31.1.09

No hay labios como tus besos: ...y 7 (coda completa)

Queridas amigas:
He pensado que quizá haya algunas (¿cómo lo veis?) mujeres dispuestas a besarme concediendo a su gesto el valor más personal y, a su elección, uno (o varios) del heterogéneo abanico de matices donde escoger. ¿Qué me decís, mujeres a partir de 18 años?
Pero, ¿por qué este de sopetón inicial?
Porque se me acaban los argumentos. Es mucho decir que estoy "escribiendo" un libro, pues esto de escribir es siempre una conjetura sujeta a múltiples contingencias. A mí me ha pasado: deslizándome por la pendiente de la ideación, he llegado al término de mis ideas. Creo haber agotado las apotegmas, la iconografía, los símbolos, la incursión en un cierto decadentismo e incluso la transcripción falaz de una supuesta realidad reconocible en la palabra pero más sospechosa aún de ser atestiguada en la experiencia. Se me ha acabado el silencio, el concepto, el minimum minomorum expresivo, la hibridación estilística, la radiación lumínica del bombillazo en el bus o en el inodoro. La relación catalográfica de los hechos (ese pseudoperiodismo recurrente) también la he agotado; la descripción de la obviedad, la pretendida epifanía del interior conflicto y hasta el secular misticismo onanista.
Ahora, que ya soy mayor, que he visitado esporádica y muy brevemente los cimientos de las torres de Nerval y de Nietzsche y la atalaya de Montaigne, ¡necesito carne! He rebuscado en Gracián, en Stirner, en Hölderlin, en Novalis, en Celan y Holan, en Góngora y Spinoza; acudido a Leibniz y Hegel, Aristacles y Virgilio; he pedido ayuda a Garcilaso y al espurio Ossián; Girondo me ha dado la espalda; Valéry me ha dicho que vuelva luego (no sé cuándo); Borges se ha quedado conmigo. He enviado cartas a Chatterton, Dickinson, Bataille, Biedma, Goethe... y unos cuantos e-mails a De Cuenca, Colinas y Guinda... Me he dirigido, pues a los "verdaderos" dioses. Sólo Hermes me ha respondido, y ya se sabe cómo las gasta este inclemente secretario: enigma o silencio.
No sé hasta qué punto es conveniente revelar los secretos de la escritura, de la escritura física, de la obra coyuntural en construcción y esas cosas que se aducen cuando uno «está escribiendo un libro». Por pudor (otros motivos nunca llegaría a comprenderlos), no se dice sino a unos cuantos amigos muy allegados (yo no suelo decirlo ni a ésos); sin embargo, ¿qué razón existe para ocultarlo? —me pregunto. El quid radica en el sustantivo, en el objeto directo «libro»; éste es la máxima conjetura por su incertidumbre y porque lleva aparejada cierta pretenciosidad que el rubor se obstina en esconder.
Pero ahora tengo hambre. Tengo hambre. La continuidad de «mi libro» depende de unos cuantos labios para mis besos (da lo mismo decir unos cuantos besos para mis labios): Labios es el título de mi libro y, obsoleta la inextricable planta piloto de la invención, resulta en estos momentos imperativo acudir a la tangible realidad, la que proporciona un plus que vrai a la experiencia para extraer de ella razones (otras razones) para continuar escribiendo ese libro.
No deja de ser un experimento en el que la realidad, la praxis estética y el motivo pueden contribuir, en su morfología performáncica, a la construcción de un objetivo del que se excluye el fundamento moral, pero que sustenta —creo— una notable carga dramatúrgica elemental y formal; es decir, escenográfica, sin acotaciones (en todo caso, la acotación sería este texto mismo), con la salida simultánea de los dos personajes a un escenario nunca el mismo (o sí), sin palabras; sólo gesto, un gesto cuya definición esencial es "hermoso". Un beso...

No hay labios como tus besos: 6 y...


6

Será en la FNAC de Zaragoza (Plaza España), el día 14 de febrero, sábado, a las 19:00 h.

30.1.09

Y Dios en el espacio


«Sí, mi Destino es inmortal y yo, que aquí lo escribo, seré inmortal igual que mi Destino». El mejor Juan Ramón está en Espacio, en esa tarea creadora que transforma el mundo en templo, en liturgia la palabra y el poema en rito, una fuerza adoratriz para alcanzar lo que Jiménez llamó «conciencia mía»; esto es: la «obra», dios, «su» dios.
No es raro entonces ese afán del poeta por borrar límites —formales, expresivos, etc.— a ese «espacio» para otorgarle, como a los dioses, un carácter intemporal: el que precisaba su «obra» como creación que lo perpetuara. Yo sí creo en este Juan Ramón antiUnamuno.
Aun con su fatuidad e insoportable mal genio, me enseñó cómo ser teósofo pagano y galante; cómo fundar el propio destino —ya sea literario al menos— desde la creencia en él (el destino), en su arquitectura azarosa: «Termínate a ti mismo», repetíale su conciencia, que era su obra y era él más allá de su vida y de su muerte.
La consecución de este objetivo exige un proceso en el que la actitud del hombre ante sí mismo, de la obra como creación artística y autocreación, experimenta disociaciones, estados de extrañeza y reconocimiento, de repulsión y fascinación, de separación y reunión con «lo otro».
Instinto e inteligencia, sustancia y esencia, sueño y realidad suponen dicotomías básicas que el poeta trata de conciliar por medio de un instrumento verbal: la poesía, y a través del símbolo que arriesga elegir: «la conciencia que se realiza», el «Destino».
Creo que sí: Juan Ramón reparó en que la obra literaria, como acto poético, en tanto se crea, muestra que ser mortales no es sino una de las caras de nuestra condición; la otra es ser vivientes, y ambas construyen lo que él mismo llama «el hombre pleno».
«Su» dios es, a la vez que resultado, creación de este hombre instruido por aquella conciencia: de sí mismo y de lo otro.

