22.12.08

A vueltas con el movidón poético zaragozano. Hípérbole necesaria contra la anonimatosis bipolar.

Sé que voy a reiterar lo que todos ya saben (esto mismo que sigue, con alguna variante, lo dije ya en abril). No me importa. Tantas veces es necesario repetir estas cosas para —mejor que recordarlas— no olvidarlas, que no me importa. No me importa constatar otra vez la profusa movida literaria zaragozana; no me importa. No me importa que luego se echen a perder las profecías (yo no soy adivino), pero tengo el presente convencimiento de que, no tardando mucho (en esto hay que seguir a Ortega y Gasset), no será el Ebro lo único que se desbordará por esta toponimia aherrojada. Es necesario agarrarse al cohete. No me importa que estalle, que se desintegre: lo hará cerca de las estrellas para abrillantarlas. No me importa que el artificio sea fugaz si así ha de ser y se hacen pedazos todos los cálculos. No me importa. No me importa ser un testigo más jurando que es cierto lo que estoy viendo y viviendo, que no existe ninguna duda en los detalles, que el nuestro es un testimonio de cargo, prácticamente imposible de refutar por muchos agoreros y francotiradores que haya ocultos tras los muros sitiándonos. La poesía hoy, en esta ciudad, es lo más parecido a una cerveza bien tirada, y buena, y fresca (como es costumbre tomarla en este país) tras pasar por el serpentín, y mejor acaso a temperatura ambiente (como ha de ser para que su amargor llegue hasta los talones). No me importa tomarla fría, con esa presunción de efervescencia que atenúa su espuma, pero espuma adivinada.
Hay culpables, claro que los hay; estigmatizados por sus actos, pero que algún día serán tonsurarlos con la olímpica carimba. No me importa que más tarde otros digan y digan: la palabra desdicha es la que más feliz me hace en asuntos de afirmaciones y palinodias. No me importa, pues, decir que, entre eclipsados, iluminados e imperdibles, entre los 22 y los 300, entre la igualdad y la paridad de hombres y mujeres en elencos, antologías y monografías, se traza un hilván cuya aguja nadie sabe quién enhebró ni con qué hilo. No me importa, ni me importa saberlo. Hay más, claro que hay más culpables: cálamos, teatros y sueños y antígonas al quite y FNACs derivadas por responsables éticos y estéticos con mucha gracia de la seria. Hay bloggers y vloggers, notte y noches, malas cabezas y malherbes, pinchadiscos y reyes dichos en latín; vinilos. No me importa similar que en los burladeros hay páramos on the rock’s, mares divinos, campanas que sueñan, AAEs enchufadas, páginas para escribir con carbón y con ell. Hay algunos innombrables que, con discreción, no olvidan la luminosidad de los más mayores amparados en jardines de piedra; cuernos de Roland sonando en el Moncayo; y xórdicas conversando en lenguas tan cercanas y tan alejadas, sin embargo, escritas, de veras, por romanos y nabarros con be, áncheles con te coreados (y no mi colau) desde los fuertes y fronteras orientales. No me importa decirlo. En el albero nutridísimo de palabras, nadie escurre el bulto (ni el paquete... de versos atados con el lazo): las paces octavianas del orbe cesaraugustano; el viento que taja los surtidores; reyes con pelusa que se funden; por mor de las circunstancias, mariposas sobrevolando la cabeza de Lolita; pilares dibujando los peris-tilos de las flores de Chiricco; luengos bozales que atizan los pueyos por Graus; otros con sílabas transparentes que se vinieron desde Graus a matematizar el cierzo; árboles bailando jotas; muchachas que fletan versos en aviones para lanzarlos sobre Nueva York en octavillas, o toman la virginidad de la manzana para preservarla de las dentaduras postizas, fes santificadas convertidas en fées desnudas en los bosques. No me importa añadir que hay por ahí diez corazones de Ricardo, condes en la luna y en la fuente, ciudades fortificadas que se defienden con muros de palabras en Villamayor; castros que encierran ciudades enteras y trinos de pájaros; abadías en sicilia; marcas de camiones antiguos que arrastran en sus libros lo nuevo insólito; davides mayores que Goliath y ángeles que sobrevuelan las sombras de Roma; sarrios que han mutado su sexo acentuándole la 'í'; caínes buenos y arcángeles que han ceñido con la letra G el fanum de los templos o han encerrado en el odre de Eolo el viento serrano; mayustáticos sabios y discretos; hijos de San que emergen de las sombras del silencio agigantados; couleurs et pops; alegrías residentes en los extrarradios de youtebo. No me importa. No me importa confesar que hay libertadores que pueblan de ruiseñores los paseos. Y todos toreando al gran marrajo enjuto de esta tierra que tira unos tornillazos de aúpa, y tampoco les importa. En la grada, al sol que los asombra, se mecen los silbos que os llevan a todos los rincones de España, valles venidos de la Hoya, y los émulos cuyo apellido solapa doblemente las novelas de Espronceda; y la niebla vital del Somontano y monteros de primero dando certeros golpes con el glande; luces e islas griegas recuperados para el desierto, toros rolando y palabras espinosas que hieren nuestro imperdonable olvido al lado de la gran Antilla y del selvático curso del Marañón, y los que esperan en la rampa con la verde hiel a punto de verterla contra el todo. Y barrios enganchados, y fulminante para las bombas lenes... Pero, ¿qué guinda falta, si no es la que aína se me escapa aterido por la rosada del campo de Las Torcas? No me importa soslayar lo que falta, ni me importa olvidar lo que olvido, porque tanto epíteto me ha dejado exhausto. Lo soslayado, guarda un disparo por la espalda; lo olvidado, en el carcaj un venablo, aunque dispuesto en el arco tensado por Hipólita (eso me salva). Pero sí me importa —y mucho— pedir perdón por rendir mi amistad al gesto sublime de un solo brindis: ¡por la amistad!, ¡por el vaso de agua que será vertido en los labios del enemigo!, ¡por fin!

