18.9.08

Alfredo Saldaña: "Hay alguien ahí"



Presentación

de

Hay alguien ahí
de
Alfredo Saldaña

Colección "Papeles de Trasmoz" de la Casa del poeta

Interviene, además del autor, Manuel M. Forega

Librería Antígona

(c/ Pedro Cerbuna 25)

Jueves 2 de Octubre, 20,00 h.

Zaragoza 2008

La fotografía de Saldaña y Forega en la EXPO (9 agosto 2008) es de Luis Felipe Alegre.

17.9.08

Luigi Maráez: "Phoematrix"



Luigi Maráez, el polifacético artista andaluz, tiene nuevo libro de poemas: Phoematrix, número 29 de la colección Libros de Berna de la underground Lola Editorial.
El volumen estará disponible en la Librería Antígona (única librería del mundo donde puede adquirirse) a partir del 15 de octubre.
Aquí, una muestra:

XIX

¡Al fin! ¡Esto es maravilloso!
¡Nunca pude imaginar estos adelantos! Si mi padre viviera...

Él, que cuando murió madre, no hallaba consuelo.

Y, ahora, te conectas y, por un módico precio,
¡puedes follarte a la muerta! ¡Gracias Matrix!


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En preparación:

-Ana Muñoz
-Pedro Betancur
-Miguel Serrano


Luigi Maráez junto a la escultura de Bécquer (de la que es autor) instalada en las faldas del castillo de Trasmoz.

Luigi Maráez cantando a Bécquer en el VII Festival de Poesía "Moncayo" (Monasterio de Veruela).

