27.2.09

Al final del pasillo



Al final del pasillo

- La primera antología de cuentos de terror, ciencia ficción y literatura pulp en Aragón
- Editado por Comuniter dentro de su línea Voces de Margot
- Los autores: Ángel Gracia, Daniel Gáscón, Eva Puyó, Ignacio Escuin, Juan Luis Saldaña, Magdalena Lasala, Manuel Vilas, María Frisa, Miguel Serrano, Óscar Sipán y Patricia Esteban Erlés
- La portada: Álvaro Ortiz y Víctor Montalbán

La fiesta de presentación: Miércoles 4 de Marzo en el Jarvis (C/María Lostal, 5) con Amable dj en los platos.

23.2.09

Lola Editorial cumple 20 años


El próximo mes de marzo, Lola Editorial cumple veinte años. En este tiempo, sus colecciones "Cancana" y "Libros de Berna" de poesía y "Cantárida" de ensayo han dado a conocer a autores aragoneses fundamentales (Mariano Esquillor, Ángel Guinda, Rosendo Tello, Gabriel Sopeña, Ángel Petisme, José Verón Gormaz, Fernando Ferreró, Joaquín Sánchez Vallés, Emilio Pedro Gómez) y otras voces nuevas (C. Dolores Escudero, Benito Muñoz Montes, Luigi Maráez) Lola Editorial ha contribuido a revelar las primeras obras de otros poetas también aragoneses que hoy ocupan un lugar destacado en el contexto literario nacional y territorial (Sergio Algora, Ángel Gracia, Miguel Ángel Ortiz Albero, Javier Sanz Becerril, Miguel Ángel Ordovás, Clara L. Montenegro, Fernando Andú, Carlos Bozalongo, Cristina Járboles, Ricardo Díez Pellejero, Jimeno Juárez, Miguel Ángel Longás, Chusé Raúl Usón, José Antonio Conde, Ana Muñoz). Otro de sus objetivos fue poner sus páginas al servicio de la poesía inédita en España como la del checo Josef Kostohryz, el italiano Antonio Sagredo, el francés André Pieyre de Mandiargues, el persa Mohsen Emadí, el estadounidense William Cullen Bryant o la argentina Patricia Boero, además de prestar la necesaria atención a figuras de primer orden como Luis Alberto de Cuenca, Xulio L. Valcárcel, Eugenio Montale, François Villon, Silvya Plath y Paul Valéry. Lola Editorial, junto a Editorial Columna, ha sido la única que ha publicado en España la edición canónica de Monsieur Teste de Valéry y la única que lo ha hecho en castellano. El más riguroso y fundamental estudio de Túa Blesa sobre el novísimo heterodoxo aragonés Ignacio Prat también ha aparecido en su colección "Cantárida". Lola Editorial ha dado cauce a las voces poéticas de tres internos de la prisión de Daroca: Pedro Betancur, Jordi Fernández Tordera y José Martín Rufete. Por fin, la etapa más característica (1972-1992) del local de la bohemia zaragozana por excelencia (el "Bonanza") fue descrito también en un trabajo de Manuel Lampre aparecido en la colección "Cantárida".
Desde hace ya diez años, Lola Editorial ha optado por seguir una línea underground y autogestionada, sin planes ni previsiones, haciendo simples escaramuzas. Alfredo Saldaña, Mariano Castro y yo mismo andamos en ello.
Algunos voceras han irrumpido anónimamente con sus comentarios en este blog aduciendo, entre otras cosas, que yo no he hecho nada por la cultura aragonesa (¡como si tuviera la obligación de hacerlo!); repitieron, con la misma temeraria ignorancia, las palabras de Boileau cuando se preguntaba qué había hecho España por Europa y a sí mismo se respondía: "nada". La diferencia es que Boileau era Boileau, por muy mala leche que tuviera, y esos otros atacados de anonimatosis no sabemos quiénes o qué son. La diferencia es abismal. Recordaré el verso de Claudio Montesinos en un homenaje a Federico García Lorca: "Lorca vive y el que lo mató está muerto"; pues eso: España vive y Boileau está muerto. ¿Qué diremos de aquellos bocazas pasado un tiempo?
Téngase en cuenta que, de los 48 autores que cito más arriba, 29 son aragoneses y lo son también los traductores de Kostohryz, Mandiargues, Valéry, Villon y Bryant.
En próximos posts se anunciará la celebración de este aniversario.