Juan de Tassis, conde de Villamediana: Homicidio


Juan de Tassis, Conde de Villamediana, murió asesinado en Madrid en 1622, en la calle Mayor: «sucedió el domingo pasado a prima noche, 21 de éste [agosto], viniendo de Palacio en su coche...», nos recuerda un Góngora desolado. Su muerte dio pábulo a la leyenda: «Mis amores son reales», oíanle decir; y doña Isabel de Borbón, la reina, viéndole lancear en una corrida de toros, manifestó: «¡Qué bien pica el conde!», a lo que el rey contestó: «Pica bien, pero muy alto». El anecdotario es prolijo. De él se desprendería, sin embargo, que el amor del conde era correspondido por la esposa de Felipe IV, y éste, por ello mismo, lo mandó matar. De la lectura de su obra se deduce, no obstante, otra cosa: que el amor de Juan de Tassis no es atendido. Se constituye en lo que el barroco denominará un amor «homicida»; es decir, el amante no es amado, con lo que la exigencia estética neoplatónica en su corazón se frustra y se derrumba. Villamediana sufrió lo que no podía sufrirse entonces: convertirse en un homicida. Pero ¿por qué ese amor no obtuvo respuesta? Ramírez Fariñas (esbirro que la realeza tenía para desempeñar misiones «delicadas») habla del delito de homosexualismo que se habría probado al conde y por el que habría sido asesinado.
Escribe el finado: «Si facilita amor de mi "osadía" / el alto fin, si mi esperanza veo / cumplida del más "lícito deseo" / que atenta voluntad porfía...» El amor barroco no puede ser osado, pues requiere correspondencia y voluntad de amar en los amantes. La «osadía» del conde sólo puede explicarse si persigue un amor que era entonces inconfesable: «mis ojos verdaderos son corriente, / dígalo amor que os rinde francamente / "la parte que es más propia y menos mía"». Villamediana valoró siempre la falta, la oposición a las normas sociales barrocas (como el pueblo de su siglo), la rebeldía contra lo dictado y lo impuesto, contra el canon amoroso de una época espléndida en busca de una nueva iluminación. La asunción, la creencia en esta pesquisa lo llevan a adoptar una actitud militante en defensa de su arriesgada heterodoxia, ya que Juan de Tassis no hizo el menor caso al confesor Zúñiga cuando éste, minutos antes de ser apuñalado, le advirtió del peligro que corría. Qué hermosa rebelión, qué lección la del conde, inclinado a la inmoralidad, al sentido crítico, aunque también —y consecuentemente— al desengaño y a la melancolía. Él fue el precursor de la valiente y admirable ruptura naturalista que reaccionaba contra el realismo del siglo XVI. Me gusta el conde.

29.1.09

Leonardo Sciascia: la Inquisición y el hombre


El ser humano, aun condenándose, se ama. Y por amor a sí mismo entiendo el drama que manifiesta el combate de la conciencia en busca de una verdad intuida, vislumbrada o nítidamente advertida por encima de la cláusula, de la Ley falaz o de la social costumbre. Verdad es que sólo asomarse a semejante umbral queda reservado para quienes desde su propia voluntad inteligente corren el riesgo de aquella condena para mostrar otra evidencia aún: la catadura ética de quienes los juzgan. El resto somos los llamados pusilánimes. A este respecto, recuerdo al gran Leonardo Sciascia, amante de España hasta su muerte y contra cuya tradición teocrática opuso el emblema literario —y verídico— del héroe que he pretendido referir. Y recuerdo a Diego La Matina, clérigo, que, en Morte de l'Inquisitore, personifica el ejemplo vital de la rebeldía en pos de la libertad de conciencia por cuya conquista justifica el ajusticiamiento de quien la obstaculiza. Para La Matina ese impulso vital se convierte en pasión y escapa a la consciencia del mandato religioso. Hasta el momento de la acción que cuesta la vida al Inquisidor General, fray Diego muestra una resistencia dentro de los límites tolerables impuestos por su condición; muestra una voluntad acaso dispuesta intelectualmente. Pero el impulso inmediato que le conduce a la acción final no es producto del esfuerzo sistemático de una conciencia cuya reflexión ignora el mal, sino de un repente exaltado y regido por el azar, jamás liberado de los datos de una meditación inconexa. Como ha dicho Georges Bataille, el ser no está abocado al mal, pero, si puede, debe no dejarse encerrar en los límites de la razón. No cabe duda de que fray Diego La Matina admite implícitamente en su actitud la existencia de una parte maudite en la que se manifiesta más el hombre que el clérigo, más el héroe que el siervo, más la conciencia que la disciplina, más la justicia que la obediencia. Encontrar esa verdad vital, definitoria de nuestra única regla es amarse a sí mismo, a pesar de las palabras de Baudelaire: «No es posible amarse sin condenarse.»

Estrabismo


Se lee en el diario de los Goncourt: «En littérature, on ne fait bien que ce qu'on a vu ou souffert». Pero la literatura, sin impugnar la fe de los galos académicos, también «intuye» lo que ni sufre ni ve, y no tiene por qué hacerlo mal —la arrogancia es sólo coyuntural— quien desde la escritura la ensaya. Mi amiga Pilar Souto se mató en accidente de carretera el día 12 de octubre de 1989, el mismo día y aproximadamente a la misma hora que yo le escribía una carta que no leyó jamás: «A las seis, la tarde está presidida por una nostalgia nauseabunda, inevitable y fatal que la ingrata memoria emplaza con motivo de un suceso a la vez angustioso y seductor, pero que desconozco. La náusea es resultado de una inequívoca sensación de pérdida, porque la memoria actualiza un deseo cuya certeza y corporeización escapan a nuestra voluntad de consumación: la sed eterna, el eterno Tántalo tan dolorosamente cotidiano dentro del complejo sistema de afecciones y hechizos que oculta y sutilmente rige en definitiva nuestras emociones e infructuosamente pretendemos interpretar».
Recordaba a Sartre cuando escribía, aunque no fuese yo Roland ni mi situación la del hombre acorralado por unos asaltantes en el impasse Boyer de París. Pero sí advertí que en aquella trágica experiencia no vista ni sufrida encontraba, además del recuerdo de La nausée, la evidencia de una dilución: la Existencia, madre en otro tiempo arrogante y pretenciosa de su «ismo», lo había perdido. Precisamente el existencialismo, que conviviera en mutua piedad con el desarrollo económico de posguerra, fue muerto por éste sin aquélla; dejó, sin embargo, un lastre sin mentor aparente. Heidegger suscribiría las palabras de los Goncourt, pero ¿no deja de ser una verdad esencial en mi fatal intuición?; ¿cómo sondear el arcano del espíritu humano en la muerte de Pilar?; ¿debo preocuparme verdaderamente por mi destino? Sartre me explicó muy bien el significado de la náusea; pero aquella dilución persiste porque el «ismo» romántico no sólo responde a la intuición con un «sí», sino que encuentra en el albur el sentido auténtico de su destino. Su experiencia es azar, es el verdadero mentor omitido. Y J. P. Sartre, tan aromático y hermosamente estrábico, tuvo que saberlo; lo supo. Supo que existió, quizá más acertadamente, un Byron y un Larra (des)conocedores de su intuida fortuna.