12.9.08

EL MULTILINGÜISMO COMO “PROBLEMA” TERRITORIAL DE ESPAÑA



La legitimación de la lengua nativa (o materna) como lengua de uso por sus hablantes resulta un derecho consagrado en la Constitución española de 1978 que, además, prescribe su defensa y fomento y propicia su enseñanza curricular a través de los planes docentes de las Administraciones autonómicas afectadas. También la Constitución española reconoce al castellano como lengua común y establece su co-oficialidad con el resto de las lenguas en los territorios donde ambas convivan. Son ambos hechos determinantes, cuyo contenido jurídico es de obligado ejercicio y que deberían ser siempre mencionados como punto de partida en cualquier conflicto de las características que vienen últimamente sucediéndose. Reconocidos esos derechos no sólo desde la letra de la ley, sino desde la conciencia social y desde los poderes públicos (a los que tal reconocimiento, en principio, se les supone), aquellos conflictos no tendrían por qué haberse producido.
Pero en éste, como en otros puntos, la Constitución española no parece, en la práctica, haber dado satisfacción a todos. Al margen de la obligada proclividad política a emplear en este asunto un lenguaje conciliador, el hecho es que las tensiones por el uso de las lenguas co-oficiales en los territorios de las Comunidades catalana, vasca y gallega, en mayor o menor grado, han ido produciéndose a lo largo de su vigencia constitucional. Es cierto que la percepción de tales tensiones se encuentra a veces estrechamente ligada a su valor o interés mediático y otras muchas resulta coyuntural, dependiendo, sobre todo, de la oportunidad política y como elemento añadido de debate a las luchas electorales.
El legítimo derecho al uso de la lengua propia, sin embargo, no debería necesariamente adherirse al interés estrictamente político, como parece ser la costumbre; ni servir de pretexto estrictamente mediático, como parece argüirse tácita y oportunamente desde los mass media.
A la percepción política de tales tensiones, se opone su percepción social, y no parece que ésta examine el "problema" con los mismos argumentos ni con los mismos objetivos ni, por supuesto, con los mismos intereses. Resulta, en este sentido, paradójico que, mientras el debate adquiere tintes altamente beligerantes en la palestra política y mediática, la inmensa mayoría de la sociedad, de las comunidades de hablantes de esas lenguas, no manifiesta ninguna preocupación subrayable ante fenómeno semejante. Claro que sería injusto soslayar la puntualidad con que se recogen las denuncias y las reivindicaciones de las familias castellanoparlantes sobre la conculcación de sus derechos cuando aspiran a que sus hijos sean educados en la lengua materna, reclamando así, con la misma legitimidad, ese derecho minorizado o abolido, de hecho, en la práctica.
Es necesario advertir en seguida que ese tipo de actuaciones en su doble dirección es radicalmente frecuente en Cataluña, en tanto que lo es menos, o no existe, en el País Vasco, en Galicia, en la Comunidad Valenciana y en Baleares (1). Conviene señalar, también en seguida, que la causa sigue siendo una causa de orden institucional y, por consiguiente, de orden político, puesto que son las instituciones públicas regidas por el poder legislativo autonómico las que exacerban o extralimitan su rigidez. Las leyes autonómicas competentes en este asunto siguen siendo de orden jerárquico inferior a la Carta Magna y, en este sentido, lo que viene apreciándose es una progresiva relajación en la aplicación estricta del derecho que configura la, asimismo, estricta co-oficialidad de ambas lenguas, en este caso, en Cataluña. Esa versión lene de la aplicación de la jerarquía legislativa que compete al Estado central viene manifestándose desde hace años a través de distintos matices que, en apariencia, no afectan a la normal comunicación bidireccional, pero que sí señalan una práctica que privilegia la exclusividad de una lengua y, sobre todo, se manifiesta contraria a la ley. Estos matices son perfectamente contrastables en, por ejemplo, la emisión de cualquier documento público, en cuya redacción es obligatoria la aplicación de la co-oficialidad; en las leyendas y señalizaciones verticales afectas al tráfico rodado, en los documentos-factura redactados por empresas y particulares, o en cualquier rúbrica de información pública cualquiera que sea su contenido.
Pero esta práctica va acompañada de otras que llevan aparejada una medida coercitiva por incumplimiento. La obligatoriedad de etiquetar en catalán los productos en los comercios abiertos al público(2) va acompañada, si no se cumple, de una sanción económica altamente disuasoria. La paradoja se produce cuando la sanción no se ejecuta si las etiquetas no están redactadas en castellano; es decir, que sólo es sancionable la omisión de la lengua catalana, cuando –por mor de la co-oficialidad- sería, en puridad, sancionable tanto una omisión como otra (añádase el mecanismo oficioso de las oficinas de delación lingüística habilitadas por la Generalitat de Cataluña, en las que pueden presentarse denuncias anónimas contra aquellos empleados de la Administración autonómica que utilizan el castellano en sus comunicaciones personales o públicas).
Bajo la misma amenaza de sanción, las instituciones políticas catalanas han emprendido una campaña de "avisos" consistente en sugerir el cambio de la rotulación nominal de los comercios públicos. Baste un ejemplo convencional, documentado y muy significativo. Una taberna(3) del Barrio Gótico barcelonés fue instada a cambiar la ‘ñ' de su rótulo por la correspondiente grafía catalana ‘ny', circunstancia que evidencia, por un lado, una grave defección a la propia originalidad de la lengua (cualquiera que ésta sea) y cuyo gesto encierra en sí mismo la negación a la lengua supuestamente impostora del mismo derecho que se exige a la lengua impuesta; y, por otro, el intento puramente administrativo de modificar un hecho lingüístico cuya raigambre diacrónica resulta insoslayable.
La debilidad de medida semejante es bien visible tras un breve análisis comparativo, ya que debería ser de aplicación a cuantos rótulos foráneos no se ajustaran a la morfología gráfica de la lengua catalana. Debilidad evidente, decimos, por cuanto el límite de esa medida se establece en dos perfiles de imposibilidad muy definidos: uno, el de las lenguas no castellanas(4); otro, el que impone el poder económico y que, por lo tanto, lo salvaguarda ante la contingencia de sufrir el mismo tratamiento. Existe, pues, un criterio jerárquico que incluye o excluye de la aplicación de la norma y de su sanción correspondiente a unos u otros en función de su posición o influencia en un contexto de poder económico(5).
Nos encontramos, entonces, ante la disyuntiva de si la carrera por la implantación de la lengua territorial responde a una finalidad humanista, cultural (en su más amplio sentido), proteccionista (en el mejor de sus contenidos) o, por el contrario, es fruto de los intereses asociados a determinadas parcelas del poder político. Nosotros, sin restar valor a la sincera defensa de las lenguas de expresión, creemos que prima más la adherencia política de este fenómeno y que se emplea con una no oculta finalidad de hipotética dominación.
Pero, con ser cierto –al menos preventivamente-, sería ingenuo permanecer en un análisis tan maniqueísta. Somos de los que creemos que la adherencia de una determinada lengua como argumento electoral todavía proporciona dividendos electorales; somos de los que pensamos que, pese a todo, es imposible sostener la paradoja de que en el País Vasco, por ejemplo, los programas políticos (o cualquier comunicación pública de masas) de los partidos de base idiomática vascuence se expresen y comuniquen en castellano a sus electores; somos de los que sabemos con certeza que la modulación paroxítona de la lengua castellana responde al influjo determinante de la lengua galaico-portuguesa; somos de los que pensamos que esgrimir la lengua propia como elemento identitario es un argumento extraordinariamente débil (o no se dispone de otros); somos de los que pensamos que la identidad cultural y la aspiración a la plena autonomía políticas requieren otros fundamentos más sólidos que la simple identificación con una lengua determinada. Este aspecto ha sido superado por sociedades democráticas socialmente más maduras: basten los ejemplos de Austria y Liechtenstein frente a Alemania; de San Marino frente a Italia; de Luxemburgo frente a Francia; éstos, en cuanto al uso de una lengua compartida. Respecto a una lengua ajena, piénsese en los países nórdicos y en Holanda como comunidades de hablantes que no han manifestado ningún prejuicio a la hora de aceptar el inglés como su segunda lengua.
Por consiguiente, no sólo habrá que considerar los motivos económicos, políticos o territoriales para tratar de explicar la perseverancia en la búsqueda de una identidad, sino que todos ellos están, además, tintados de una pátina histórica que nuestra sociedad no ha sabido todavía difuminar y que influye decididamente en la percepción psicológica del "problema" y en su -a nuestro juicio- insuperado prejuicio iconográfico materializado en exclusiva en lo "español", en lo "castellano".
La coyuntura política española aún no ha madurado lo suficiente como para aceptar que las lenguas son instrumentos no sólo de expresión, sino también de comunicación. Pero esta coyuntura política traslada a la conciencia social un contenido "problemático" cuando ha de abordarse este asunto; cuando -dicho castizamente- hay que coger al toro por los cuernos. De hecho, tanto el Manifiesto(5) en defensa de la lengua común como las críticas que ha suscitado siguen arguyendo motivos políticos; siguen mostrando adherencias ideológicas y siguen asociándose incluso a posturas que defienden no sólo las formaciones políticas en abstracto, sino que se señalan y destacas sus nombres y apellidos en un intento de magnificar o demonizar concluyentemente las posturas pro o anti Manifiesto. Y ello no es sino la reminiscencia psicológica de un pasado reciente de la historia española cuya inercia ideológica sigue empujando hasta no se sabe aún cuándo ni cuánto.