15.2.09

No hay labios como tus besos: 1ª coda






Bueno, amigas y amigos y público en general: mi gratitud por vuestra participación, por vuestra presencia y por el ánimo que supuso veros a todos allí. Me sentí no sólo besado, sino acompañado, arropado y conectado a un experimento que, gracias a vosotras, cumplió sus objetivos: uno, someter a prueba aquellas capacidades que nadan a duras penas en un mar de dudas (con esta imperiosa contingencia sé que muchos no estarán de acuerdo); otro, dotar de veracidad a la experiencia. La experiencia que, usada como sintagma preposicional, califica lo incalificable, revela lo irrevelable postpuesta a una corriente que sí es sustantiva: la poesía. Decir "poesía de la experiencia" es lo mismo que decir, por ejemplo, "el agua es líquida", o "la tierra es elíptica", o "la sangre es roja". Definiciones inútiles y viciosas. Tautologías que descerebran el pomposo solio de la intelectualidad que lo sugirió e insultan la inteligencia de un elemental receptor. Decir "poesía de la experiencia" es afirmar lo que en sí misma es. Sobra, por consiguiente, el sintagma prepositivo. ¿Cuál es el argumento de la poesía? La experiencia, naturalmente, es el argumento de la poesía; de toda poesía, de la Poesía, del género. Cualquier ensayo delimitador, toda nomenclatura conceptual en este sentido busca acotar perversamente los intereses de unos cuantos, vedar el círculo morfológico, restringir las cotas formales y plegar las aspiraciones poéticas a una sola propaganda modal.
Siguen, pues, siendo rabiosamente actuales (aunque las dirigiera a otra generación de poetas) las palabras de Leopoldo María Panero: poesía de la experiencia es viciosa invención —y cito a continuación las palabras de Panero— "de unos cuantos malos poetas de universidad que, aprovechándose de la incultura de este país, van dándoselas por ahí de grandes hombrecitos."
Ayer, con un poquillo de pretenciosidad y un muchillo de ludismo, quise con vuestros besos abandonar el fanum conceptual y salir de él, convertirme junto a todas vosotras en uno más de los profani y ponerme manos a la obra profanando el sacro imperio de la pospostmodernidad. Ésa fue la primera parte; la constatación de la "experiencia" tendrá su conclusión material en la composición de tantos textos como besos. Me he puesto condiciones —como la técnica laboratoria exige— y me he sometido a la dura "experiencia" de no visionar las imágenes que se grabaron para que la "experiencia" sea la que debe ser: el resultado de un proceso experiencial en el que sólo la sensualidad (un conjunto de sentidos aleatorios) dé con su final determinación empírica. No obstante, lo tengo fácil porque fuisteis, en vuestra generosa colaboración, diversas, heterogéneas.
Viva la polimorfía de este juego dispuesto para la gravedad, y al carajo con las descontextualizaciones interesadas extraídas por unos cuantos usureros del viejo texto de Robert Langbaum (1).


(1) The Poetry of Experience (The Dramatic Monologue in Modern Literary Tradition), 1957.

12.2.09

Dos poemas macedónicos


Risto Jacev sentado en las escaleras de entrada al Kolej Kajetánka, en el barrio praguense de Brevnov, en agosto de 1983.