Gongorismo


Luis de Góngora y Argote (Réplica de Ángel Aransay -1983- del célebre retrato
del poeta realizado por Velázquez)


«Con unos pocos libros libres (libres digo / de expurgaciones paso y me paseo, / ya que el tiempo me pasa como higo». Cualquier allegado a las actitudes «postmodernas» no debería ignorar (hoy todo es «forma» y no me refiero, desde luego, a ésta cuando escribo); debería rebuscar en su conciencia para ver si encuentra lo ya hallado, y hollado luego en las arrogantes advertencias literarias. Tampoco escapa a este juicio endeble lo que pasa —y de lo que se «pasa»— en la calle. Los versos de Góngora que cito no sólo encierran el hallazgo en 1610 de una actitud que la década de los 80 (1900) «inventó» para oponerse y censurar a la censura.
El pasotismo de don Luis tiene en su raíz un generador crítico que, como hoy, perseguía una salida fuera de la realidad circundante. El terceto pasota dice mucho, aunque sabido es que Góngora, además, busca en los valores simbólicos de su obra la fuerza que veía insuficiente en la dirección política de España, mal endémico de nuestro caos y una de las causas por las que sufrió la agria e injusta persecución de la crítica y de la censura y por el que se le negó el pan y la sal en la Corte (y en ello Quevedo mucho tuvo que ver).
Su inconmovible esperanza no le proporcionó el éxito «social», pero hizo del poeta un buscador errante que a cada frustración acrecentaba su amargura, su soledad, su rigor crítico. La mueca irónica era un gesto de «desencanto», la confirmación de su ostracismo inducido por el tráfago burocrático de Madrid.
Esta certidumbre es el motor que pone en marcha todo el mecanismo de renuncia, de denuncia y de rebelión: liberar el espíritu como componente íntimo necesario en todo proceso reivindicador, digo capitulador.
Frente al redicho mensaje de las políticas de estos días; hoy, en que se nos pide la cíclica y coyuntural solidaridad en favor de la praxis del Estado; hoy, precisamente, es más necesaria la diversificación, ser UNO frente a Él. Por eso me uno a Góngora, a la osadía de su pasotismo amargo y genial para reclamar el buen sentido del capitulador egoísmo, pues «No espero en mi verdad lo que no creo...»

Poesía búlgara



Os doy noticia de la intervencion de dos buenas amigas y mejores poetas búlgaras: Zhivka Baltadhieva y Rada Panchovska.
Al día siguiente, en el Centro Hispano-búlgaro (Paseo de La Haban, 87) de Madrid, se celebrará a las 7 de la tarde una velada literaria con la propia Zhivka, Bozhana Apostolova y Mihail Nedelchev.
En Praga compartí excelentes momentos con la filóloga Maria Nozarova y el hispanista Valentin Gesev, búlgaros ambos, y tuve ocasión de traducir al año siguiente de este encuentro, con la ayuda de Maria, dos textos del poeta macedonio Risto Jacev. Las lenguas búlgara y macedonia son casi idénticas, pero Risto, Maria y yo no compartíamos una lengua común. Sí lo hacíamos por pares; el francés nos unía a Maria y a mi, así que os podéis imaginar el lío macedonio=búlgaro=francés=español. Tuvimos que acudir al lenguaje gestual algunas veces y, al final, quedaron -creo- dos traducciones dignas que aparecerían en la revista universitaria Gaudeamos y que dirigía por entonces el insigne Alberto Montaner.
No sé dónde he puesto algunos números de esta revista que conservo, pero prometo (si doy con ella) presentaros aquí esos dos textos para que juzguéis.

28.1.09

Certamen internacional de Narrativa La Barca de la Cultura 2009


Los amigos de La Barca de la Cultura me envían esta información para que la postee aquí. Así lo hago. Podéis encontrar información detallada en este enlace:

http://www.labarcadelacultura.com

y enviar los trabajos a este buzón:

info@labarcadelacultura.com

La Banda L'Ámbar



El viernes 30 de enero, a las 22:30 horas, en el Arena Rock (Plaza Utrillas) de Zaragoza, extraordinario concierto de Rock'n Roll a cargo de La Banda L'Ámbar. Excelente noticia.
No os lo perdáis porque no tiene desperdicio.
La Banda cuenta entre sus componentes con un elenco de músicos ilustrados, amadores de otras expresiones y de otras impresiones, y eso se nota cuando suben al escenario.
¡Viva La Banda L'Ámbar! -es su grito.

