Rosendo Tello se confesó ayer, en la presentación de la primera parte de sus Memorias, adepto a los poetas jóvenes que ha conocido aquí, en la ciudad que habita para nuestra fortuna. Dijo que aprende de ellos, y que escriben poemas estupendos. No basta con ponderar estas palabras de Rosendo (que suscribo). Lo que hay que decir de Ronsendo Tello es que, diciendo lo que dice, agranda más su figura de sabio indemne, y nos da muestra mayúscula de que la modestia sigue siendo el síntoma más revelador de la inteligencia. La que nos falta a muchos que nos envanecemos por nada y a la nada tiramos un esfuerzo que se encuentra en el fondo humano, esencialmente humano, mostrado ayer —pero lo hace siempre— por el poeta mítico de Consagración al alba, de Meditaciones a medianoche y de tantos libros que nos enseñan el camino de la vocación y de la convicción poéticas.
Doy las gracias a Rosendo porque la sencillez de sus palabras ha dilatado, más si cabe, mi cariño y porque sé que ha sacado los colores a muchos papanatas y a más narcisos.
Luis Felipe Alegre leyó magistralmente (¡cómo me gusta Luis Felipe!) un fragmento de esas esplendidas Memorias editadas por Prames, y José Luis Melero (¡y cómo me gusta José Luis!) certificó de nuevo su hondura intelectual y su maestría en estas lides.
Gracias a los tres: porque me reí mucho y aprendí mucho.
Doy las gracias a Rosendo porque la sencillez de sus palabras ha dilatado, más si cabe, mi cariño y porque sé que ha sacado los colores a muchos papanatas y a más narcisos.
Luis Felipe Alegre leyó magistralmente (¡cómo me gusta Luis Felipe!) un fragmento de esas esplendidas Memorias editadas por Prames, y José Luis Melero (¡y cómo me gusta José Luis!) certificó de nuevo su hondura intelectual y su maestría en estas lides.
Gracias a los tres: porque me reí mucho y aprendí mucho.
(La fotografía es de Pepe Verón).
2 comentarios:
Totalmente de acuerdo, querido poeta...
Un abrazo
Eres, Miguel Ángel, el mejor y más atento comentarista.
Un abrazo.
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