar a sus técnicos a realizar las lecturas de consumo; sin embargo, no lo hacen; en vez de eso dejan una tarjetita para que el consumidor dé una lectura aleatoria o, si lo prefiere, llame al nº de teléfono impreso, con prefijo 902 por cuya llamada el consumidor también ha de pagar.
Ya lo sabéis: ¡a por ENDESA! Ya basta de que reine la ley del más fuerte. Y aplicad este cuento: una avispa no para un tren, pero le puede picar al maquinista.

Comida casera

Tantos aires de zanahoria, nubes de berenjena, lluvia de huevo con miel aromática de Arlès... han ido preparando al paladar para la gran tormenta de esnobismo que se le viene encima animada por mucha (no toda) de la idiotez de tanto aspirante a melón.
Propongo cantar las delicias de la comida tradicional y de la originalidad que, en su significado puro, nadie podrá arrebatar a los alimentos. Para empezar, os largo aquí una Oda a la perdiz escabechada y, de postre, el Elogio de la cereza. Ya me daré una vueltecica por los blogs para ver si encuentro alguna adhesión en estos términos pantagruélicos.

ODA A LA PERDIZ

Volátil bouquet, rica en aromas
y en sabores generosa, la perdiz
—pituitárico éxtasis— canta
estática en el llano de porcelana
y virtúa del paladar el cóncavo velo.
Allí se aloja la exótica pimienta,
el ajo popular, el acético vinagre
y una sutil cebolla, enamorada
del óleo translúcido de Baena,
el olímpico laurel se ciñe.
Coronada está la mesa de Apolo,
cuya mirada es envidia
de sus ilustres hermanos
y en los tiernos despojos
la posa iluminado: el vuelo
entre las jaras,
una pluma (que a Cervantes diera
cálamo y pábulo a su Persiles)
prendida queda en el espino
de la gualda aliaga,
roja el ave voltea en su tinta teñida.
Así ve Apolo al ave viva
y a Dafne se la entrega seductora
(pero es él quien goza sus sabores);
Dafne, boquiabierta, sólo mira.
Degustad, comensales, la perdiz
de la sierra entre absules y jarales
y sentíos Apolo por un día.



ELOGIO DE LA CEREZA (Décima)

Entre el verde definida,
densa lágrima devota
del sol y del gota a gota;
en colores desprendida,
ágil luce parecida
al vino de la certeza;
lila tiñe la corteza
de la tierra y del frutal.
Así de viva e inusual:
la hermosísima cereza.

P.S. para Ana Muñoz: métele caña a la manzana.

A propósito del amor: liturgia profana en la cima del Mulhacén

M. Martínez Forega

Y, del mismo modo que la vida se nutre de la muerte, así el amor se alimenta de la ausencia y de la presencia; con cada desdicha dice el amor que continúa más allá de las palabras, más allá del gesto; y dice con cada dicha que el amor es silencio o acaso un melódico sonido absorto por los balcones de la noche y por los pétalos de la aurora. Pues nada hay como el primer beso que la edad prolonga sobre las sombras del tiempo, ni existe nada como el rocío de los labios que despertaron al placer de saberse vivos.
Si atañe a los labios decir de las dichas y desdichas, mirad en vuestros ojos cómo hablan del saber de los espejos, hablan del tiempo que les queda por mirarse, pero si vuelven hacia el otro la mirada, si dilatan sus pupilas, es porque se admiran de haber visto en otros ojos sus ojos, idénticos, porque así es la mirada del amor: asombrosa y por la luz de los iris iluminada.
Mas preguntad a vuestras manos por qué sin ceder al frío buscan el calor de la piel más próxima y por qué toman del aire las caricias que un día dibujaron, siendo niñas, para depositarlas hoy en el tacto finalmente amado, pues del destino de Eros son las manos el aprendizaje y la materia.
Oíd las gasas, oíd los rasos, oíd la organza... Envolvéos en la música de los atavíos dentro de las odas que dan paso a las lunas a través de las floridas celosías, estrecháos en los lechos que descansan sobre alfombras organdíes y escuchad la voz del viento y de las nubes que os agitan y os ocultan. Escucháos ambos decir las distintas palabras en una misma sola, sed recíproca esponja de los susurros que habitan el amor y escuchad, por fin, no sólo que os amáis, sino que el mundo os ama porque de él sois hijos.