Parece, por lo tanto, imposible disociar de posturas ideológicas el uso, abuso, defensa y agresiones que afectan a las lenguas territoriales y a la lengua común de España. Resulta de ello un fenómeno extrapolado al ámbito político; pero ningún partido político ha reflexionado sobre la posibilidad de someter a consulta pública (como ya se hizo en alguno de los Estados Unidos, por ejemplo) la elección de la lengua oficial de comunicación. Sí se piensa en otro tipo de consultas; sin embargo, y pese a parecer un asunto de gran carga mediática, elemento de disensión o argumento fundamental de disuasión nuevamente política; pese a generar, por lo visto, tensiones sociales y haber alcanzado un grado de sensibilización social más que suficiente, a ninguna institución, gobierno o partido político se le ha ocurrido la propuesta de someter a referéndum el asunto de la oficialidad de las lenguas, considerando que esta medida aclararía mucho las cosas. Porque otra cosa es más que cierta: a los únicos a los que no se les ha consultado sobre este "conflicto" es a los hablantes, que nada dicen, que siguen usando la lengua que individualmente estiman más económica. Y éste es el auténtico derecho irrenunciable. El uso individual de la lengua constituye un derecho absolutamente inalienable y tiene el mismo rango que el derecho a la vida. Mientras no seamos plenamente conscientes de la trascendental dimensión social de este derecho, no comprenderemos su verdadera importancia ni sabremos articular actitudes de respeto, convivencia y entendimiento entre las comunidades de hablantes.
Dicho esto, conviene ahora recordar que existen otros fenómenos y factores intralingüísticos que se oponen frontalmente a las circunstancias extralingüísticas hasta aquí señaladas. Venimos diciendo que el "problema" lingüístico ha abandonado el ámbito del debate filológico que le es propio para instalarse en un plano de discusión fundamentalmente político. Decimos que trasladar el "conflicto" al contexto social o, mejor, a las comunidades sociales de hablantes, constituye un acto artificial de falsa sensibilización; decimos que el eco mediático pone en primera línea de percepción un "problema" que quizá no lo sea. En consecuencia, no acudir al examen puramente lingüístico de este fenómeno significaría quitarle una pata al banco de la discusión. Comencemos por decir que la ciencia filológica todavía no ha refutado (ni existen, por lo demás, ejemplos prácticos que las desdigan) las viejas tesis del lingüista Hugo Schudart (Las leyes fonéticas –1908- y Die Lingua Franca –1916-) en las que, en contrastada síntesis, viene a afirmar que una lengua nueva jamás podrá imponerse ni divulgarse mediante criterios administrativos, salvo que se aniquile o se expulse previamente a los hablantes nativos. La colonización anglosajona de Norteamérica y del continente austral es un ejemplo práctico de la segunda proposición de Schudart; en menor grado (pero de no menores consecuencias) la colonización española del continente americano, también (aunque el guaraní haya conservado su vitalidad y sea, hoy por hoy, la lengua co-oficial, junto al español, en la República de Paraguay). Pero existe un ejemplo actual muy significativo que corrobora la primera proposición del lingüista alemán: Puerto Rico, aun siendo Estado Asociado de Estados Unidos, sigue manteniendo el español como lengua mayoritaria, dinámica y vital pese a la inmersión administrativa del inglés. Otros ejemplos confirman también este hecho: los hablantes alemanes de la región de Alsacia en Francia (frente al francés administrativo), o los del Tirol italiano (frente al italiano administrativo), o los hablantes húngaros de Eslovaquia (frente al eslovaco administrativo). Las repúblicas bálticas de la ex Unión Soviética han conservado con extraordinario dinamismo sus lenguas nativas (lituano, estonio y letón) frente al que fue riguroso dominio político-administrativo de la U.R.S.S. Sin embargo, no es necesario ir tan lejos teniendo dos ejemplos aquí al lado, uno de los cuales venimos citando permanentemente: el catalán mismo y el gallego han mantenido su vigencia a pesar de la inmersión decretista y rigorista del español durante la dictadura de Franco.
Otra de las proposiciones del cientificismo decimonónico atendiendo al análisis de Schudart de las lenguas como "lenguas geográficas", es la división de éstas en dos grupos: "expansivas" y "regresivas". Incluye un numeroso grupo entre las primeras, de las que destacamos el alemán, el inglés, el árabe y el español; y, entre las segundas (más numerosas), cabe destacar el italiano y el francés como más significativas. Lo que añade Schudart a esta división son matices que no hay que perder de vista, entre ellos que ninguna lengua puede atribuirse el sagrado calificativo de incólume. Todas las lenguas se distinguen por sus mutuas contaminaciones, pero unas contaminan más que otras hasta alcanzar el grado de lenguas invasivas frente a las que son invadidas. Las razones son unas cuantas, pero la fundamental radica en el propio carácter de cada lengua, en su personalidad como "ser vivo" y, en ello tiene mucho que ver el hablante: es el hablante el que elige el carácter más atractivo de esas lenguas para expresarse y comunicarse. Ese carácter propio, singular, definitorio de cada lengua se denomina "endodinamismo". Es este carácter y su poder de seducción el que determina finalmente la supremacía de unas lenguas sobre otras. Y esta supremacía la imponen, por fin, los hablantes de nuevo.
Si atendemos a los argumentos de la gramática histórica, aceptados ya como clásicos, inaugurados por el empuje del afán cientificista del siglo XIX, esas tesis adquieren todo su valor. Vale para el caso de España el carácter "expansivo", "invasivo" y "endodinámico" del castellano frente al resto de las lenguas con las que convivía en el período de aparición de las lenguas romances frente al latín. Un dato destacable de esos estudios relativos a la evolución lingüística en la Península Ibérica (Rafael Lapesa, Historia de la lengua española –1981-), es el referido a la expansión del catalán en el siglo XI, lengua que llegó a hablarse durante ese período en toda la franja del Mediterráneo hasta Almería y su paulatina retrocesión hasta sus actuales fronteras, dato que, de nuevo, daría la razón a Schudart acerca del carácter regresivo del catalán. Todas las lenguas sincrónicas importantes de ese período (aragonés, astur-leonés, galaico- portugués, catalán, vascuence...) retrocedieron frente al empuje del castellano. La diferencia con nuestra coetaneidad es que, entonces (siglos X-XV), no existía un empeño administrativo o político por imponer el uso de una u otra lengua; es decir, cada una se defendía como podía (si es que este símil cabe en semejante estado de cosas). Es más: alejados incluso de ese hecho social, las monarquías peninsulares solían encargar a los escribanos la redacción de los comunicados oficiales en latín, lengua entonces de comunicación y que servía como instrumento muy útil para el trasvase de información y de entendimiento europeos. La irradiación monástica y diplomática del latín no pudo, sin embargo, con la fuerza de implantación del castellano, como no pudo con la fuerza de implantación de ninguna de las lenguas vulgares europeas.
¿Por qué el castellano se expandió a lo largo de esos siglos, pese a contar, además, con una importantísima comunidad araboparlante? Las respuestas hay que encontrarlas, de nuevo, dentro de la propia lengua, en su endodinamismo, en su carácter. Es un hecho incuestionable hoy que, de entre todas, resultó ser la más atractiva para el hablante, la que mejor se adaptó a su articulación, la que mejor definía el concepto de economía lingüística connatural a la toda lengua, la que mejores resultados comunicativos proporcionaba y la que pudo configurarse como lengua de expresión literaria(7), aspecto éste no menudo para la vitalidad, supervivencia y singularidad de las lenguas.
Cuando, en el siglo XVII, comienzan a fijarse las normas, estructura y morfología del castellano, nadie duda de que es ésta la lengua (y no otra de las también existentes en la Península) la que hay que normalizar dentro del territorio concebido entonces con una denominación mayestática, la que Felipe II inscribió como "Las Españas". Pero un momento anterior de esta expansión práctica y literaria del castellano resulta no ordinario anotar también; y es que es bien sabido que durante todo el siglo XVI se tildaba de "inculto" en Europa a quien no lo hablara(8).
El cientificismo decimonónico contribuyó no poco, con mecanismos de investigación documental, afán analítico, sabiduría y voluntad, a explicar, fijar, normalizar y examinar la diacronía y sincronía de la lengua española; su etimología, fonética, fonología y causas de su expansión y vitalidad. Cabe decir, por consiguiente, que estos aspectos son sistemáticamente ignorados por quienes invocan una u otra postura "defensiva" o "agresiva".
Algunos lingüistas y académicos de prestigio (los desaparecidos Fernando Lázaro Carreter o Camilo José Cela, por ejemplo) han vaticinado que las tres lenguas que finalmente permanecerán como lenguas de comunicación universal serán el inglés, el español y el árabe, quedando el resto relegadas a su papel de lenguas familiares. Los procesos evolutivos de las lenguas son, desde la perspectiva convencional de nuestro tiempo, desde la percepción individual del tiempo, extraordinariamente lentas; desde la perspectiva del tiempo histórico (el concepto diacrónico que se aplica a su estudio evolutivo), esos procesos son, sin embargo, extraordinariamente rápidos.
El miembro de la Real Academia de la Lengua Española -el poeta catalán Pere Gimferrer-, reúne en su condición de hablante peninsular una singularidad compartida por muchos: el bilingüismo. Quizá por su condición de académico de la Institución española y por ser un escritor en lengua catalana, sea la suya una opinión que deba tenerse especialmente en cuenta. Y advierte Gimferrer que, en efecto, ni los firmantes del Manifiesto, ni sus detractores son lingüistas; ninguno es filólogo. Y, más significativo todavía, es que ningún filólogo y lingüista se haya manifestado ni a favor ni en contra.
En consecuencia, podemos con más énfasis despejar la duda que planteábamos más arriba concluyendo que la lengua, sus leyes, quienes las estudian y las analizan tienen las cosas mucho más claras que quienes la utilizan por y para fines que nada tienen que ver con la lengua propiamente dicha, sino que sus posturas se encuentran asociadas a otros intereses, a otras finalidades que entran dentro de la psicología política, de la cultura del poder, de los argumentos en los que se sustenta la amplificación mediática y sus versiones psicosociales. En definitiva, se trata de un debate que, partiendo de un prejuicio eminentemente ideológico, crea falsas expectativas de discusión, creando un conflicto donde no lo hay, advirtiendo de un "problema" artificial. Las lenguas -cada una de las que conviven en nuestro territorio- seguirán su propia evolución sin que esas tormentas estivales inunden ni ahoguen lo que en su idiosincrasia morfológica y fonológica está dictado.