24.1.09

Javier Barreiro: "Lobotomía"


Lenguaje singular pese a su sencillez, léxico sorprendente porque se incrusta con talento en el discurso, este bestiario monográfico de Javier Barreiro licantropiza al hombre o humaniza al lobo, tanto da, pues detrás de cada bestia encontramos a un personaje que se resguarda en su disfraz polimorfo sin que se despinte que la base de su atavío es la piel del lobo; ése es el engaño, puesto que si la desprendiéramos, lo encontraríamos inequívocamente en calzoncillos. Un paseo por el bosque da con cada uno en su guarida o en sus correrías por las trochas, y los encuentra haciendo escorzos humanos, como si en su interior permanentemente habitara la maldición de la gitana, con plenilunio y sin él, que el lobishome ya ha hecho hábito de su nictalopía y de su condición fabulosa sin renunciar, por lo tanto, a su estado de poca esperanza. El velo irónico desprendido del telar celeste de Isis, las volutas de humor que trasiegan por sobre el entorno de las figuras distancian la perspectiva del poeta que describe fisonomías del alma a través de las morfologías lobunas, de manera que encontramos mores, conductas, prejuicios, soberbias, vicios y -me atrevo a decirlo- ninguna virtud que no sea, alguna vez, la de la claudicación. Tipos, iconos sociales, figuras "representativas", algún replicante que invierte el axioma (cordero con piel de lobo) que hacen snif y atchís; pero también uuuuh, ou y grrr, pues que conocen los dos lenguajes, esto es, el cifrado en uno solo: el lenguaje de la ambigüedad, tan político él, y que no escapa a la zoomorfización.
¡Qué bueno!

ESPOLETA EN TORRERO-LA PAZ



Amigos: hay funcionarios y funcionarios. Los del Centro Cívico de La Almozara eran de los primeros, de los que conectaron con los contenidos de nuestra primera programación poética, se esmeraron en disponerlo todo anuestro gusto, atentos, diligentes, generosos y sensibilizados. Los del Centro Cívico Torrero-La Paz eran de los segundos, de los que dan el perfil común (tantas veces tergiversado, por otra parte) que percibe la sociedad tras ese sustantivo. Fueron insensibles, rigurosos con el horario, conminatorios, mostrándonos continuamente el reloj de arena por los pasillos, con un alto grado de improvisación inútil o, mejor, entorpecedora, con su presencia disuasoria en cualquier rincón. Tuvimos (bueno, Ricardo tuvo) que hacerlo todo a toda prisa, incluso comprar cables para el sonido. En fin, un caos producto de su indiferencia absorta por la rutina. Naturalmente que agradecemos su disposición a llenar un hueco en sus programaciones, pero ello debe ir acompañado del buen gusto, de una mínima cortesía, de un elemental concepto de su papel como servicio público.
Ello no impidió a Ángel Sobreviela dibujar un perfil singular y atractivo de Gabriele D'Annunzio, de su personalidad poética, de su condición humana beligerante con el contexto histórico que le tocó vivir. Que Emilio Pedro Gómez nos enseñara que la imagen, junto a la palabra poética bien dictada, es una herramienta muy potente para penetrar en el sentido de la poesía, en su significado, en su más allá oculto por la inveterada costumbre de considerarla impenetrable. Que escucháramos en su lengua rítmica original a poetas alemanes como Rilke, Berndhart, Brecht... en boca de Tanja Gries. Que Cuidado con el Perro (David Guillén al piano, Rafa Sanemeterio en la voz y Diego "El Becario" a la guitarra) nos ofrecieran una pausa musical con un repertorio diverso, con diversos estilos que nos dan idea de su dominio de los diferentes registros que abordan: Bowie, Lou Reed, Sixteen Tons, y su insuperable tema "El intelectualoide" que nos puso ritmo y nos levantó de la silla a carcajada limpia. Que Carlos Bozalongo, poeta torreriano, nos entregara un documento más de su honda pasión por lo Humano (con mayúscula, claro), con lo raro que resulta hoy escuchar algo que diga, de verdad, del Hombre. Que Ortiz Albero nos historiara el activismo del grupo surrealsita Écrevisse y de su órgano de difusión El Ateneísta. Un activismo aquel poco valorado, pero que dió pruebas irrefutables de sus tareas con una exposición (que yo recuerdo como algo muy sobresaliente) en la Casa de los Morlanes. Una exposición que -lo digo conscientemente- Zaragoza no merecía; debió ser destinada a una más digna causa que a la apatía de la Zaragoza de entonce. Una lástima que Écrevisse se disolviera.
El micrófono abierto nos trajo el cultismo elegante de Fernando Burbano y la preocupación ontológica de Ricardo Fernández Moyano. Y no hubo tiempo para más; nos echaron. En la puerta de la sala, el funcionario golpeaba repetidamente con su dedo índice la esfera vidriosa del reloj.
Un ¡bravo! por Ricardo Díez; su atención y esfuerzo son impagables. Y su poesía mayúscula.

23.1.09

No hay labios como tus besos: 5



5

(Viene del post del día 13.01.09)

Os decía que no deja de ser un experimento en el que la realidad, la praxis estética y el motivo pueden contribuir, en su morfología performáncica, a la construcción de un objetivo del que se excluye el fundamento moral, pero que sustenta —creo— una notable carga dramatúrgica elemental y formal; es decir, escenográfica, sin acotaciones (en todo caso, la acotación sería este texto mismo), con la salida simultánea de los dos personajes a un escenario nunca el mismo (o sí), sin palabras; sólo gesto, un gesto cuya definición esencial es "hermoso". Un beso multiplicado por ????

(Continuará...)

21.1.09

16.1.09

Espoleta: 23. enero 2009


Espoleta nos propone un sugestivo programa para el próximo viernes, 23 de enero, a las 19 horas, en el Centro Cívico Torrero-La Paz (C/ Monzón, 3). Con su segunda entrega, el colectivo Espoleta continúa el ciclo iniciado en noviembre cuya finalidad es llevar la poesía a los barrios. Ricardo Díez Pellejero es el alma máter de una iniciativa descentralizadora y abierta a todos, un proyecto en el que puede participar quien lo desee en cada una de sus secciones con propuestas dirigidas a colectivoespoleta@gmail.com
Es intencion de Espoleta llegar a todos y cada uno de los Centros Cívicos de Zaragoza con este programa, que se desarrolla bimensualmente con excepción de julio y agosto.