Ver luisant

M. Martínez Forega

ME ARROJÓ UN GUANTE

Y en el campo de la noche, yo solo
bebo en el filo puro la victoria.

****

UN BOCATA MATINAL A ORILLAS DEL TAJO

Me llevo el ánimo aromado
de rumores y dejo mi cuerpo
abandonado a los helechos.
Una brisa va peinando
el vello de mis brazos.
En lo profundo del bosque
el agua me llama.

****

TAL Y COMO ESTÁN LAS COSAS...

Yo odio; odia tú, porque es legítimo
sanar las heridas sin gasas de miedo.
Tú, que, como yo, has alcanzado
el extremo de lo posible,
no mueras en brazos de la desdicha,
odia sin pausa y sin pretextos.

****

SIETE ARBUSTOS EN LA PARED VERTICAL DEL ABISMO

-Me aso con denodada fruición al salvamento que me proporciona mi corazón congelado en el frigorífico de la pasión ignorante.
-¡Qué pronto se me ha hecho tarde!
-Qué es el placer, sino una violación del miedo.
-Este sayal, extendido, envolverá a la noche. Tú eres la noche.
-Toda una carrera de conocimiento no le enseñó a vivir; pero aprenderá a morir en un curso intensísimo.
-Dame la libertad de tu cuerpo, pero átame a tus besos.
-No es tu verdad como un templo. Es el templo.

A propósito de Nerval: tres puñetazos



*Todo el mundo sabe que en los sueños jamás se ve el sol.

*El hombre es doble.

*¿Cómo he podido vivir durante tan largo tiempo ajeno a la naturaleza y sin identificarme con ella?

2.4.08

En un mítin de Carod Rovira en Barcelona

M. Martínez Forega

Cuando, en un mítin de reivindicación identitaria, en un momento dado, Josep Lluis Carod Rovira (?) escuchó desde la tribuna de oradores un grito espontáneo salido de entre el público en estos términos: ¡¡Hala, maño!!, el boicoteador dejó de serlo en ese mismo momento. El anónimo exclamador fijaba así una realidad incontestable (aunque enmascarada por la voz de un «personae») y trasladaba al orador el papel protagonista de la parodia, cuyo núcleo argumental se omitió en el programa de mano. La paradoja inherente reclama, cuando menos, unos minutos de reflexión para ser redefinida (y, en consecuencia, rediseñada por el tramoyista), y para ser contestada por quienes traducen como falaz la mimesis del arte sujeta a las reglas. Carod es un plagiador consentido, oculta sus fuentes o las destruye para no ser contrastadas y se ha erigido en representador. Sabemos, sin embargo, que el arte, hoy, no consiste en reproducir la realidad, sino en interpretarla; de lo contrario, el arte sería unívoco, dictado, enajenador. Un dios, una patria, un republicano (¿de qué signo?) es la trilogía obvia y vulgar representativa de la conciencia normativa del arte trasladada al paradigma social. Pese a todo, jamás la norma puede supeditar a la razón (Valle-Inclán dixit). Carod es normal, pero no tiene razón cuando, por ejemplo, exige que se le llame Josep Lluis y no José Luis y, sin embargo, consiente que en la rúbrica de la calle donde se aloja la Facultad de Bellas Artes en la Universidad de Barcelona se lea Pau (y no Pablo) Gargallo o signe los indicadores de dirección como Saragossa (y no Zaragoza) en las calles de Lérida.
El anacrónico «Manifest» que en ese mítin leyó Carod debe ser, en mi opinión, defendido por el pueblo catalán (gentilicio, por otra parte, de dificilísima asignación en Cataluña); defendido por aquel pueblo que ha sabido traducir críticamente el contenido del mensaje del orador-actor (teatro al fin, drama) y, más, la síntesis de la realidad catalana revelada en las palabras del exclamador; texto, en fin, que interpreta -no representa- la realidad.