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(1) La carta remitida por el Govern Balear a la compañía aérea Air Berlin conminándole a emplear trabajadores en lengua mallorquina y a emitir en la misma lengua sus documentos pone en tela de juicio la ponderación que, en este sentido, era habitual en la Islas. Véase también en este mismo blog: http://forega.blogspot.com/2008/06/ay-air-berln.html http:// y forega.blogspot.com/search/label/LENGUA%20CATALANA

(2) Con la misma finalidad, acaba de anunciar el Gobierno Autonómico del País Vasco la elaboración de una norma semejante.


(3) Liberadas de ese cumplimiento se encuentran potentes firmas comerciales como El Corte Inglés, Aguas de Barcelona, o las grandes corporaciones financieras como Banco Bilbao Vizcaya, Caja Madrid, Ibercaja, etc., etc., siendo todas ellas nomenclaturas susceptibles de adaptación a la morfología catalana.

(4) Naturalmente, se omite el nombre por imperativa discreción.

(5) ¿Es posible la modificación del rótulo en casos como McDonal's, Benneton, Adidas, etc., siendo, en cualquier caso, denominaciones tan "propias" como la de la taberna del Barrio Gótico?

(6) Su cita resulta harto sencilla ante la profusión de sus ediciones en diversos medios escritos durante el último verano.

(7) El Poema de Mio Cid, el Libro de buen amor, El Conde Lucanor… constituyen, entre otras, referencias literarias singulares de la capacidad creativa del castellano primitivo.

(8) Los hermanos De Valdés, Juan y Alfonso, pero sobre todo el primero, en su Diálogo de la lengua, dan testimonio de ese contexto psicosocial respecto a la consideración de la lengua española.