PROGRAMA:

Inéditos e inauditos:
D'Annunzio con Ángel Sobreviela

Poesía vernácula:
Poetas alemanes con Tanja Gries

Poesía transversal:
Emilio Pedro Gómez y sus insuperables audiovisuales

Pausa musical:
Cuidado con el Perro

Papeles perdidos y voces olvidadas:
El Ateneísta con Ortiz Albero

Poesía y barrio:
Carlos Bozalongo y su Torrero

Suma y sigue:
Rosendo Tello y sus fuentes literarias

Bring your book party:
Octavio Gómez Milián pondrá las bases de música para la sección de micrófono abierto

(En la fotografía, Octavio Gómez Milián durante un momento de la sesión de Espoleta del pasado 7 de noviembre en el C.C. La Alamozara)

Ana Muñoz: "Sólo para la noche"


A partir del próximo lunes, día 19, podréis encontrar en la Librería Antígona (libreria.antigona@gmail.com) de Zaragoza Sólo para la noche, el nuevo libro de poemas de Ana Muñoz, nº 30 de la colección "Libros de Berna" de Lola Editorial. Con este título Ana Muñoz da uno de sus primeros pasos maduros en el camino hacia su establecimiento singular dentro de la poesía aragonesa última y otro más hacia su consideración como una de las jovencísimas voces poéticas más seductoras y talentosas del panorama nacional.
Sólo para la noche se ejercita a través de una sinceridad tan poco común que despereza cualquier ánimo, sobrecoge cualquier inadvertencia y delimita con contundencia las dimensiones del dolor, de la desnudez del ánima y de la indiferencia, asuntos en absoluto proclives a ser cultivados por las corrientes del bienestar y la complacencia asépticas de tantas escrituras recientes. Un libro que desmiente todo prejuicio sobre la revelación de la intimidad.

13.1.09

No hay labios como tus besos: 4



4


(Viene del post del día 4.01.09)

Decía, amigas queridas, que no sé hasta qué punto es conveniente revelar los secretos de la escritura, de la escritura física, de la obra coyuntural en construcción y esas cosas que se aducen cuando uno «está escribiendo un libro». Por pudor (otros motivos nunca llegaría a comprenderlos), no se dice sino a unos cuantos amigos muy allegados (yo no suelo decirlo ni a ésos); sin embargo, ¿qué razón existe para ocultarlo? —me pregunto. El quid radica en el sustantivo, en el objeto directo «libro»; éste es la máxima conjetura por su incertidumbre y porque lleva aparejada cierta pretenciosidad que el rubor se obstina en esconder.
Pero ahora tengo hambre. Tengo hambre. La continuidad de «mi libro» depende de unos cuantos labios para mis besos (da lo mismo decir unos cuantos besos para mis labios): Labios es el título de mi libro y, obsoleta la inextricable planta piloto de la invención, resulta en estos momentos imperativo acudir a la tangible realidad, la que proporciona un plus que vrai a la experiencia para extraer de ella razones (otras razones) para continuar escribiendo ese libro.

(Continuará...)

11.1.09

2009: 50 años de revolución en Cuba


2009 señala el aniversario de una de las más significativas derrotas del imperialismo estadounidense y un golpe a las políticas económicas satélite de Estados Unidos en la América española y a su mantenimiento de Estados fascistas totalitarios en buena parte del continente. Fue un aldabonazo que recuperó la diginidad perdida por Latinoamérica durante los cincuenta años anteriores a este acontecimiento y una revolución que engrandeció la conciencia y al pueblo cubanos.

Un dibujo de Molleda para Reporteros sin fronteras

10.1.09

Tauromaquia


El susto tremendo que el goliardo Arcipreste de Hita sufrió al toparse —allá por el siglo XIV— con un toro salvaje en el el puerto de Navafría (tributo de su holganza serrana): «Cerca la Tablada/la sierra pasada...», representa, en lo que mi memoria alcanza, el primer testimonio literario de la presencia en nuestra geografía de bravos astados cuya génesis está, por otro lado, llena de incertidumbre. Lo que sí parece seguro, en cambio, es que sólo nuestra península se precia de aplicarse genuinamente a tan hermosa crianza y continúa con ello cultivando la mejor alegoría del tan manido y veraz espíritu trágico hispano; al menos cultiva uno de los elementos necesarios (el otro lo proporciona el pueblo) de esa alegoría cuya singularidad peninsular es más que manifiesta. Por ello mismo, por hincar nuestra cultura sus raíces en tan honda tradición (que no es diociochesca, ni mucho menos), hemos sido testigos —nosotros también— de la presencia constante de la tauromaquia en tantas manifestaciones artísticas sobresaliendo la más visual emblemática plasmada en nuestra tradición pictórica que, esta vez sí desde el siglo XVIII, viene mostrándose impertérrita a la detracción (en este país se ha matado a más moros que a toros y nadie se ha escandalizado). Una prueba de lo que digo es que casi sólo en el área cultural hispánica la tauromaquia es «tema» plástico que ha dejado constancia de su contenido trascendente y, sin ambages, ha traspasado los límites regionales para convertirse con pleno derecho en motivo de admiración y ajeno reconocimiento idiosincrásico; claro que esto solamente porque se funda en el ámbito de lo popular (¿no es bastante?) y se inscribe en el plano universal de las emociones humanas; más allá: en la dramática humana; y aún más allá: en la metáfora universal del cortejo nupcial que el hombre mantiene a lo largo de la vida con la muerte: tragedia en principio, pero símbolo inexcusable único que le permite, si no burlarla definitivamente, sí, al menos, capearla.
Aunque todo tiene su explicación. Si España —exceptuada la civilizadísima Cataluña— ha sido capaz de crear para sí y para otros ojos tan buido espejo reflexivo, es porque alguien se había encargado de ir descubriendo los materiales. El «Midi» francés abraza ahora la «Fiesta» con inusitada pasión (algo que hoy no hace la vieja «Marca Hispánica»): ¿es ésta la venganza gala por la victoria —nunca perdonada— de Carlos Martel en Poitiers sobre Agramante? Y es que es bien sabido que alancear un toro salvaje en el campo era práctica común de los árabes españoles, práctica que trasladarían a la palestra palaciega para probar el valor de los caballeros musulmanes. Claro que no siempre les acompañaba la fortuna y, vivo el toro —o malherido—, muerto el caballo, el doncel que se preciara debía continuar a pie, alfanje en mano, la faena que inició a caballo. Nicolás Fernández de Moratín, padre del más famoso Leandro, sabía mucho del origen árabe-español de esto de «los toros». Pero hay más: también las cortes barrocas organizaban su «fiesta» a la usanza mora, como lo atestigua el conde de Villamediana, que, además de excelentísimo poeta culterano y Correo Mayor del rey Felipe IV, era un buen alanceador. Los chismes de palacio le atribuían amores con la reina Isabel, y ésta, viendo una tarde al noble enfrentarse a un toro en la Plaza Mayor, a caballo y con gorguz, exclamó: «¡Qué bien pica el conde!». La respuesta del rey-esposo fue inmediata: «Pica bien, pero pica muy alto.»
Sirva esta acaso innecesaria anecdotología para constatar lo que no puede dudarse: la originalidad con que la cultura española ha ido prendiendo a sus alamares el arma irresistible de la muerte, el genio de su desdoblamiento en la proximidad que toda convivencia con ella usurpa al miedo, la osadía que es motivo primordial del héroe lidiador y diestro de la poesía que cultiva, ruedo donde los pusilánimes sorteamos, al alimón con el torero, cada lance del asta, cada tornillazo que nos lanza la bellísima y poderosa osamenta poliforme, con el sudario de franela.
Como un fatum de ese prendimiento de nuestra cultura, Larra —enemigo irreconciliable de la «fiesta»— jamás pudo imaginar que el primer conocedor público de su suicidio y heraldo del mismo ante sus colegas en el café del Príncipe, hubiera de ser el banderillero Mirandita.
¡Qué hermoso destino!

