30.1.09

Juan de Tassis, conde de Villamediana: Homicidio


Juan de Tassis, Conde de Villamediana, murió asesinado en Madrid en 1622, en la calle Mayor: «sucedió el domingo pasado a prima noche, 21 de éste [agosto], viniendo de Palacio en su coche...», nos recuerda un Góngora desolado. Su muerte dio pábulo a la leyenda: «Mis amores son reales», oíanle decir; y doña Isabel de Borbón, la reina, viéndole lancear en una corrida de toros, manifestó: «¡Qué bien pica el conde!», a lo que el rey contestó: «Pica bien, pero muy alto». El anecdotario es prolijo. De él se desprendería, sin embargo, que el amor del conde era correspondido por la esposa de Felipe IV, y éste, por ello mismo, lo mandó matar. De la lectura de su obra se deduce, no obstante, otra cosa: que el amor de Juan de Tassis no es atendido. Se constituye en lo que el barroco denominará un amor «homicida»; es decir, el amante no es amado, con lo que la exigencia estética neoplatónica en su corazón se frustra y se derrumba. Villamediana sufrió lo que no podía sufrirse entonces: convertirse en un homicida. Pero ¿por qué ese amor no obtuvo respuesta? Ramírez Fariñas (esbirro que la realeza tenía para desempeñar misiones «delicadas») habla del delito de homosexualismo que se habría probado al conde y por el que habría sido asesinado.
Escribe el finado: «Si facilita amor de mi "osadía" / el alto fin, si mi esperanza veo / cumplida del más "lícito deseo" / que atenta voluntad porfía...» El amor barroco no puede ser osado, pues requiere correspondencia y voluntad de amar en los amantes. La «osadía» del conde sólo puede explicarse si persigue un amor que era entonces inconfesable: «mis ojos verdaderos son corriente, / dígalo amor que os rinde francamente / "la parte que es más propia y menos mía"». Villamediana valoró siempre la falta, la oposición a las normas sociales barrocas (como el pueblo de su siglo), la rebeldía contra lo dictado y lo impuesto, contra el canon amoroso de una época espléndida en busca de una nueva iluminación. La asunción, la creencia en esta pesquisa lo llevan a adoptar una actitud militante en defensa de su arriesgada heterodoxia, ya que Juan de Tassis no hizo el menor caso al confesor Zúñiga cuando éste, minutos antes de ser apuñalado, le advirtió del peligro que corría. Qué hermosa rebelión, qué lección la del conde, inclinado a la inmoralidad, al sentido crítico, aunque también —y consecuentemente— al desengaño y a la melancolía. Él fue el precursor de la valiente y admirable ruptura naturalista que reaccionaba contra el realismo del siglo XVI. Me gusta el conde.

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