Exclusión social en España


La exclusión social como fenómeno sincrónico en las sociedades desarrolladas constituye un asunto que no por su grado de aceptación natural deja de ser paradójico. Este sentido (el paradójico) es el que no llega a calar en la opinión general cuando su análisis se realiza desde una perspectiva profana, no especializada, quedando relegado, así, a su papel de mera coyuntura mediática y, en su caracterización (porque el perfil de los factores de exclusión es diverso), esa misma mediación informativa se limita a tratarlo como un hecho aislado, atomizado, sin profundizar lo suficiente como para llegar a trasladar a la opinión pública su verdadera magnitud. La exégesis sociológica exige que los factores que se presentan como desencadenantes de la exclusión social se aborden a partir de estudios de campo (encuestas), análisis de datos o interpretación de estadísticas. Una penetración científica del manejo de esos repertorios puede llegar a conclusiones objetivas y proponer —si es ése su objetivo― medidas correctoras con carácter preventivo.
Pese a que la información mediática en torno a situaciones de exclusión social resulta, a la postre, parcial, sometida a coyunturas políticas o a procesos de vaivenes económicos, en su conjunto muestra un mosaico suficiente de datos para que el ciudadano exento disponga por fin de un perfil aproximado de ellas y de algunas de sus causas. Un breve análisis de esos datos en seguida pone de manifiesto que la exclusión social se percibe levemente como un problema, aunque como un problema de segundo orden y, desde luego, no más trascendental que el que impone el hábito de percepción de otros como el paro, la inmigración o el terrorismo; de hecho, específicamente expuesto, así, como “exclusión social”, no es percibido como “problema” y ni siquiera aparece como tal en las encuestas institucionales, que ―cabe pensar― no es deducido de las variables sometidas a consulta.
Las sociedades desarrolladas, en cuanto que están basadas desde la edad moderna en un modelo de acumulación de capital mobiliario y patrimonial, se han acostumbrado a convivir con graves desafueros sociales como la pobreza y la delincuencia, hasta el punto de que su existencia es connatural, consustancial, a estas sociedades y su grado de percepción “problemática” no pasa de ser considerado como un “mal necesario”. Resulta, por lo tanto, recurrente que uno de los factores (aunque, naturalmente, objetivo) existente en la base de la exclusión social sea la pobreza. El propio desarrollo de las sociedades que menciono ha ido incorporando lógicamente variables sociales que han ido incidiendo en el aumento de los problemas tradicionales y añadiendo otros paralelos a ese desarrollo. Éstos han ido incrementándose, sobre todo, a causa del paso de un modelo de capitalismo de producción a otro de capitalismo de consumo, trasvase relativamente reciente en Europa y constatable a partir de 1970, pero que en España no tiene un verdadero efecto hasta finales de la década de los ochenta, casi veinte años después. Este capitalismo de consumo abandona el modelo de producción de bienes para aplicarse a un nuevo sistema donde prima la rentabilidad de los servicios, hecho paralelo a un aumento parcial del poder adquisitivo de los ciudadanos y al hartazgo del consumidor por el acopio de objetos. Ya no será necesario disponer de dos televisores, dos lavadoras o tres aparatos reproductores; ni siquiera nos molestaremos en arreglar el pinchazo de la rueda del coche; bastará con llamar a nuestra compañía de seguros; sustituimos un lavavajillas por el viaje a un país exótico, un deporte de riesgo, una aventura o un crucero.
El esquema capitalista de consumo sustituye al esquema capitalista de producción de la misma manera que el capitalismo industrial ha sido sustituido por el capitalismo informacional. Los media, la comunicación, se han transformado en un valor en sí mismos y su producción es la que da sentido a la acción explotadora del capital; pone a su servicio la máxima capacidad del trabajo y en torno a ellas se construyen las identidades de ficción y se proyectan los anhelos del consumo. Este proceso se ha acelerado gracias a la proliferación de las nuevas tecnologías y, sobre todo, a su masificación, a la absoluta permeabilización que la sociedad ha mostrado frente a éstas. Las estéticas icónicas fundan su permanencia paradójicamente en su efimeridad y comportan, a su vez, la atomización de los estilos de vida que, por otro factor paradójico, aquilatan en un todo la heterogeneidad de las experiencias individuales. Los mass media desempeñarán un papel determinante en el proceso de subyugación a la tecnología y a las políticas aplicadas, en este sentido, por el Poder político como mecanismo de modificación de los hábitos de vida y darán contenido al epíteto («sociedad de la información») que definiría la fisonomía social de las dos últimas décadas del siglo XX. Pero la sociedad de la información no surgiría sólo del avance de ese esquema tecnológico expansivo, sino también de la quiebra de sus bases económicas. La respuesta a la crisis fue la reestructuración del modelo económico convirtiéndolo en lo que apropiadamente ha definido Manuel Castells como «capitalismo informacional» [pág. 67], cuyas premisas se fundan en la reducción máxima de los costes de producción a base de descentralizarlos contratando mano de obra barata en otros territorios; en las reconversiones de la industria (siempre traumática, como puntualmente se ha experimentado), sustituyendo la mecanización pesada y la fuerza de trabajo a ella anexa por tecnologías altamente sustitutivas y su inmersión en mercados del sector terciario y en tecnologías de la comunicación; y en la globalización del movimiento del capital constituyendo grupos financieros y empresariales de ambigua definición y gran heterogeneidad de actividades con una gran flexibilidad. Producción y consumo de bienes inmateriales, asociados inmediatamente a las demandas de las sociedades del «bienestar» (la comunicación, la cultura, el tiempo de ocio, las experiencias individuales como estilos de vida) constituirán los pilares del nuevo capitalismo en las sociedades desarrolladas. Una de las perspectivas de análisis de las nuevas tecnologías la constituye su definición específicamente comercial propia de una postura neoliberal, que lo asociaría a la «natural» evolución del libremercado y el uso para sus propios fines, fundamentalmente para su expansión global y, por ende, para la exclusión de sociedades y comunidades humanas que no se adaptaran al nuevo modelo de mercado. Desde esta perspectiva, los núcleos de control y expansión estarían sustentados por los grandes centros financieros y la trabazón en redes creada por corporaciones empresariales multinacionales. Ambos detentarían el control sobre los flujos económicos y sobre la gestión de la riqueza, cuya ejercicio práctico se trasladaría a las instituciones políticas y a su papel de vigilantes estratégicos de los flujos de capital para garantizar la permanencia y desarrollo de los mismos.
Pero no es sólo ese cambio de modelo uno de los motivos, a mi juicio, que agravan, amplían, diversifican y explican el fenómeno de la exclusión. Desde luego que el paso de un proceso de producción de bienes a otro de consumo y de acceso a los servicios rompe la relación tradicional del mercado de trabajo. La primera consecuencia es la destrucción de empleos (reitero las reconversiones industriales) paralela a una mayor tecnificación de la producción que excluye la necesidad de la fuerza de trabajo tradicional y que en España se soporta relativamente gracias a que coincide con un paralelo y significativo estancamiento demográfico, consecuencia, en buena parte, de la tímida, pero ya imparable, incorporación de la mujer al mercado laboral con bajo costo salarial. Otro factor desde luego determinante es la irrupción de aquellas nuevas tecnologías. Se ha pasado de un modelo mecánico a un modelo electrónico. El paso es más que significativo y apenas podemos darnos cuenta todavía de su trascendencia porque aún nos falta profundidad de campo, distancia suficiente para enfocarlo. Sin embargo, las consecuencias han sido inmediatas: la robotización de los dispositivos productivos, la adaptación a esas tecnologías del sector industrial y de servicios (banca, administración…), ha deprimido todavía más el mercado de trabajo, no sólo en su aspecto cuantitativo, sino, y sobre todo, en el cualitativo. El acceso al mercado de trabajo exige hoy una preparación técnica no convencional fundada, sobre todo, en la traslación a la conciencia del ciudadano de un diseño sociolaboral en el que lo necesario es lo pragmático, mientras que las generaciones aún productivas y sus empleadores, arrastrados por la inercia del convencionalismo, han debido adaptarse o desaparecer; a su vez, las nuevas generaciones productivas todavía no han accedido plenamente a esos nuevos dispositivos. El análisis de las problemáticas de la exclusión social debe centrarse no sólo en la patología de los problemas, sino también en su etiología. A este respecto, el diagnóstico en torno a los segmentos de población que sufren con más rigor la exclusión social da como resultado que el sexo, la edad, el nivel formativo, el grado de participación política y social, los colectivos de inmigrantes, su acceso a la comunicación, condiciones sanitarias, etc., constituyen referencias inexcusables. En España, las mujeres, los ancianos y los hogares de mayores de 65 años sin hijos son los grupos más vulnerables a la exclusión y lo son menos los hombres, las personas comprendidas entre los 16 y 44 años y los hogares compuestos por adultos con uno o más niños. Efectivamente, no es explícitamente la pobreza el factor desencadenante de la exclusión social. Su grado dependerá de la confluencia de diversos factores que remiten a la exclusión también en sus diversos perfiles. Esta idea se encuentra en el centro de toda síntesis analítica en tanto el término “social” posee un campo de significación amplio y, a veces, ambiguo. El ama de casa, cuyo trabajo no es reconocido desde una perspectiva puramente social (aunque sí desde la asunción como un hábito “social”), es, sin embargo, uno de los vectores que incide en la exclusión de este amplio colectivo; podría decirse lo mismo de cuantos pensionistas medios españoles disfrutan de un retiro cuyo sustento económico no es determinante para constituirse en un colectivo socialmente excluido; grupos más o menos ideológicamente activos que son rechazados por los esquemas políticos dominantes; y también de todos aquellos grupos de población que presentan distintos grados de dependencia (minusválidos, pensionistas sin familia, etc.).
Pero existen otras causas primarias de los efectos de exclusión social. A las causas que podemos llamar tradicionales en un sistema capitalista y que, en muchos casos, permanecen como tales (digamos de nuevo la pobreza, el trabajo sin remuneración del ama de casa, pensionistas dependientes, parados de larga duración, minusválidos...) se unen las más recientes surgidas a partir del cambio del modelo productivo, de la aparición de las nuevas tecnologías y de la sociedad de la información. Y ello es importante si queremos explicar cómo el flujo inmigratorio en España se encuentra inmediatamente asociado no sólo a su desarrollo económico, sino también a la difusión mediática de ese desarrollo, en la que interviene, efectivamente, la descripción de un modelo de vida idílico, de elección libre de tiempos de ocio y de medios suficientes para su ejercicio: amplísimos núcleos de inmigrantes engrosarán, por ello mismo, el saco de la exclusión, a lo que es necesario añadir las condiciones de absoluta indigencia en que permanecen, los medios que utilizan para llegar a nuestras costas y los efectos secundarios de su repatriación, que también deben asimilarse al efecto de exclusión social. Es importante también si queremos explicar cómo el acceso de los jóvenes al mercado de trabajo exige un margen cada vez más amplio de adaptación psicológica a una situación que es biológicamente antinatural: la independencia y la autonomía económica han incrementado de forma importante el tiempo de su ejecución. Desde este punto de vista meramente psicológico, los hijos que conviven en casa de sus padres hasta edades sorpresivas constituyen un grupo de exclusión social oblicuo.
Los medios de comunicación han dejado de aplicarse, salvo de forma retórica, el calificativo de independiente; es más, ni siquiera ocultan su afiliación a una ideología determinada que defiende o arremete contra el ejercicio político y social del Poder. Hoy, constituyen, además, corporaciones económicas diversificadas con intereses financieros, mercantiles y, claro es, políticos. Hasta qué punto este conglomerado de intereses determina la elaboración y puesta en práctica de políticas sociales y en qué medida favorecen o perjudican esos intereses, es cuestión que escapa con frecuencia a un análisis en superficie, pero que no por ello deja de ofrecer datos seductores para una exégesis en profundidad. El capitalismo avanzado, o “economía de la velocidad”, como prefieren llamarlo otros [Enzo Rullani, 2004, págs 99 y sgtes.] es, hasta hoy, el máximo exponente de la especialización desintegradora del ser individual a la vez que de la especialización globalizadora y creadora de modelos estándar de consumo, y en su raíz se encuentra el concepto de rentabilidad llevado a su grado superlativo. A este respecto, mucho tiene que ver el diseño de una sociedad y de un mercado en los que prima la capacidad técnica sobre cualesquiera otras; un diseño en que el sentido pragmático de la existencia ha ido desvinculando a ésta de sus rasgos más humanos[1], de manera que términos como empatía, solidaridad y otros por el estilo van desapareciendo de la definición ontológica del ser humano, desplazándolo a su exclusiva entidad antropológica; es decir, a su papel productivo y consumista o –quizá más grave- constriñéndolo en los compartimentos de la vulgar cultura del espectáculo televisivo en una especie de multitudinaria y mayúscula catarsis premeditada. Lo preocupante es que semejante esquema de rentabilidad capitalista se ha traslado a la definición del Estado como tutor y administrador de esos valores. Conceptos como “bien común” y “justicia distributiva” han quedado relegados al diccionario retórico del ejercicio político. La administración de la res publica se asocia indefectiblemente a los intereses puros del Poder transitorio de la clase política (que ha sustituido a la antigua aristocracia) y, en consecuencia, todo aquello que se le oponga ingresará, desde otro punto de vista, en el amplio segmento de la exclusión social; por ejemplo, las minorías críticas que se oponen al sistema del capitalismo de consumo y que, pese a fundarse en prácticas sociales alternativas, regeneradoras o paliativas, son excluidas socialmente a la vez que criminalizadas porque son percibidas como un “peligro político” (movimiento “Okupa”, “V de Vivienda”, etc.)
Lo que parece evidente es que las propuestas para dar solución a los problemas de la exclusión social siempre serán insuficientes. Bien está exigir al Estado la elaboración y puesta en práctica de políticas sociales que reconduzcan la situación; bien está que se invoque la necesidad de crear núcleos interdisciplinares que aborden en su conjunto todas las variantes de la exclusión social. Sin embargo, lo hecho hasta ahora muestra que, mientras el Estado financia a entidades colaboradoras enfocadas a paliar esos problemas, o crea instituciones propias con los mismo fines, los problemas persisten debido a que, por una parte, esa financiación y creación son puros maquillajes políticos para ocultar sus arrugas sociales y, por otra, las entidades beneficiarias de la financiación simplemente ejercen un papel caritativo, además de que sus prácticas se encuentran maniatadas por su dependencia económica del Estado. En la ecuación Poder político = intereses económicos ± información, es la sociedad la que sufre las consecuencias y, además, deja sin despejar muchas incógnitas. Sería necesario exigir del Poder político asociado a su propaganda que el problema de la exclusión social se abordara, primero, desde una concienciación general que permitiera percibirlo como “verdadero” problema de las sociedades desarrolladas (en España, país perteneciente al Primer Mundo, ocho millones de personas –no lo olvidemos- viven en el umbral de la pobreza; o, lo que es lo mismo, ¡un quinto de su población! [TrabajoZero, 2001, pág. 8]). Debería exigírsele al Estado un sistema impositivo que ponderara suficientemente las astronómicas plusvalías de las grandes corporaciones económicas, trusts empresariales y entidades financieras de manera que dispusiera de recursos suficientes para aplicar políticas sociales estables y no transitorias. Si los mass media sirven de paraguas, solapa o set de maquillaje del Poder político, debería exigírseles que, para propiciar aquella concienciación general, es necesario enfocar el problema en plano corto y sistemático en vez de ofrecer una panorámica con diafragma abierto en el que todo se ve borroso. Las soluciones deben partir de la asunción del problema, y esa asunción sólo es posible citándolo. La praxis del Poder, en cambio, sistematiza la estrategia de la omisión: lo que no se cita no existe, y esta estrategia da muy buenos frutos a la falaz estabilidad política y, en consecuencia, a la engañosa estabilidad social. Crea grupos de opinión afines a sus propuestas, pero anula el sentido crítico opositor, desde luego lo anula en su propia génesis. La intuición, no obstante, de que algo falla jamás podrá ser solapada. Esto es, precisamente, lo que hay revelar. Poner en evidencia los mecanismos políticos de omisión es el primer paso para la concienciación del problema y, por lo tanto, para comenzar a poner en práctica auténticas y eficaces soluciones.
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[1] Basta echar una ojeada a la Universidad española en su conjunto para apreciar cómo los estudios experimentales o técnicos, es decir, aquellos asociados a un sentido pragmático de la formación se encuentran saturados, mientras que las disciplinas humanistas, no experimentales, las que forman el sentido crítico y, en cierto modo, modelan la percepción positiva del ser humano como tal y no como mero mecanismo productivo, presentan una escasa demanda y, en algunos casos, se encuentran al borde de la extinción.