7.1.09

Concurso de relatos cortos

Torreón de Masegoso (Soria)


El Excmo. Ayuntamiento de Pozalmuro (Soria) y la “Asociación Cultural La Lastra”, con la colaboración de HERALDO DE SORIA convocan para el año 2009 el

I Premio de Relato Corto
“FANTASMA DE MASEGOSO"

de acuerdo con las siguientes bases:

1. Los originales deberán ser inéditos y estar escritos en lengua castellana. Cada concursante puede enviar un máximo de dos originales, por cuadruplicado cada ejemplar. La extensión de las obras, mecanografiadas a doble espacio, tendrán un mínimo de 5 folios y un máximo de 20.
2. El tema de los originales deberá estar relacionado con el mundo rural. Son de especial interés, sin que esto sea excluyente, todas aquellas narraciones que tengan como marco la provincia de Soria y más concretamente nuestra localidad y comarca.
3. Cada original deberá ir acompañado, en hoja aparte, de una breve presentación en la que el autor indicará si el relato es real o imaginario, si contiene datos históricos, su localización geográfica, el posible uso de tradición oral, la fuente de inspiración utilizada, etc.
Se establece un primer premio absoluto, dotado con 200 euros y placa conmemorativa.
5. Se establece un premio especial, dotado con 150 euros y placa conmemorativa para los originales de temática soriana, con especial consideración a los que muestren algún tipo de relación con nuestra localidad, comarca o lugares próximos, no pudiéndose conceder los dos premios al mismo autor.
6. Se establece un accésit sin dotación económica que se premiará con el obsequio de un lote de libros. Este accésit se crea para poder dar al jurado la oportunidad de mencionar cualquier característica destacable de alguno de los textos presentados.
7. Las obras ganadoras serán publicadas en la página web de la propia Asociación Cultural “La Lastra”, así como en aquéllas que los convocantes consideren apropiadas para dar mayor difusión al concurso. No se descarta la publicación de un libro que recoja , al menos, los tres textos premiados. El importe de los premios se hará efectivo tras la renuncia por escrito a los respectivos derechos de autor.
8. El plazo de admisión de originales se cierra el 28 de febrero de 2009. Se admitirán los envíos postales que se hayan depositado en el servicio de Correos antes de finalizado el plazo establecido.
9. Los originales irán acompañados, en un sobre aparte, del nombre, la dirección y el número de teléfono del autor. Se remitirán a la siguiente dirección:

Ayuntamiento de Pozalmuro
Cl. de El Medio, S/n.
42112 POZALMURO
SORIA

Si así se desea podrán entregarse en mano en la citada dirección cumpliendo los mismos requisitos.
10. El Jurado estará formado por personas relacionadas con el mundo del libro y de la literatura, tradiciones populares, etc... así como representantes del Ayuntamiento de Pozalmuro y de la “A.C. La Lastra”. El fallo del jurado será inapelable y los premios pueden ser declarados desiertos. El fallo se hará público el sábado 6 de abril de 2009 y se comunicará por escrito a los ganadores. El resultado se reflejará así mismo en las páginas de “Heraldo de Soria”. El acto de entrega de premios se llevará a cabo el siguiente sábado, 11 de abril (Sábado Santo), en el edificio de las antiguas escuelas de Pozalmuro.
11. Los originales no premiados podrán ser devueltos a sus autores, previa petición por escrito durante los tres meses siguientes al fallo del concurso. De no recibir orden en contra, los originales de temática comarcal quedarán en depósito en el Ayuntamiento para su libre consulta y los restantes serán destruidos.
12. El hecho de presentar las obras al concurso supone la conformidad con las presentes bases. Para cualquier consulta o aclaración, pueden dirigirse a la siguiente dirección: elfantasmademasegoso@gmail.com

