17.1.08

Canon sí, pero corrijamos algunos conceptos: Copyright y Copyleft

M. Martínez Forega

¿Canon? Sí, aunque a regañadientes. Si soy partidario del canon es por la misma razón por la que acepto a regañadientes la larguísima, la interminable nómina de cargos que ocupan los representantes políticos en el Congreso, Senado, Parlamentos Autonómicos y europeos, Diputaciones Provinciales y Forales, Ayuntamientos, Comarcas, Delegaciones y Subdelegaciones y demás indefinidas e indefinibles representaciones (que uno no sabe, en realidad, dónde ni cuándo acaban), con la desventaja de saber que ese dinero que les pago por hacer tantas veces —y decir siempre— auténticas barbaridades se destina a compensar el desempeño de políticas que no sólo no comparto, sino que, incluso, agreden mis intereses. Es decir, que también debo aceptar mi cuota de financiación a las actividades de mis enemigos. Y no sólo eso, sino que éstos (y quienes lo son menos) cobran por partida doble: una por el desempeño nominal de su cargo y, otra, la financiación en abstracto por el número de sufragios obtenidos que recibe la organización política a la que representa. Este canon doble lo pagamos todos con la misma naturalidad que vemos llover, y yo, abstencionista confeso, estoy —aunque de nada me sirve— en contra de, cuando menos (de mi no-voto no se llevan ni un céntimo), aquel pago nominal, al que debería oponer el mismo reparo que argumentan quienes dicen que el canon debería suprimirse porque grava indiscriminadamente a quien copia y a quien no copia. Pues bien, los abstencionistas decimos que se supriman los salarios de los diputados, senadores y alcaldes porque se les paga, también indiscriminadamente, con los impuestos de los que votan y de los que no votan; y que se suprima también la financiación a los sindicatos porque grava indiscriminadamente a los afiliados y a los no afiliados; y que no se construyan carreteras porque gravan indiscriminadamente a quienes tienen coche y a quienes no lo tienen; y que no se compren AVEs porque gravan, indiscriminadamente, a quienes van en tren y a quienes viajan en avión; y que se suprima la ley de dependencia, porque ni tiene altzheimer mi padre ni obesidad mórbida mi tía... De todo este maremágnum, me quedaría con el canon de Pachelbel si la cosa no estuviera asociada a intereses más elevados que los que reclama el malestar de los ciudadanos. El verdadero interés de que esta polémica siga adelante es el que defiende la industria tecnológica, que ve en el canon un obstáculo a la venta de sus productos, como si sus beneficios no fueran ya bastantes. Y otro factor no menos importante es la mala educación de la mayoría de la sociedad española, que todavía responde instintivamente contra la compensación económica de los derechos de los creadores y no lo hace contra los altísimos ingresos que percibe un futbolista por sus derechos de imagen. Naturalmente ven más partidos de fútbol que cine, teatro u obras de arte y muchos más que libros leen, por eso discrepan del pago de unos derechos y alimentan otros, por eso asumen los incrementos en el precio (I.V.A. incluido) de sus abonos y entradas. Ya sé que ello responde a una impregnación mediática y su consecuente colonización de las conciencias, y que esos derechos de imagen los gestiona el club que los ficha; ¿pero no es ello también reflejo de una mala educación, cargada de hipocresía en este caso?
La mentalidad de los españoles aún debe madurar mucho, muchísimo, para llegar a la altura de la mostrada por nuestros vecinos. ¿Se imaginan que en una Feria del Libro en España se cobrara entrada por visitarla? Así se hace con naturalidad en Francia, por citar sólo un ejemplo. No, el español de hoy pagará su entrada para ver diez coches deportivos en una feria monográfica sobre vehículos de competición, pero pondrá el grito en el cielo y añadirá un ¡que les den por el...! si, aun a duras penas, su curiosidad le ha empujado a una feria libresca arrastrado por un diletante lector.