Fuga salutem petere intenderunt

1.4.08

Transformer


El río Ebro inunda el Mediterráneo

Manolín Foreguilla
El Ebro inunda el mar. Según todas las noticias de los medios informativos audiovisuales, escritos, hablados y apócrifos (hablados y escritos también); es decir, según todos los media de Madrid, de Cataluña y del Levante español, desde Castellón hasta Almería, el río Ebro ha inundado el mar Mediterráneo. La última riada del Ebro ha sido tan espectacular que ha pillado a todos por sorpresa y sin tiempo de tomar las medidas necesarias para atajar desastre semejante. El hecho es insólito por cuanto nunca en la historia, nunca, se había dado un fenómeno de tales características, ni figura en los anales de la hidrografía mundial, ni en los de los fenómenos extraordinarios. El hecho –dice el rotativo albufereño La Anguila- "es comparable a catástrofes como la desaparición de la isla de Krakatoa o el reciente tsunami de las costas indonesias". Se une a ello otro fenómeno singular –y también inexplicable- asociado a este cataclismo como es el hecho de que la ciudad de Zaragoza y todas las poblaciones alto y bajoribereñas siguen en pie, precisamente (cuestión nada desdeñable desde el punto de vista estadístico) en un momento en que el ciclo de sequía de la cuenca del Ebro y de las demás cuencas españolas es de los más dilatados y preocupantes. “Tal situación no se había producido nunca, nunca”, sentencia, con desolador gesto, un ingeniero de la Confederación Hidrográfica.
Esas mismas noticias dan cuenta, con gran profusión gráfica y textual, de algunos datos observables que han seguido a la inundación del mar, como, por ejemplo –atestigua el periódico murciano La Mentira- que "las carpas campan a sus anchas por el Mediterráneo desplazando a la elegante dorada; que el cangrejo rojo está invadiendo el hábitat del langostino castellonense y que la gran avenida ha propiciado que el siluro se haya instalado en los fondos pelágicos, acabando con los pocos lenguados, rapes y rodaballos que aún sobrevivían a duras penas en los lechos marinos desde las Columbretes hasta la costa balear. El mejillón cebra ha sustituido al mejillón autóctono (al de roca y al otro más grande) y ya comienza a producir sus efectos indeseables en las instalaciones de las petroleras tarraconenses", concluye el cronista cartagenero; todo ello sin contar con el desastre que producirán de aquí a poco otras especies invasoras como el black bass, el lucio, el lucio-perca y el perca-sol, auténticos depredadores de particular voracidad. ("¡Que tiemblen el tiburón y la barracuda!", gritan, echándose las manos a la cabeza, los abismados pescadores levantinos).
El problema es de tal magnitud que ha puesto patas arriba el turismo, el cual, como es sabido, abomina del agua dulce y, más, si está turbia. Así, era predecible que el fenómeno movilizara a toda la hostelería de las zonas afectadas, a las promotoras inmobiliarias y, más que nunca, y con toda la batería de improperios hasta entonces incluso desconocidos, a la clase política con intereses en esos sectores de megadesarrollo. De hecho, un cualificado representante del partido del gobierno regional (el Je Je) ha llegado a afirmar que "ahora no queremos el agua del Ebro ni la madre que la parió".
Por otra parte, un representante de la promotora Teniendo Benidorm no vayas a Miami, encargada de levantar los 41 rascacielos previstos en esa localidad alicantina, ha manifestado, con cierta ironía no exenta de amargura, que, "a partir de ahora, y para salvar en lo posible la inversión en el elevado proyecto, convendría iniciar una nueva campaña "a nivel de calle" -ha dicho textualmente; de promoción "más a ras de suelo" y que tuviera como lema: "habite un rascatierra". El nuevo proyecto -continúa el portavoz de la promotora-, que "estaba ya diseñado por si ocurría algo como lo que acaba de suceder o parecido", contempla "casas muy bajitas con cuarto trastero adosado" y "estará principalmente orientado hacia nuevos mercados como el de los 'chorizos del cobre' (sic), que ha incrementado sustancilamente su poder adquisitivo en los últimos años", concluye el portavoz.