Mesiés et mesdames: la seleksión frangsés


A todo buen prosoda o aficionado simplemente a la estética (al decoro) de nuestra lengua resultará irritante la frecuencia con que se violan sus más elementales reglas en cualquier ámbito ya sea social, político (éste sobre todos), económico o cultural de nuestro país. Ello, con ser grave, escapa a cualquier posibilidad de control y aun pudiera justificarse en algunos casos (en todo caso, se justifica por la malformación idiomática general de nuestros ciudadanos) por razones de índole económica o de imagen que acuden al pragmatismo impuesto por una dinámica de intereses en la que no es preciso detenerse. Ejemplos hay suficientes y a ellos se refieren los más recalcitrantes y pusilánimes defensores de la república de la lengua ignorando su imprescindible flexibilidad.
Ahora bien, el enojo está justificado y la impertinencia y mal gusto con razón censurados cuando con la misma frecuencia el medio de comunicación estatal por excelencia, TVE, se permite licencias prosódicas que —quiero pensar— son consecuencia de la ignorancia —por lo tanto, aún corregibles— la cual, en cualquier caso, no justifica su empleo. Ignorancia que, naturalmente, comparten los responsables del «ente» cuando no aplican mecanismos correctores. La situación se agrava agudamente si, como parece, debemos suponerle una función educadora, pero, sobre todo, por su tozuda labor colonizadora de las conciencias, dirigida principalmente al perezoso, pues el televidente lee o escucha sin ningún esfuerzo adicional: le basta con sentarse, cruzar los brazos y apoyar sus pies en el puf para atender a lo que sin duda cree es el oráculo.
El espectador crítico advertirá las incorrecciones, pero sabido que la TV se dirige fundamentalmente a un amplio sector de la población caracterizado por su escasa actitud crítica —escasa, desde luego, en estos asuntos filológicos— y de formación media y por debajo de la media, los errores prosódicos pasan casi inadvertidos, lo cual de ningún modo atenúa su gravedad y añaden una matiz deformador al hipotético interés del espectador, que está convencido de la verdad de lo que se dice en la pantalla y de «cómo» se dice.
De uso corriente es ya la liaison galicista y, así, hemos podido escuchar, por ejemplo: «La sociedá t’española asiste...», amplificando la sonoridad del ignorante atrevimiento del locutor de turno. Esta mutación ‘d’ por ‘t’ (luego hablaré del deporte) es, insisto, moneda corriente. Las crónicas de los redactores de los telediarios añaden, además, un rasgo cacofónico a sus intervenciones y, sin ningún rubor, acometen la grabación como sigue: «s’haobservado un movimiento de tropas...»; «qu’alcanzaun veinte por ciento de la población...»; «ha respondido qu’eso se determinará...», etc., etc. Con rigor y contundencia debería extirparse tan mala costumbre, y si la buena dicción está desterrada del uso hablado de nuestra lengua, resulta imperativo exigírsela a quien tiene la obligación de aprenderla.
Semejante actitud contrasta sorprendentemente con el exquisito cuidado que ponen en la dicción los soportes publicitarios por la misma pantalla, permitiéndose incluso (salvo las excepciones de peor gusto) escorzos lúdicos armonizados y estéticos.
Supuesto un defecto de pronunciación congénito, ciertamente improbable (aunque los hay), se podría sólo censurar el sistema de selección de personal; pero no, la manía alcanza también a los rótulos, y, si no, lean, lean Vds. los de los créditos de una serie histórica emitida en la sobremesa: «¡Rafaél! Martin» (los signos exclamativos son míos), repetido en varias ocasiones. Naturalmente se pone muchísimo cuidado (faltaría más) en la exacta reproducción gráfica de los nombres o vocablos originarios de otras lenguas del territorio para dejar bien sentado (sobre todo, para no herir susceptibilidades políticas, que nada tienen que ver con la lengua, pero que hielan la lengua de la clase política) que están al loro de las exigencias lingüísticas periféricas, así «Xose» (?), «Homár», «Núria», «Txomin», etc. se acompañan de una correcta pronunciación. No diga Vd. ‘Pere’, sino Pera; no ‘Jaume’, sino Yáuma; Carma y no ‘Carme’; Arsáyus y no ‘Arzallus’. Todo esto está muy bien, desde luego, si se me acentuara el Martín y no me tildaran a Rafael de agudo.
El caos se consuma con los comentarios y los comentaristas deportivos. Un bien estudiado esnobismo les impulsa a mostrarnos su poliglotismo, que les conduce a estadounidensizar, afrancesar, germanizar... incluso los nombres «españoles» más genuinos. En un partido de rugby, y haciendo exégesis histórica de este deporte, un tal Sr. Ramón Trecet (excelente revelador, por otra parte, de músicas insólitas o al margen)aludió a un jugador originario de Murcia, que defendió los colores del equipo francés, y que se apellidaba —cito textualmente— «Albáládeyó o Albaladejo, como Vds. quieran». Pues bien, Sr. Trecet, yo quiero, sí, ‘Albáládeyó’ si a continuación me dice Lagisqueye’ y no ‘Lasisquel’; pero dígame, por favor, ‘Albadalejo’ si dice ‘Burguiñón’ (no sea usted estúpido ni papista). A un tal Aguirre, jugador de baloncesto en EE.UU., el mismo Sr. Trecet lo llamaba ‘Aguair’ sin cometer —¡faltaba más!— la subsiguiente, por correcta, osadía de pronunciar ‘lakers’ en vez de ‘leikers’. Me pregunto si a un aviso reclamándolo en un aeropuerto de los muchos que este señor debe de visitar en EE.UU., respondería al llamamiento de ‘Reimon Tríset’.
La cosa no queda ahí, y, tras los extraordinarios esfuerzos por adaptar a la fonética gala el nombre de Sergio Blanco (jugador venezolano de rugby en Francia), el Sr. Muro —o ‘Migó’, como Vds. quieran— se descolgaba con un ‘Lorán’, incapaz, seguramente exhausto por la tarea anterior, de pronunciar ‘Logán’. Añadía más tarde un ‘Lusién’ —no ‘Lisián’— y un ‘Rodrigues’ —pas ‘Godriggués’— ¿En qué quedamos? Si decimos ‘Aguair’, deberemos decir, por correspondencia lógica, ‘Uta’ y no ‘Iutah’; y, por la misma lógica correspondiente, diremos ‘Aidajo’ si decimos ‘Aguirre’. Sr. Muro, si pronuncia Vd. ‘Blancó’, añádame ‘Godriggués’, ‘Lisián’ y ‘Logán’ y, cuando se refiera al equipo francés de rugby, dígame ‘Seleksión frangsés’, porque si me dice ‘Selección francesa’, deberá añadir Lucién, Laurent, Sergio, Rodríguez, Lagisqueye...
Claro que el conocimiento humano es limitadísimo y no quiero pensar qué sarta de sandeces dirán estos monstruos del lenguaje hablado cuando se topen en sus retransmisiones con vocablos eslavos, fineses, hebreos, siameses... (Ya pronuncian ‘Breno’ los ignorantes locutores, difundida como la peste semejante fonética, sin, cuando menos, recabar información precisa: si yo deduzco que es ‘Breno’ —porque en mi cabeza no cabe que sea ‘Bernó’—, bien está, y ¡hala, divúlguese!, ¡qué carajo!)
Otro ejemplo de estupidez superlativa lo constituye el caos fantasmal que un comentarista de partidos de fútbol (Abad de apellido) organiza en su magín. Es sabido que en Italia los equipos son squadras y les rige el género femenino; pues bien, no hay manera de que este señor Abad (y otros por el estilo) den inequívocamente con el género: por un lado dicen la 'Yuve' (abreviatura de 'Juventus') y, a continuación, nos largan el 'Mílan' (así, acentuado en la 'í', en formato inglés. Ni Milán ni Milano; no, no... ¡Mílan!); la Roma, pero el Torino.
¡Qué bárbaros!
Don Jorge Muro, ¿atendería Vd. en Praga al nombre de ‘Iorgué Múrso’?
(1986)