Otra cosa es sancionar como infalible y único el mecanismo del copyright defendido por las entidades gestoras de derechos de autor, y otra cosa es establecer esos abismos diferenciales de jerarquías entre las diversas disciplinas que generan esos derechos, y otra cosa es que la Administración se vuelque en las subvenciones al cine y a la ópera y no lo haga con, por ejemplo, la poesía y los títeres. Si se subvenciona la cultura (lastre que pagaremos muy caro a largo plazo), ha de subvencionarse toda, o, si no, comencemos a debatir si el cine y la ópera son cultura y la poesía y los títeres no.
Es más que posible conciliar la defensa de los derechos de autor con otras estrategias destinadas a los mismos fines y que no colisionan con el prejuicio del consumidor. Las licencias copyleft, por ejemplo, facilitan el reconocimiento del autor al propiciar una mayor distribución de sus obras sin que ello signifique ningún deterioro de sus derechos autorales. Una licencia copyleft sólo afectaría negativamente al cobro de algunos (no todos) derechos patrimoniales. Pero no debería perjudicar el trabajo contractual con editores, productoras audiovisuales o galerías de arte, con excepción de ciertas contradicciones que se están dando en producciones con soportes fácilmente reproducibles, como, por ejemplo las obras fotográficas, videográficas, etc., que se distribuyen en series limitadas para activar artificialmente su valor áurico como obras escasas y, lógicamente, multiplicar su valor económico. En este aspecto, el copyleft produciría un efecto corrector, trasladando el problema de la financiación hacia la producción y no tanto —como se hace actualmente— hacia la distribución de trabajos ya realizados que, en numerosas ocasiones y, paradójicamente, se hace con el apoyo de fondos públicos. Por lo tanto, el copyleft puede potenciar los canales tradicionales de remuneración de los autores y activar otros nuevos armonizables, sobre todo, con las herramientas digitales de las que hoy disponemos. Por otra parte, a la remuneración obtenida mediante autofinanciación y subvenciones, becas o mecenazgos es evidente que la licencia copyleft no les afecta en absoluto, al igual que ocurre con el copyright. Una difusión del trabajo, de manera libre, sin restricciones a la copia y la circulación, para uso comercial o no, es el mejor medio para promocionarse y darse a conocer y, en consecuencia, para recibir encargos, invitaciones a conferencias, cursos, propiciar contratos, etc. Por último, pensar que es factible vivir del trabajo mediante la redacción contractual con los distintos promotores comerciales y los derechos de remuneración (situación que alcanza sólo a unos pocos), resulta una pretensión potenciada por algunos sectores de la cultura y alguna entidad de gestión (la más proclive a la jerarquía) que difícilmente se verá realizada.
Ello no obsta para que, hoy todavía, se siga declarando desde ciertas posiciones que el copyleft es sinónimo de abolición de los derechos de autor e incluso de la misma noción de autoría. Se trata de afirmaciones que no se sostienen, realizadas desde el desconocimiento o la intoxicación deliberada. Copyleft defiende un modelo en el que el autor debe vivir de su trabajo, pero es indiscutible que ese trabajo ha evolucionado, ha cambiado, y no puede continuar adherido a anacrónicas iconografías. Soslayar la existencia de ese cambio es cerrar los ojos a la evidencia y dilatar lo inevitable mientras se continúa insistiendo en mantener el diseño de un mercado que a duras penas sobrevive dependiente casi en exclusiva de la financiación pública de, como he dicho, no todas las disciplinas.