Encontré por fin aquel número de la revista universitaria Gaudeamus (ver post aqui, líneas 8-19) donde comentaba un antiguo encuentro en Praga con un poeta de Macedonia. Transcribo aquí el comentario y los poemas traducidos con la heterodoxia que imponían las circunstancias. Me pregunto ahora qué habrá sido de él, depués de la trágica postatomización de la antigua Yugoslavia.

Durante mi estancia en Praga en el verano de 1983, tuve la oportunidad de conocer a Risto Jacev, una de las personas más alegres y divertidas que he conocido. Muy aficionado a la juerga, cada noche nos regaba a todos con aguardiente de patata. En sus fiestas, que constituían un rito literario con macedónica liturgia, entre otras muchas cosas predominaban siempre las conversaciones sobre teatro y poesía. Poeta él mismo, gran conocedor además de nuestra literatura, poseía una notable y versátil obra: once títulos de poesía, dos antologías de sus poemas, dos ensayos sobre técnicas dramáticas y una novela. Traducido a diecisiete idiomas (alemán, francés, inglés, ruso, árabe ... ), Jacev seguía por entonces, sin embargo, vetado en Grecia. Vivía en Skopje y ejercía la crítica literaria en la RTV de la antigua Yugoslavia y era director de los programas que sobre cultura europea emitía la TV de su país. Ésta es la primera aparición de Risto Jacev ante los lectores españoles. Nacido el 15 de mayo de 1942 en Rodevo, barrio de la ciudad de Voden en la entonces Macedonia griega, su padre, abad ortodoxo íntimamente ligado a los sectores progresistas que trabajaban por la independencia de Macedonia, cambió los hábitos por las armas y sirvió, primero, como soldado griego (reclutado) con destino en Albania; más tarde, con ocasión de la guerra civil albanesa, apoyaría de nuevo la causa macedónica. Pero habría que esperar a la guerra civil griega para que la conflictiva patria de Alejandro se constituyera definitivamente en una de las seis repúblicas que componían la ex-Yugoslavia. Será durante este período cuando la incipiente memoria de Risto, a la sazón de seis años de edad, recogerá las trágicas experiencias de la guerra, principal motivo inspirador de su poesía (2). Una poesía narrativa y descriptiva constantemente evocadora del drama que alteró el bucolismo y la calma de una infancia campesina (a consecuencia de la guerra su familia se trasladó a una granja que posteriormente incendiaría el ejército griego; en esa ocasión vería arder, atadas de pies y manos, a treinta y una personas). Vida casi inconsciente aún, pero capaz de fijar para siempre las imágenes del horror y el infortunio que ahora reviven con fuerza sus versos restituyendo la enérgica memoria un paisaje recordado tras el velo del tiempo, mas no por ello menos sentido: trágico, vívido, visceral y humano. En el que la naturaleza asesinada vindica un lugar para las voces del dolor y de las víctimas.

El bosque en llamas

Murmuran amargas las semillas.
Una a una las noches se multiplican.
Escucho a mi alrededor la música
que brota de una flor terrestre.
De la misma manera
se derrama el pasado
en púrpura humareda: en los bosques sin vida
quedaré atrapado.
Gimen con fuerza las brujas
cuando mi llanto es quizá más dulce que la fuente.
Esto es un sueño eterno:
el bosque en llamas,
la muerte de mí enamorada.
El día surge henchido de atezados cadáveres,
solos, sin mí, que duermo
oculto convertido en llama.