4.1.09

"No hay labios como tus besos": 3



3

(Viene del post del día 12.12.08)

Como os iba diciendo, ahora, que ya soy mayor, que he visitado esporádica y muy brevemente los cimientos de las torres de Nerval y de Nietzsche y la atalaya de Montaigne, ¡necesito carne! He rebuscado en Gracián, en Stirner, en Hölderlin, en Novalis, en Celan y Holan, en Góngora y Spinoza; acudido a Leibniz y Hegel, Aristacles y Virgilio; he pedido ayuda a Garcilaso y al espurio Ossián; Girondo me ha dado la espalda; Valéry me ha dicho que vuelva luego (no sé cuándo); Borges se ha quedado conmigo. He enviado cartas a Chatterton, Dickinson, Bataille, Biedma, Goethe... y unos cuantos e-mails a De Cuenca, Colinas y Guinda... Me he dirigido, pues a los "verdaderos" dioses. Sólo Hermes me ha respondido, y ya se sabe cómo las gasta este inclemente secretario: enigma o silencio.
El plazo, chicas, se va agotando. Ya sabéis: las voluntarias podéis comprometeros mediante un mensaje a manuelforga@ya.com
Será en la FNAC, el día 14 de febrero, a las 19:00 horas.

(Continuará...)

3.1.09

3 de enero de 2008: 15 aniversario de la Revolución Zapatista

© Fotografía: Reuters




Se cumplen quince años hoy de la fundación del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), detrás de cuyas siglas se desarrolla un proyecto que reúne todo el espectro de las legítimas reivindicaciones de su población indígena: políticas, económicas, sociales, culturales y territoriales. Pese al silencio de los media, sabemos que el Movimiento a cuyo frente se encuentra el Subcomandante Marcos sigue adelante, persevera y resiste. Constituye un ejemplo de cómo las conciencias, la sola conciencia, es capaz de definir, sobre cualquiera otra condición, un sólido perfil bastante para repeler las agresiones, sobreponerse al silencio y al boicot y argumentar su validez político-social, porque es infnitamente justa. El primer mentor de esta actitud humana fue Séneca; recordémoslo: "conciencia, "conciencia..."
Y recordemos que hace nueve años, en 1999, la editorial PRAMES reunió en torno al título Desde aquí, a un elenco de escritores y artistas aragoneses que se solidarizaron con Chiapas. Desde Ramón Acín hasta Paco Simón, Ayuso, Bayo, Castán, Gistaín, Grasa, García-Valiño, Labordeta, Encuentra, Soledad Puértolas, Martínez de Pisón, J. L. Rodríguez, Fortún, Jiménez Ocaña, Teresa Agustín, Abraín, Chusé I. Nabarro, Sipán, Arrudi, P. Navarrete, Lalana, Antón Castro, J. Mª Latorre, Fdez. Molina y más, promovido por la Plataforma de Solidaridad con Chiapas de Aragón.
Dejo aquí mi contribución

CHIAPAS (MÉXICO)

No se rinde la conciencia
al obsceno latigazo de las sierpes

vomitando bífido fuego y silbando
plomizas melodías.

La conciencia es; no parece:
es,
y existe en la palabra que la hace posible,

en la razón que la hace posible,

en la lengua de quienes la gritan y la hacen posible
más allá de su casa, en el monte;

más allá del monte, en sus cimas;

más allá de las cumbres, en el mar;

más allá del mar, en el hombre,

en el oído del hombre ausente,

en los pabellones de la historia malherida.
La conciencia
es, existe para ser dicha
y, más que nunca, en la desdicha,

con la memoria nativa

que, más allá del hombre,

la recuerda con la muerte y con la vida.


La conciencia existe

para ser escrita en los papeles del aire,
en las páginas del agua,

en las cuartillas del viento,

en mitad de la tormenta

tronando y brillando,

fijándose en los rayos

como un penacho de luces;

para ser escrita, en fin, en el libro

intangible de la libertad encendida,
en la lumbre de otro fuego
por un espejo en otro espejo reflejado,

atizado eternamente, infinitamente repetido.

La razón existe, hombre y mujeres

malheridos, como atizador

de un futuro insomne.