10.1.08

IV Encuentro Peralejense de Pintura y Poesía

Queridos amigos:
Los próximos días 10 y 11 de mayo de 2008 (aviso con tiempo y lo recordaré), se celebrará, si todo marcha bien, el IV Encuentro Peralejense de Pintura y Poesía. No se trata de un encuentro congresual al uso, sino que propone la asistencia de amigos, conocidos y coincidentes con la intención de afianzar la amistad, de conocernos y de reconocernos. Que esos días constituyan un pretexto mínimo para, cuando menos, vernos esa vez cada año y poder, al mismo tiempo, intercambiar impresiones acerca de asuntos estéticos y formales que afectan a aquellas dos disciplinas tan íntimamente unidas; hacerlo, además, imbuidos de un paisaje excepcional (ver enlace peralejos-de-las-truchas en la columna izquierda). El epígrafe titular no excluye a nadie, desde luego; de manera que toda persona interesada en estos asuntos puede participar libremente desde la perspectiva que más le interese: como debatiente o como oyente. De hecho, el Encuentro, aunque propone un tema de debate, se rige por un sistema -cabe decir- asambleario, en el que cada uno participa aleatoriamente.
Para haceros una idea, en los tres Encuentros precedentes, han intervenido poetas y pintores, claro, pero también se ha contado con la presencia de médicos, psiquiatras, editores, libreros, científicos experimentales, fotógrafos, dramaturgos, cineastas, filólogos... y todos aquellos seducidos por la poesía o por la pintura como sujetos de su interés. En las tres ocasiones anteriores se ha discutido sobre el paisaje, el mito y el espacio, respectivamente. En la próxima edición hablaremos de "Pintura, poesía y nuevas tecnologías".

El único requisito que se estable es un gesto filantrópico: la aportación (en todo caso, facultativa, no obligatoria) de un libro de poesía o de un trabajo gráfico que se dona al Ayuntamiento de Peralejos de las Truchas, bajo cuya tutela se constituirán sendos fondos bibliográfico y artístico de acceso libre para sus habitantes y visitantes en las instalaciones que se habilitarán pertinentemente.
El coste por persona y día, en régimen de pensión completa, es de aproximadamente 38 €.
Así, pues, todo aquel interesado puede dirigirse a estas direcciones de correo:

manuelforega@ya.com
elmar@icb.csic.es

A los participantes en el III Encuentro os comunico que, en breve, estarán listas las Actillas.

9.1.08

Más sobre Holan

Los recuerdos de Holan me han traído otros sobre él, y, entre ellos -como le he dicho a Pepe Montero en un comentario infra-, unos poemas de su etapa más beligerante y comprometida como los textos de Rudíj vojíik ("Soldados rojos"), escrito en 1947 o Jeskiné Slov ("La gruta de las palabras"), un conjunto de poemas escritos entre 1932 y 1940. No sé si seré capaz de traducirlos (dieciocho años sin tocar siquiera la lengua checa pueden notarse), pero tengo buena intención y buen ánimo. Si por fin lo hago y, sobre todo, si son presentables, los colgaré primero aquí. Aviso.

7.1.08

Vladimír Holan: Cesta na Kampu. Un recuerdo de hace unos años (Copyleft Creative Commons)