Arapka

Quise narrar aquella noche
el día que nos separaron
de nuestras madres,
pero no había nadie
que escuchara...
De manera extraña
alguien devoraba el hígado
del hijo de Arapka.
Y la noche que su hermano quiso acariciarla,
ella retiró la cabeza.
Yo la oía en la noche
respirar su dolor;
la lengua roja avanzando
como un fuego extendiéndose por el prado.
Y el umbral de la noche ingería
la oxidada argolla que rodeaba su cuello,
el grito que se extiende
lejano en el fenal.
Buscaba en las flores del estío
al hijo arrebatado.
Pero hacía tiempo que corría
sobre la tierra dulce.
Era la noche como un pájaro negro
entre un rebaño de estrellas,
con su ojo semejante a la luna de otoño.
Oh, Arapka hundió su mirada
en los campos,
en el arroyo profundo,
sobre el molino,
v. abrasada como la hierba
por las brumas estivales,
buscaba a su hijo en las caballerizas,
en sí misma,
en sus párpados,
y cuando al fin sepa
que ya no existe,
se arrastrará confusamente
de rodillas
hasta el día
en que sus ojos nimbados,
dulces y en silencio,
desprendan cristales gruesos.
La noche ...
Me parece todavía sentir
su mirada y sé:
ni la tierra verde,
ni el trébol
que fulge bajo el rocío transparente,
ni el río que murmura,
ni el toro
que la mira con ojos extraños,
no, nadie,
nadie turbará en Arapka el dolor
del ternero que la acariciaba,
nadie del hijo que en su sueño inalterable
la acogía.

Ana Muñoz presentó en la Librería Antígona de Zaragoza "Sólo para la noche"


Fotografía: Javier López Clemente

La mejor crónica aquí.

8.2.09

Felix Mendelssohnn: bicentenario

Edgar Allan Poe: bicentenerio


ANNABEL LEE

Hace de esto ya muchos, muchos años,
cuando en un reino junto al mar viví,
vivía allí una virgen que os evoco
por el nombre de Annabel Lee;
y era su único sueño verse siempre
por mí adorada y adorarme a mí.

Niños éramos ambos, en el reino
junto al mar; nos quisimos allí
con amor que era amor de los amores,
yo con mi Annabel Lee;
con amor que los ángeles del cielo
envidiaban a ella cuanto a mí.

Y por eso, hace mucho, en aquel reino,
en el reino ante el mar, ¡triste de mí!,
desde una nube sopló un viento, helando
para siempre a mi hermosa Annabel Lee
Y parientes ilustres la llevaron
lejos, lejos de mí;
en el reino ante el mar se la llevaron
hasta una tumba a sepultarla allí.

¡Oh sí! -no tan felices los arcángeles-,
llegaron a envidiarnos, a ella, a mí.
Y no más que por eso -todos, todos
en el reino, ante el mar, sábenlo así-,
sopló viento nocturno, de una nube,
robándome por siempre a Annabel Lee.

Mas, vence nuestro amor; vence al de muchos,
más grandes que ella fue, que nunca fui;
y ni próceres ángeles del cielo
ni demonios que el mar prospere en sí,
separarán jamás mi alma del alma
de la radiante Annabel Lee.

Pues la luna ascendente, dulcemente,
tráeme sueños de Annabel Lee;
como estrellas tranquilas las pupilas
me sonríen de Annabel Lee;
y reposo, en la noche embellecida,
con mi siempre querida, con mi vida;
con mi esposa radiante Annabel Lee
en la tumba, ante el mar, Annabel Lee.

4.2.09

Poema de Rafael Luna en la voz de Javier López Clemente

Pinchad este sitio, en el programa 14, y escuchad:

http://delendaestcarthago.com/audioteca.html

Clara Janés: Ver el fuego


Hace unos cuantos días que he concluido la relectura de un libro excelente de Clara Janés: Ver el fuego. Apareció en Olifante en 1993 y me ha transmitido la misma calma - quizá más honda esta vez- que mis lecturas primera y segunda. No me resisto a transcribir aquí el texto de aquella solapa olifántica en la que quise dar noticia objetiva de los poemas y que, pasados ya quince años, sigue pareciéndome razonablemente subjetiva. A ver qué os parece.

