Negras tormentas agitan los aires,
nubes oscuras nos impiden ver...
Contra la crisis, barricadas.
El Banco de España financia a la banca privada y la banca nos sube los intereses; los empresarios piden -¡cómo no!- moderación salarial y la inflación no para de incrementarse; la banca y las grandes corporaciones industriales multiplican exponencialmente sus beneficios y nosotros pagamos casi los mismos impuestos que ellos; nos suben la luz, el gas, el agua, las basuras, los IBIS, nos cosen a multas sin sentido porque la Administración ocupa y explota el espacio público… El solvente Solbes se esconde guiñando el ojo al cargo que ocupará cuando deje de diseñar políticas económicas prograncapitalismo; los sindicatos (verdaderos ministerios abarrotados de liberados) guardan silencio y siguen negociando contratos a la baja, a ras de suelo.
Contra la crisis, barricadas.
Además de la manifiesta, la verdadera crisis es una crisis de conciencia, una crisis de reflexión. La sociedad tecnificada casi ha barrido al humanismo mientras la política se ha profesionalizado a base de aniquilar en sus principios y en sus discursos los valores ontológicos y de abolir de la gestión administrativa de la riqueza un argumento fundamental: la justicia distributiva.
Contra la crisis, barricadas.
Lo que verdaderamente urge ahora es una respuesta social que asuma definitivamente como asunto beligerante y legítimo sus razones materiales y, por ende, vitales: vivienda, desempleo, impuestos, educación, trabajo, inmigración… Y ha de constituirse en una movilización de base exclusivamente social, de contenido esencialmente humano, no política, no sindical. Una respuesta al margen del dirigismo de los partidos políticos y de las obvias y anacrónicas consignas de los sindicatos. Lo que se reclama es la manifestación por todos los medios de una angustia colectiva que signa definitivamente el cada día de los individuos que ya no se identifican con la moderación de la disciplina ideológica ni con la protesta coyuntural dirigida, sino con su propia cotidianeidad crítica, la cual resulta ser análoga a la de su vecino, a la de su colega de pupitre o a la de su compañero de trabajo.
Contra la crisis, barricadas.
Esa respuesta está en la calle; está en la desobediencia civil, está en la agitación de la capacidad empática de las conciencias.
Hasta aquí hemos llegao; esto se ha pasao de castaño oscuro.
Contra la crisis, barricadas.
El Banco de España financia a la banca privada y la banca nos sube los intereses; los empresarios piden -¡cómo no!- moderación salarial y la inflación no para de incrementarse; la banca y las grandes corporaciones industriales multiplican exponencialmente sus beneficios y nosotros pagamos casi los mismos impuestos que ellos; nos suben la luz, el gas, el agua, las basuras, los IBIS, nos cosen a multas sin sentido porque la Administración ocupa y explota el espacio público… El solvente Solbes se esconde guiñando el ojo al cargo que ocupará cuando deje de diseñar políticas económicas prograncapitalismo; los sindicatos (verdaderos ministerios abarrotados de liberados) guardan silencio y siguen negociando contratos a la baja, a ras de suelo.
Contra la crisis, barricadas.
Además de la manifiesta, la verdadera crisis es una crisis de conciencia, una crisis de reflexión. La sociedad tecnificada casi ha barrido al humanismo mientras la política se ha profesionalizado a base de aniquilar en sus principios y en sus discursos los valores ontológicos y de abolir de la gestión administrativa de la riqueza un argumento fundamental: la justicia distributiva.
Contra la crisis, barricadas.
Lo que verdaderamente urge ahora es una respuesta social que asuma definitivamente como asunto beligerante y legítimo sus razones materiales y, por ende, vitales: vivienda, desempleo, impuestos, educación, trabajo, inmigración… Y ha de constituirse en una movilización de base exclusivamente social, de contenido esencialmente humano, no política, no sindical. Una respuesta al margen del dirigismo de los partidos políticos y de las obvias y anacrónicas consignas de los sindicatos. Lo que se reclama es la manifestación por todos los medios de una angustia colectiva que signa definitivamente el cada día de los individuos que ya no se identifican con la moderación de la disciplina ideológica ni con la protesta coyuntural dirigida, sino con su propia cotidianeidad crítica, la cual resulta ser análoga a la de su vecino, a la de su colega de pupitre o a la de su compañero de trabajo.
Contra la crisis, barricadas.
Esa respuesta está en la calle; está en la desobediencia civil, está en la agitación de la capacidad empática de las conciencias.
Hasta aquí hemos llegao; esto se ha pasao de castaño oscuro.
Contra la crisis, barricadas.
Mens agitat molem
3 comentarios:
Totalmente de acuerdo. A las barricadas. A la revolución. Ya basta de podredumbre y corrupción mientras millones de seres humanos mueren de hambre.
Revolución boca a boca, de persona a persona. Revolución con nuestras armas: la pluma y la palabra. Valoración de lo trascendente y esfuerzo para convencer...
Un abrazo.
Tú lo has dicho, Miguel Ángel, y, además, con enjundia. ¡Adelante!
Estoy de acuerdo. Estamos todos empobrecidos. Más de la mitad de los trabajadores españoles son mileuristas. Ya es casi imposible la supervivencia.
Lo que yo haría sería sacar el dinero de los bancos en masa, como señal de protesta, aunque sea un par de días. Aunque se dejen recibos atrasados.
Es la mejor protesta y la que más duele, creo: la financiera.
El problema es convencer a la gente de que lo haga. Pero pronto tendrán ya poco que perder y se apuntarán a un bombardeo.
¡A las barricadas!
Publicar un comentario