M. MARTÍNEZ FOREGA

En 1980 muere Vladimír Holan. Había nacido en 1905, como mi padre; y murió el mismo año que mi padre. Ambos habrían celebrado su centenario en 2005. Pero lo de mi padre (que fue poeta tardío, y escribió en versos romances la historia de los más de mil apodos que él recordaba de su pueblo -y el mío-: Molina de Aragón) es pura anécdota. Porque mi padre se pasó la vida trabajando y en la calle. Vladimír Holan, en cambio, decidió que sus últimos treintaiún años de vida los pasaría sin salir de casa y escribiendo (“Me recluí en la soledad, clausura que concedía, ciertamente, una gran austeridad de espíritu a mi vida. Se interpretó como un gesto de soberbia. Pero no es verdad, se me entendía mal. La soledad es para mí una condición de la escritura”). Se exilió sin abandonar a su pueblo y –lo que es más importante para la literatura del siglo XX- sin abandonarse. Murió, apopléjico, el 31 de marzo; mi padre, el 31 de mayo, pidiendo papel y lápiz para escribir –y escribió- lo que resultó ser algo ininteligible. Mi padre (Telesforo –“el que habla de lejos”- Martínez) y Vladimír Holan se parecían mucho físicamente: un escalofrío me recorrió todo el cuerpo cuando vi el primer retrato de Holan. Yo había ido a Praga en 1983 (este año, Angelo Maria Ripellino publicaba “Il genio della poesia”, un magistral estudio a su traducción de la holaniana Noc s Ofélií -Una notte con Ofelia-) a estudiar checo en la Universidad Karolina y me pasé el verano pescando unas carpas gigantes en el Vltava navegando en las barquitas de los pescadores praguenses. Regresé, con más interés por el aprendizaje, en 1984, y volví en 1985 (ya había yo bautizado la colección de poesía de Prensas Universitarias de Zaragoza con el nombre de “La Gruta de las Palabras”, traducción literal de un título de Holan: Jeskynĕ Slov). En 1985 conocí personalmente a Clara Janés (compartimos azarosamente mesa y mantel en el Kolej Kajetánka durante una semana), y hablamos, conversamos mucho sobre la poesía checa; sobre Holan y Seifert, y Halas, y Nezval, y Orten. Aquella generación poética fue trascendental en la poesía europea del siglo XX: el Nobel concedido a Jaroslav Seifert reconoció el valor literario de aquel extraordinario grupo de escritores. Cuando Clara Janés me invitó a acompañarla a casa de Seifert, enmudecí; pero quiso la fatalidad que, la víspera de la visita, Seifert sufriera un ataque cardíaco del que ya no se recuperaría. Clara abandonó Praga casi inmediatamente después, no sin antes haberme relatado amenísimas anécdotas de su relación con esa ciudad, con Holan, con la poesía checa... Lo recuerdo: fue un paseo grato desde el barrio de Březnov camino a Kampa, descendiendo por Nerudová, hasta Malá Strana y Karlův Most; aquí, junto a la margen izquierda del Vltava, había un restaurante al que Clara solía ir, pero lo encontramos cerrado. Un poquito más adelante, y a la derecha, una escalinata da acceso a la isla de Kampa. Como Sicilia para Leonardo Sciascia, Kampa es la gran metáfora de Clara Janés: un lugar, un espacio habitado y defendido por la poesía del que no ha desaparecido el ser que lo habitaba. Es morada, estancia, noche, isla y mar en un país sin costas. Y es regreso, música e inabolible paisaje. Se encuentra Kampa más allá de una conclusión vital, más allá de su propio espacio vivido; es el metalugar, un jardín no cerrado, levitación verbal, memoria y alcancía de cada una de sus edades adultas... Allí, junto a una de esas replicantes tallas de piedra pómez negra de Braun, en el Puente Carlos, me mostró Clara una fotografía de Vladimír Holan. Yo debía ver unos días más tarde a Josef Kostohryz, poeta del grupo “cristiano” coetáneo de la generación de Vladimír, y lo vi, en su casa del barrio obrero de Kosmonautů, una tarde entera llena de café turco y cigarrillos "Druzba" y con la discretísima presencia de su mujer Marie Kostohryzová, que se limitaba a servirnos de cuando cuando el café (en mayo de 1987, moriría Josef, y le escribí una nota necrológica en el Heraldo). Juntos lloramos, lo confieso sin rubor, en el momento de la despedida: “Na Schledanou, Na Schledanou”, repetía Josef desde la puerta de su apartamento, desde el rellano de la escalera, desde la ventana de su brevísimo salón. En 1990 Pavel Štěpánek y yo tradujimos sus Mohyly (= Túmulos) en Zaragoza, que aparecería ese mismo año.