El razonado adagio con que Clara Janés abre su visión del fuego comienza «Yo no soy más que el ave, / menos soy», y concluye: «Perdonad el silencio: / la nada me recubre desde dentro». La simbiosis —en su acepción ortodoxa— del poeta con el pájaro sirve a la ocasión no sólo como elemento disimilador —que no disimulador— y comparativo implícito, sino además como concausa para que ambos —poeta y ave— eleven al unísono voz y trino —palabra y canto— a un puro referente lírico etimológica y literariamente considerado. Y la lectura nos descubre en seguida un bosque (animado) semántico revelador de lo que digo: «perdiz», «trino», «pájaros», «alar», «aves», «vuelo», «altura», «alear», «cormorán», «tórtola», «palomas»... y «verso cariámbico que unas alas figura»; «todo en llama viva abre el camino / a la música impar de las esferas»; «acordes múltiples que el silencio murmura»; «cantar es sólo abrirse como fuente»; «manantial de la música»; «toda nimbo de música», etc., etc. Este afán janesiano tomó cuerpo pentagramático ya en el «Planto» de Vivir y, hasta sus últimas consecuencias, en Kampa («II»). Ver el fuego es, por consiguiente, una delicada y gratificante reiteración, pero en la que la música ya no aparece en su forma explícita, sino ahora nombrada o, elidida, sugerida como mecedora de un amor sereno —¿o abatido?— alejado ya del excelente desborde zozobrante y sacrificial que vertiera ante el altar operístico y humano de Vladimír Holan en Kampa y donde la naturaleza, envuelta de un paisaje —como todo paisaje nombrado— existencial, sosiega el ánimo y el ánima, los «amansa» con su coro de seres habitando en el espíritu, el estro y los ojos del poeta. Si en Vivir este paisaje era panorámico, epigráfico, visto pero no vivido, aquí —como en Eros y Libro de alienaciones, v.g.— es vívido, sensual, abarrotado de aromas y de ritmos, mientras el cuerpo que existe en él y viceversa se pronuncia menos carnal que en textos anteriores. No «el filo más suave, erecto y encendido» que «planea y arremete las costas del amor», sino —aun con la «carne anhelante»— el desliz místico apela al «abrazo no abatido del mar»; ya no «yemas insaciables» palpando «vulvas», sino «aguas entregadas en cuyo seno mora la estrella de su pecho». Si «el ave dialoga con su ser», perdonada la mudez —silencio sonoro—, atendido su ruego, digo que, asimismo, Clara lo hace con «sus» palabras y no las de «otros» (¿cómo si no su garganta fuera Ješkine slov?), «cual fuego de artificio» con «la voz de la soprano».
Aunque epicedio del poeta, ¡epinicio del ave!

3.2.09

Más narradores, que buena falta hacen

Conversaciones con Javier López Clemente

La fotografía de J. López Clemente es de Migue

LaMima
(http://lamima.blogia.com/) es la invitada a la cuarta edición de Tardes de Blog. Será un placer charlar con una mujer reflexiva, observadora y con la fuerza de quien lucha para que seamos capaces de mirar de una nueva manera a quienes en aparariencia son diferentes.

El pequeño Teatro de los Libros

http://teatrodelibros.blogspot.com

C/Silvestre Pérez 21- Barrio de Las Fuentes

(Autobuses 22-30-44)

Sábado 7 de febrero a las 19:30 horas

2.2.09

Memoria histórica e imperativa



No hay labios como tus besos


Queridas amigas:
Queda cerrada la inscripción. Lamentándolo muy sinceramente, he debido rechazar la participación de algunas de vosotras considerando que el número óptimo para la ejecución de la performance ha sido ya alcanzado. No se trata de organizar un desfile de besos, sino de que éstos sean los suficientes para que su desarrollo y finalidad resulten mínimamente armónicos y, sobre todo, para que el tempo sea el que debe ser y no se hastíe al público.
Agradezco, no obstante, vuestra disposición y desde aquí quiero reiteraros mi gratitud por vuestra elegancia y generosidad. Que así sea y dicho quede.

(FNAC Plaza España. Zaragoza. Día 14 de febrero a las 19:00 horas.)