BIBLIOGRAFÍA

―Castells, Manuel (1999): La ciudad internacional: tecnologías de la información, reestructuración económica y el proceso urbano-regional, Madrid, Alianza Editorial.
TrabajoZero (2001): “Metodologías participativas y acción política”, Madrid, Maldeojo, número 2 (junio).
―Varios Autores (1998): L@s parad@s felices. La asamblea de Jussieu y el movimiento contra el paro y la precariedad en Francia, Barcelona, Virus Editorial.
-(2004): Capitalismo cognitivo, propiedad intelectual y creación colectiva (trad. de Emmanuel Rodríguez López, Beñat Baltza y Antonio García Pérez-Cejuela), Madrid, Traficantes de Sueños.

Carta a la adolescencia poética de Mariano Castro




¡Qué asombro! He leído con imperativa calma, querido hermano sin onomástica, clarividente cada día del año (porque ningún santo puede hacerte sombra ni, mucho menos, asombrarte); he leído, digo, tus poemas adolescentes y los he visto atravesar como flechas el firmamento.
Me digo yo que si escribías eso y así con 17, 18, 20... años —Rimbaud redivivo— cuando casi todos estábamos chupando de las ubres del verbum, ya no me asombran tus presentes precipicios (quiero decir, naturalmente, tus honduras).
Siempre pensé que tu ontologismo poético era una renovación del género (y no basta para desmentirlo la acaso cita de quien tú y yo, ahora mismo, sabemos), que debió necesariamente fundarse, allá en sus orígenes, en la ambigua mezcla de la intuición y de la deducción, en una especie de comunión del caos y la razón con resultado de vida, de perfecto equilibrio raciovital y que, por supuesto y consiguiente, otorgaba a tus poemas el extraordinario mérito de su primigenia conquista, pero de su ocupación apasionadamente civilizada, en la que subyace el impulso numínico, el rapto resplandeciente de la palabra como sola divinidad («¿Quién que es no es romántico?», se preguntó Darío, y, hoy, de nuevo il faut posser la question).
Keats levantaba altares a Pomona; tú, Castro, los deshojarías poniendo labios donde hubo pétalos y frutos; la palabra donde tallos y donde el mármol piedra pulimentada por la erosión de los besos, una erosión constructiva. El mérito es hoy mayor porque, advertido el cambio ¿qué ofrenda sería más hermosa? El mérito es hoy mayor porque re-creas lo que fue siempre tuyo, tu conquista, tu calma, tu indudable duda, no actuando el tiempo sino como cerca de constatación, verja de jardín poblada de enredaderas de ojos: los del otro, los de los otros, los tús con sombras y sin ellas, tus invisibles..., pese al amor en la distancia y la proximidad del amor, ya absuelto, pero visible. Esa cerca rodea ontológicamente a su contrario antropológico y, si Platón, Spinoza, Hegel, Heidegger (y, claro, Husserl) lo pueblan, no es menos cierto que la euritmia de semejante construcción reside precisamente en no asfixiar a quien habita el pensil y que no se cansa de repetir: «conócete a ti mismo y deja la Naturaleza a los dioses.» (Jamás tomes la cicuta —ni escuches su rumor— sino en las dosis razonables). Lo que quiero decir es que, al igual que Kant, creo que lo que acabo de decir respecto a tu palabra escrita constituye un juicio —y permíteme la petulancia— apodíctico; es decir, que el atributo (Poesía) proviene necesariamente del sujeto (Tú). Esto es más patente cuando leo tus poemas de los 70 y encuentro en los 90 su fidelísima prolongación, como un espejo de veinte años de largo y toda tu vida de alto. ¿Cómo, entonces, no reiterarlo: el atributo proviene...?
Pero no todo ha de ser cáliz de sophein. Encuentro tan jóvenes afirmaciones que me estremezco, y esta elevada finalidad de tus palabras me devuelve a la vida y a quienes me miran con los ojos del tiempo, porque el hombre es esto: ser y humano (ontós y anthropós); no puede ser de otra manera para verse y ser visto viendo. Cada trayecto, cada paso sobre él es un parión que señala gradualmente nuestra asfixia, huellas indelebles de nuestro crecimiento verbal y de nuestra mengua en la vulgaridad. Eres tú uno de esos seres que nos lo muestra y nos enseña a conocerlo. Sin embargo, siempre hay unos labios en los que respirar, pese a Cernuda y a la muerte (a quienes tanto quiero). Lo advierto, sí, y lo veo cuando miro hacia atrás y, más adelante, intuyo su certeza.
Que tan jovencísimos versos digan de tu crecido presente tensa cronológicamente el arco del futuro donde —de nuevo— apunta la flecha al espacio dispuesta para —decía Yupanqui— «llenarse de sol» desde el instante mismo en que la azote el rayo. «Dónde la flecha cayó» —proseguía Atahualpa, sin desvelarlo— tal vez fuera un mar, o lo desconocido, lugar incógnito —acaso olvido que se recuerda en blanco—, abismo de la nada, o el norte más extremo; cualquier lugar sería bueno si fuera por ti elegido, aun al azar, pues siempre acertaría la palabra, incluso la imprecisa, señalando un cuerpo, hiriéndolo —cicatriz—, con la precisión incontestable del albur, lenguaje que fecunda la herida abierta, estigma pero signo de la palabra sin duda, instante de iluminación y —nuevamente— asombro. Suena la música. Sueña la música.
Gracias, amigo (por tu juventud y por tu vejez).

Miguel Ángel Ordovás y Las Delicias

Podéis ver aquí la proyección que Ordovás preparó para el ciclo Los poetas tienen la palabra durante su intervención en el Pabellón EXPO de Zaragoza.