Volví, volví una y otra vez a Praga, en el 86, en el 87. En 1989, la Academia de Ciencias Checoslovaca me invitó a una estancia de mes y medio para (entre otras cosas) charlar con algunos poetas checos y entrevistarme con algunas personalidades que, muy poco tiempo después, desaparecerían del elenco nominal del nouveau régime de Havel. Entre ellos, visité a Vladimír Justl, el amigo de Holan, la única persona ajena a la familia que tenía franca la entrada en la casa de Kampa. Justl me confió algunos aspectos de la estética, de la ética y de la personalidad literaria holanianas, en las que era un experto (Bagately I y II). Conversamos en un saloncito de la editorial Odeon –donde, a la sazón, Justl trabajaba- acompañados de Jan Hloušek. Pero no sólo me habló de Holan. Justl entreveraba su conversación con alusiones continuas a Clara Janés: ancho campo para mi curiosidad y para la de Justl, pues supe entonces (Clara no me lo había dicho) que había visitado a Holan en su casa de Kampa, en 1975, y que repitió visitas, y que él estuvo presente... Justl me habló del mallarmeanismo de Holan en sus comienzos, de sus paseos por el realismo, por el comprometido naturalismo social, de su afición a Góngora, de su culminación en un simbolismo tan personal, rico y característico que la poesía checa ya no fue la misma desde entonces. La sombra de Holan sobrevolaba toda la poesía de sus coetáneos y consecuentes; su obra era, pues, causa de la epigonía poética checa tras la muerte del maestro. Me apresuré a traducir siete poemas, acompañados de una presentación, para la revista Turia (número 12, octubre 1989), y en ese volumen (página 118) conservo desde el 89 una hoja de castaño de Indias que recogí en Kampa, junto a la casa de Holan, en 1985. La Academia de Ciencias volvió a invitarme durante un mes en 1990 para exponer algunas opiniones críticas sobre la poesía española última de entonces y la generación del 27. Con la “Revolución de Terciopelo” concluida, Holan había adquirido ya la relevancia pública (que no privada) que se le había sustraído en las décadas inmediatamente anteriores. Todo había cambiado. En la residencia que me dispuso la Academia (Hotel Davidková) conté con las visitas de Ivan Wernisch, de Igor Hellberg, del jovencísimo Lubor Kásal, de los redactores de la revista literaria Iniczály y de los nuevos redactores culturales del diario Rudé Pravo. Se trataba de la nueva guardia. Ya no pude ver ni a Blanka Starková ni a Jan Hloušek en la redacción de Radio Praga. Pero sí; era inevitable encontrar paralelismos entre la Generación del 27 española y la coetánea checa, de la que Holan merecía mención aparte. Hedvika Vydrová me condujo a la Universidad Karolina (donde yo había ido los años anteriores -sin conseguirlo- a aprender checo con Oldrich Tichý y Emil Vejvoda), a su cátedra, y allí pude también hablar de la penetración de Holan en la bibliografía española.
El mundo poético de Holan lo había descubierto Clara para los lectores españoles; hablé de ello con Justl (que quería saber más), y nos remitió –decía yo- a su dominio de la noche, a sus enigmas y fantasmagorías, a sus obsesivas preguntas cuyas respuestas son a la vez posibles e imposibles. Al mantener esa tensión, Clara Janés meritó la obra del checo, pero enriqueció la suya y dio la dimensión auténtica a su excelente sensibilidad y sabiduría como traductora.
Clara tuvo razón. A su gusto y perseverancia debemos el conocimiento de la obra de un poeta como la copa de un pino, y, por no importunar con las citas de su repertorio bibliográfico, dejadme decir que su exquisitez exegética fue fiel, oportuna y afortunadamente correspondida con una exposición en la Universidad de Oviedo (11 octubre a 20 diciembre 2005, a la que siguió la de Alcalá de Henares en enero-marzo de 2006), que recogió su justo fervor y, además, preparó una publicación cuidadísima y hermosa para celebrar el centenario de Holan: Camino a Kampa recoge muy buena parte de la apasionada relación literaria de Clara Janés y Vladimír Holan; un tránsito vital, humano, poético... acompañado de la documentación notarial de esa relación que, jalonada por cuatro visitas y un apunte sobre la muerte del poeta en 1980, continúa hoy, pervive entusiásticamente en el corazón de la poeta y en su obra personal. Se juzgaría sólo cortés un comentario de estas características, así que quiero advertir de la franqueza que encierra la sugerencia de leer ese libro-catálogo (Clara Janés-Vladimír Holan, Camino a Kampa, Oviedo, Universidad de Oviedo, Vicerrectorado de Extensión Universitaria, 2005) y hacerse con el DC que lo acompaña: la voz a capella de Clara entonando "Kampa II" a partir de su manuscrito, aliteraciones en ‘m’, ‘r’, ‘v’, ‘l’, ‘s’... que cantan y hablan del amor, del mar, de la muerte, del arrebato, de vuelos y sueños, de sensualismo y luz en una suerte de síntesis exponencial de esos treinta y tantos años de correspondencia en todos sus sentidos, como así consta, pertinentemente, en el epígrafe autoral: “Clara Janés-Vladimír Holan”.
A la vida y a la obra del poeta estuvo dedicada (hasta finales de octubre de 2005) la exposición del palacio Hvezda en Praga, con el título de una de sus antologías: Guardia nocturna del corazón. En el Instituto Cervantes de Praga pudo visitarse la de Clara Janés, entre el 10 de abril y el 31 de mayo de 2006. No sé por dónde anda ahora (si es que anda) esa muestra, pero ojalá pudiéramos verla un día también en Zaragoza. Si no, podéis, entre tanto, leeros las riquísimas 100 páginas de Clara (La voz de Ofelia, Madrid, Siruela, 2005), en las que relata muchas, muchísimas cosas de las que aquí he citado.

