13.1.09

No hay labios como tus besos: 4



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(Viene del post del día 4.01.09)

Decía, amigas queridas, que no sé hasta qué punto es conveniente revelar los secretos de la escritura, de la escritura física, de la obra coyuntural en construcción y esas cosas que se aducen cuando uno «está escribiendo un libro». Por pudor (otros motivos nunca llegaría a comprenderlos), no se dice sino a unos cuantos amigos muy allegados (yo no suelo decirlo ni a ésos); sin embargo, ¿qué razón existe para ocultarlo? —me pregunto. El quid radica en el sustantivo, en el objeto directo «libro»; éste es la máxima conjetura por su incertidumbre y porque lleva aparejada cierta pretenciosidad que el rubor se obstina en esconder.
Pero ahora tengo hambre. Tengo hambre. La continuidad de «mi libro» depende de unos cuantos labios para mis besos (da lo mismo decir unos cuantos besos para mis labios): Labios es el título de mi libro y, obsoleta la inextricable planta piloto de la invención, resulta en estos momentos imperativo acudir a la tangible realidad, la que proporciona un plus que vrai a la experiencia para extraer de ella razones (otras razones) para continuar escribiendo ese libro.

(Continuará...)

8 comentarios:

Javier López Clemente dijo...

Le veo Criptico, y yo, por mucho que me empeñe no me veo aplicando mis labios a los suyos, o viceversa.

:-)

Salu2 Córneos.

Manuel Martínez Forega dijo...

También yo tengo mis cosicas, Javier, por eso se dirige sólo a las chicas.
Es críptico porque estamos a mitad de camino entre lo que se explicó en tres posts anteriores y los que quedan por colgar. Pero tu presencia como público sería muy bienvenida y mejor llegada.
Abrazos.

Anónimo dijo...

joder, los tíos no podemos pillar cacho-forega!!!
que´ruina

Manuel Martínez Forega dijo...

Juan Luis: será en febrero, habrá carnavales. Todo puede ocurrir con tanto disfraz.

Anónimo dijo...

Besos, besos, besos...

Allí estaré!

Anónimo dijo...

gracias manuel por pasarte.

lo que tratamos es
en lo que cada uno en su ciudad y buenamente pueda
se organice para ese día
y dar un grito común y unitario
contra esta masacre incomprensible.

saludos

Anónimo dijo...

Ay forega, si yo fuera mujer
qué besos te daría.
La tersa mejilla,
el labio refugiado
en la catarata experta
de tu perilla, quizá
la despejada frente
o un capricho divertido
en la punta de tu nariz.
Te besaría, Forega,
con desdén o con pasión,
ósculo casto de hermana
o cuchillo de saliva
con posos de sexo y muerte.
Mas Forega, ay, no soy mujer
sólo me queda decir, Manuel
¡Qué besos te daría!

Manuel Martínez Forega dijo...

¡Qué pasada, tío!
Eres el ánimo mejor,
el beso en el vacío,
la pasión escondida,
el latido mediador,
el anhelo enmudecido,
el desdén (con el desdén),
la fiera y su quejido,
el arrebato atrevido.
Y, al borde del precipicio,
mi salvación.
Porque tías, hay;
pero no sé qué harán ni como son.
Apúntate, amigo mío,
aunque sólo sea como espectador.