11.9.08

Terrorismos





Cuánto cuesta en este país llamar a las cosas por su nombre.
Para la clase política y para las instituciones sociales sólo existe un tipo de terrorismo, el convencional: el terrorismo político, convertido hoy por hoy en una permanente virtualidad mientras no deja de superar con creces cualquiera de sus realidades, bien perseguidas de oficio por los jueces.
Existe otro más, sin nombrar todavía (aunque entra en el saco general de "telebasura"), que me adelanto a llamar terrorismo moral. Pues sí, aparece periódicamente, dentro de la programación de las televisiones privadas, con una desfachatez insultante fundamentada en una muy discutible "libertad de expresión" (la misma que las propias cadenas niegan o cercenan a los emisores de SMSs contrarios a sus contenidos), invocada solemnemente sin pudor y a la que nadie pone coto. Un grupo de verduleras y verduleros, conducidos por un hermoso charlatán, lanzan improperios barriobajeros, puñaladas verbales a los intestinos de quien haga falta y ácidos a la inteligencia elemental. Verdaderos monstruos remunerados generosamente por decir quién tiene el coño mejor afeitado o la polla más grande. Todo ello aderezado con sorteos rayanos en el fraude alimentando la esperanza de obtener un premio fácil cuya consecución una voz aguda o cavernosa celebra acuchillando nuestros oídos por la megafonía del plateau. Claro que el segmento (se dice así, ¿no?) de población al que van dirigidos esos contenidos pone bien a las claras cuál es la formación media de la sociedad española y de quienes la nutren a través de semejante perversidad ética. Léanse, si no, los mensajes incrustados (a costa de pagar un dineral por cada uno de ellos) al pie de la pantalla : "Mariposita te kiero ers la megor"; "no agas kaso a la juanita tu eres mas vuena haber si aora te bas a rajar". Entre tanto, a una de las verduleras se le hinchan las venas del cuello y de la frente a punto de estallar en sanguinolenta parodia gore; a otra se le cae la papada hasta los pies mientras ahoga una frase que acaba de pisarle su colega adjunto: "ese no es el ojebto de la discursión". Otro, que se ha retrasado en sus argumentos, se luce ahora para advertir que, "en base a eso, no podría discutirse nada, pero a nivel de periodismo todo entra en debate". Un fotógrafo reconvertido en verdulero, se atreve con la descripción detallada de las bragas de la Oregón: de encaje blanco, ribeteadas de raso rojo y un lacito frontal de organdí." Lo sabe a ciencia cierta, nadie puede discutírselo, puede dar fe de ello, pues para eso permaneció apostado siete días y siete noches frente a la ventana de la trióloga con ese digno y trascendental objetivo: "Dispongo de esta información en exclusiva... (SMS en pantalla: "viki dale una ostia a ese chulo putas") Mi obligación es decir la verdad". Pues eso: que las bragas de la Oregón son blancas, verdad indiscutible defendida ardorosamente por el energoumenon. Eso cuando no te salen comentando los vaivenes de un trampantojo que hay en no sé qué finca donde guardaba la pasta gansa un ex edil con bigote y vestido con pantalón de cuello alto. Y cosas por el estilo y peores: el guano de las palabras, el vertedero del periodismo que el propio colectivo profesional debería encargarse de incinerar.
Todo quedaría en una farsa si realmente estos programas se diseñaran con ese fin, como un teatrillo de guiñol para unos cuantos aburridos inanes. Sin embargo, no es así; se les dota de gravedad tragicómica, de una seriedad aspirante a los altos vuelos de otros debates de los que pretenden obstinadamente ser émulos velatorios.
Hay otro terrorismo más, pero, como si con ese sustantivo se nombrara a la bicha, las asesorías sociológicas y psicológicas de los gobiernos (ambos evidencian un profundo analfabetismo conceptual en estos asuntos) han recomendado denominar "violencia (relativamente erróneo) de género" (absoluta y espuriamente falso, porque no sabemos qué hacer con el género neutro y con el epiceno) lo que simple y llanamente es terrorismo de sexo.
Todos y cada uno de los enaltecimientos que se suceden dentro de determinados media, en determinados horarios y en determinados contextos relativos al terrorismo moral y al exacerbado machismo deberían ser perseguidos con el mismo rigor y la misma prontitud con que se actúa frente al terrorismo político, y también "de oficio".

6.9.08

Jara y Sedal Pesca


Excelente noticia es la reaparición (tras casi un año de inactividad) de la revista Jara y Sedal Pesca. La reestructuración interna ha dado un positivo resultado con el nombramiento como director de Marcos Víctor Calleja, todo un acierto si consideramos que Calleja posee una larga trayectoria como reportero especializado y una dilatada experiencia como pescador que ha recorrido prácticamente todas las latitudes del globo en esa tarea de encontrar el lugar más más atractivo, el más exótico o el más insólito para el buen aficionado y mostrárnoslo con esplendor. Sus informaciones al respecto han resultado muchas veces determinantes y nos han hecho seguirlo allá donde nos ha sugerido que lo hiciéramos.
Desde aquí quiero darle la bienvenida y desearle lo mejor en esta nueva trayectoria que comienza ahora. Desde luego que por él no será, pues tengo constancia de que es una persona cabal y entusiasta, que hace lo que más le gusta, que sabe lo que se lleva entre manos y posee una gran capacidad de trabajo. Mi enhorabuena. Vaya también mi recuerdo entrañable y duradero, junto a un abrazo, a Rafael del Pozo, sabio piscator entre los sabios, y que ha sido el antecesor de Marcos Calleja en la dirección.

Tipología



En la Noche de juglares de ayer en el Pabellón de Zaragoza de la EXPO—que comenzó con una décima compuesta por Luis Felipe Alegre en defensa del poeta, del juglar, y velada crítica (velada para los despistados; nítida para los inteligentes) sobre el trato indiferente de la Administración "cultural"—, hubo para lo clásico y para lo moderno (que, ahora, resulta ser lo clásico, como siempre ocurre en esto del vaivén cíclico de la estética). Hubo para lo clásico con Arelys Espinosa y Carmen Orte en la guitarra y las canciones; para lo moderno clásico (permitidme la autocita) con los poemas decadentistas de mis Labios y la firme apuesta por la recuperación de la preceptiva con mis Bombas fúnebres. Y hubo para lo de siempre que, como una corriente subterránea desde el primer barroco hispánico (todos tenemos a Quevedo en la cabeza; pero no nos engañemos: Góngora también, y Vélez de Guevara, y Cervantes, y Juan Rufo, y, luego, los Moratines, padre e hijo, y Torres Villarroel, y, más tarde, Larra, y Vallé-Inclán...) sigue conservando el atractivo satírico del tipo. Carlos Malicia y Ernesto Cossío (que es otro "tipo" estupendo) nos entregaron el retrato acabado del tonto, la fea, el sastre, el consumidor cumpulsivo, el guiñotero... con esas letras de inteligente y virtuosa construcción que parece imposible poder darles ritmo, ni meterles el diente de la armonía.
Lo pasé de puta madre arriba y abajo. Eché de menos a Javier "El Clemente", aunque me encontré con la Lolita, una amiga del curro, amante como pocas de los versos, acompañada de su Julio en septiembre.
¡Viva Luis Felipe! Porque no sólo da lo que tiene, sino que, encima, lo entrega con generosidad, gusto y arte con su Silbo Vulnerado.

Las fotografías son de Alba Martín Saura.

4.9.08

Noche de Juglares


Mañana, día 5 de septiembre de 2008 (y como ya anuncié en el post de 28 de agosto) tiene lugar en el Pabellón de Zaragoza de la EXPO la última Noche de Juglares de esta temporada. Será a las 20 horas e intervendrán el gran cantante satírico Carlos Malicia, la guitarrista Arelys Espinosa, Carmen Orte y Luis Felipe Alegre. Como sabéis, El Silbo Vulnerado es el promotor de estas Noches con solera y ha tenido a bien invitarme a participar. Lo haré con la proyección del audiovisual Bombas fúnebres y con la lectura de unos poemas inéditos de mi próximo libro con el que me sumo al simbolismo y al decadentismo. Su título: Labios, del que dejo aquí dos muestras:



ORIENTACIÓN

Navegar por tu boca.

Sólo con tu astrolabio.

***

BREVE ENSAYO DE ECOLOGÍA INSTINTIVA O CITA NATURAL DE UN NEXO CALAMBURESCO

Labiosfera

2.9.08

Espoleta


Queridos amigos:
Por su expreso deseo, copio aquí el texto que Ricardo Díez me envía con propuestas concretas en torno a la descentralización de la poesía y sobre algunas acciones susceptibles de poner en marcha, cosa que le agradezco.
Se abre así el debate en estas página, pero que continúe también en otros cenáculos, en todas las ecclesia, con todos los acentos y tonos.


COLECTIVO ESPOLETA:


El colectivo ESPOLETA nace de un impulso y de una pregunta. La pregunta es la siguiente: ¿Hay vida en Zaragoza después de la Expo? La respuesta es obvia y el impulso es el de espolear la vida cultural en Aragón y, a ser posible, hacer que su onda expansiva llegue a todos los rincones de nuestro entorno vital.