Algunas "Bombas..." (Copyleft Creative Commons)


1. No se vive la vida, sino la muerte.

2. Omnia mors poscit. Lex est, non poena, perire.

3. ¿Eres tú, ciega mujer investida
de autoridad para matarme?

4. ¡Sobremorir!

5. Memoría

6. En coma:

muerto de sueño.

Variante:

Vivir soñando.

7. La muerte me tiene sorbido el sexo.

8. Sé pulcro: Aséate para el rito de conclusión.

9. Amour...mour...ir

Amor... mor...morir.

10. ¿Morir? Disolvivirse.

Algunos "Labios"



ORIENTACIÓN

Navegar por tu boca.
Sólo con tu astrolabio.

MEDITERRÁNEO

Por dos rúbeas olas, ese mar cerrado.

HIPERSINESTESIA

Ver con tus labios:
¡Qué táctil aroma!

ARES Y AFRODITA

Si Venus en tus labios vive,
deja a Marte habitar tus ojos.

1.1.08

Claro interior, de Ángel Guinda, y la intergeneracionalidad

Aunque Octavio dará cuenta precisa del acontecimiento, no quiero dejar pasar aquí la noticia de la presentación en cierto modo privada de Claro interior, el último libro de Ángel Guinda, gracias al sacerdocio de Octavio Gómez Milián, que reunió en el "Mar de Dios" al propio Ángel y a unos cuantos amigos. En la neo Cavern de Tenor Fleta, 8, de Zaragoza, se leyeron textos de Guinda de ese libro, pero también de otros títulos; poemas que a cada uno nos tocó la fibra en algún momento y de cuya vibración quisimos dejar constancia personal. Pero dejadme deciros que, si esa lectura ya fue importante, lo que me pareció a mí sobre todo destacable fue el hecho de con-certar el gusto y la admiración de tres generaciones vivas de poetas en un acto en el que pudo apreciarse que, en efecto, la conexión sin garrampas, la convivencia sin aspavientos y sin críticas puñaladas traperas es lo que dio auténtico valor a la reunión. Ésta es la clave hoy de la poesía aragonesa de los últimos años: que todos nos sintiéramos enchufados a la misma regleta en conectores distintos. Bravo por Octavio; bravo por Ángel, bravos por Ortiz Albero, Vilas, Serrano, Jiménez, Tajahuerce, Ruiz Fleta, Romeo, Castro... y bravo por los que las anginas y el fiebrón supusieron obstáculos insalvables: Gracia, Saldaña, Trinidad... Otros amigos estuvieron escuchando (como lo hiceron en su día Ralf y Florian en el "Cavern" hamburgués): Sarría, Barreiro, López, Sáenz, Reyes, Irene...