Queremos aprovechar el impulso unitario y la dinámica de acción lograda con el esfuerzo de muchos durante mucho tiempo, que se ha materializado en acciones como el programa “los poetas tienen la palabra”, y sacar la poesía a la calle, aunque no sea primavera…

Creemos que la poesía es algo más que un género literario o un medio de expresión escrita. Sostenemos que es una forma de vivir, de sentir, de pensar… Creemos que, al que la desarrolla, le otorga herramientas para aprender, comprender y revelar. Y que, por tanto, difundir el uso de esta emoción y de este orden del lenguaje es un deber de aquellos que creemos en el desarrollo del colectivo humano.

Por tanto nos proponemos:

1.- Promover la asociación de poetas y editores de poesía con el único fin de difundirla en las periferias, bien se trate de barrios de Zaragoza u otras localidades de Aragón.

2.- Promover la poesía entre los más jóvenes promoviendo el concurso literario: “22 voces” (en claro homenaje a los poetas que saben de guarismos y calendarios…) para menores de 22 años y cuyo premio debiera ser la edición de un libro con el ganador/a y algunos finalistas. Este concurso no estaría dotado económicamente. La dinámica de selección debiera ser descentralizada, siendo los poetas de cada barrio los que eligieran su respectivo candidato/a al premio, y repartiéndose entre éstos y otros poetas los textos que puedan llegar desde otras poblaciones de Aragón, para que haya candidaturas ajenas a la capital.

Esta promoción de la poesía entre el sector más joven debería completarse con su colaboración en la lectura poética en Universidades y Centros de Enseñanza.
Sería, pues, objeto de esta asociación participar en las “Semanas Culturales” o la promoción del “Día de la Poesía” en los centros educativos de Aragón.

3.- El colectivo se compromete a proyectarse en la calle con diferentes acciones públicas, programando lecturas y encuentros a lo largo de todo el año, descentralizando así también las fechas habituales e institucionales para la cultura.

La descentralización ha de ser también organizativa, razón por la cual ser miembro del colectivo llevará consigo la obligación expresa de ser responsable o cooperante en la organización de algún evento dentro de un ciclo cuya duración se fijaría en 2 años.

4.- El colectivo se presenta como membrana permeable y no como núcleo duro de adoctrinamiento y salvación del resto de los mortales, motivo por el cual sus actos deberán invitar a la participación de otros y a la aportación de iniciativas.

5.- El colectivo se propone, asímismo, imbricar la poesía en el resto de las cosas y, por tanto, interactuar con tantas más realidades como le sea posible: (poesía en el bus, poesidanza, poesía en el super, poesía-jogging…, en fin, acciones por definir).

6.- Como “detonante” el colectivo ESPOLETA promueve 2 actos de presentación:
El primero de ellos tendrá lugar en el Centro Cívico Almozara y el segundo, muy probablemente, en el Centro Cívico Torrero-La Paz.
En el primero de ellos, que tendrá lugar en torno a la festividad de todos los santos, y su programa se acercará al siguiente:

1.- Presentación del colectivo y su programa de actividades y compromisos.
2.- Lectura de poemas “Suma y Sigue”: Se trata de que cada poeta vaya subiendo a la mesa con libros (propios y ajenos) leyendo textos escogidos y compartiendo con la audiencia el porqué de esta elección y depositando los libros en la mesa. Al término de las lecturas individuales comenzaría la jam session poética en la que arbitrariamente y sin orden establecido, cualquiera podrá subirse al escenario a leer, declamar, interpretar, parodiar, gritar, cantar o recitar el poema que quiera o seleccione de la pila de libros.
Se procurará tener acompañamiento musical, no siendo esto imprescindible (DJs o música en vivo, preferentemente).
3.- Actuación poético-musical, en la que se trataría de contar con algún canta-autor local (véase Carlos Malicia, por ejemplo).
4.- Recogida de ideas para el próximo evento. Cierre del evento.

El programa y fecha del segundo evento se programará a partir de las iniciativas recogidas en el primero.

El flyer es también de Ricardo.

Fotografías de Columna Villarroya



Anonimatosis


La fotografía es de Leónidas Martín Saura.

1.9.08

VII Festival Internacional de Poesía "Moncayo": Bécquer

En Litago, pregón y Trapecismo para comenzar. El VII Festival Internacional de Poesía "Moncayo" fue otra vez una fiesta por todo lo alto. Gratificaciones, porque todo fue grato gracias al empeño de Trinidad Ruiz Marcellán (no sé cómo lo hace) y a su numeroso grupo de Colaboradores que tiene muy cerca y a un grupo de amigos de los de verdad que le echan muchas manos (Marcelo sobre todo; pero Nati, Moisés, Gonzalo, Chari, Tere, Sofía, Pili, A Borina Moncaína, El Embrujo de Trasmoz...) Se trata de un Festival participativo, en el que no se excluye a nadie; es un Festival para la comarca, que, en sus anteriores ediciones y en ésta, ha recorrido cuantos lugares le ha sido posible, cuantas toponimias ciñen el Moncayo en esta parte de Aragón: Trasmoz, Litago, Tarazona, Novallas, Vera, Veruela... Tiene, pues, ese afortunado rostro popular que tanto seducía al poeta que este año ha sido, con mérito más que legítimo, recordado y reivindicado (¡como si hiciera falta! Pues, sí; últimamente, parece que sí hace falta): Gustavo Adolfo Bécquer.
Para Bécquer han sido los honores. La fuente española de la poesía moderna manó unos días más que nunca no sólo a través de las lecturas que en el templo del Monasterio de Veruela hicieron los poetas en diversas lenguas (flamenco, búlgaro, húngaro, turco, vascuence, y en las sedosas voces castellanas de Geraldine Hill y Ana Esteban), sino con la presencia activa de cinco poetas llegados de Bélgica, de Bulgaria, de Madrid y de Zaragoza para enseñarnos su propia obra: Zhivka Baltadzhieva, Germain Droogenbroodt, Ana Muñoz, Agustín Porras y Manuel Vilas (me gusta más este "formato" reducido de poetas: dejan un mayor sedimento; quedan más palabras suyas impregnando el aire; muestran así un perfil más acabado de su fisonomía literaria).
Este VII Festival contó, además, con un acontecimiento extraordinario resultado del esfuerzo del escultor, músico y poeta Luigi Maráez. Él puso el trabajo, la inquietud, el empeño de construir una obra escultórica que figura ya para siempre en las faldas del castillo de Trasmoz, no lejos de su cementerio: un Bécquer sentado, vaciado en bronce, con reloj de cadena, libro y bastón. Aunque no se ha llegado con mucho a sufragar el gasto mediante las aportaciones desinteresadas de los amantes de Bécquer y de la poesía, es preciso no ignorar a todos cuantos sí dieron muestra de su generosidad (algunos de su munificencia) que se solicitaba a través de la página web abierta al efecto. Luigi Maráez no fue sólo el autor de esa obra; fue también el músico invitado junto a su inseparable Âlime Hüma al piano, y cerraron esta VII edición (que se abrió el día 25 de julio en Tarazona con la conferencia inaugural de Ángel Guinda sobre la poesía de Gustavo Adolfo Bécquer) con un concierto que tuvo como digna causa los poemas del poeta sevillano musicados por los propios Luigi y Âlime. Una edición excelentemente conducida por María José Moreno y que cuenta con una instalación artística de Luigi Maráez en el Museo del Vino de Veruela; que vio subir al escenario a Kike Reyes (violín), Ana Segura (piano), Carmen Franca (flauta travesera), Angie Ruiz Forés (voz); que acogió la proyección del audiovisual Gustavo Adolfo Bécquer de Leónidas Martín Saura y dio forma a la edición en los "Papeles de Trasmoz" de la Carta tercera de Bécquer con magnífica presentación de Jesús Rubio, uno de los más sensibles especialistas en la obra becqueriana.