20 comentarios:

Anónimo dijo...

marramiau!!

Manuel Martínez Forega dijo...

¡miau, miau!
Voilà la segunda portada de Espronceda.

Octavio Gómez Milián dijo...

muy bueno, man...
abrazos
o.

Javier López Clemente dijo...

osti, estoy mareado por el movidón y la fiebre sigue subiendo.

Salu2 Córneos

;-)

Anónimo dijo...

Y yo en el exilio serrablés: ¡Gagüendiez...!

¡Abrazos, Manuel!

Miguel Ángel Yusta. dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Miguel Ángel Yusta. dijo...

¡Te sales MAESTRO!¡Te sales! Bendita sea la amistad y bonhomía que hace que tu crisostómica lengua esculpa palabras-maravilla cual orfebre enfrebrecido...Ah, la palabra, la bendita palabra en corazones que la fabrican, cerebros que la pulen y manos que la plasman y dibujan con magistral destreza... Un abrazo y un brindis por la amistad fraterna, universal y foreguiana.

22 de diciembre de 2008 23:05

Manuel Martínez Forega dijo...

Siempre tan gentil, O.
Thanks y abrazos.

Manuel Martínez Forega dijo...

Javi: hasta el delirio; no te cortes, y no recurras al piramidón. Flipemos.
Un abrazo.

Manuel Martínez Forega dijo...

Antonio: eres tú la pica en el Serrablo, y la hostia en vinagre. No he visto otro blog que, como el tuyo, rinda tanta pleitesía a ese valor sublime que es la amistad.
Más abrazos.

Manuel Martínez Forega dijo...

Miguel Ángel, hermano mío, mi semejante... los hombres tú los conoces...
Abrazos.

Javier López Clemente dijo...

A veces sueño con la zarapoesía reunida en un carnaval, cada uno con su disfraz pero todos en la calle. Eso no invalida las fiestas por barrios, ni los dos patitos, ni las casas recién pintadas, al contrario lo potencia. Pero ay, yo que soy un nostálgico de los desfiles, incluyendo los militares - los uniformados si sólo desfilan son una delicia como show -, pues eso, que me gustaría ver desfilar por la misma pasarela a melenudos y calvos, profesores y marujas, filólogos y químicos, todos, una vez al menos, para darme gusto, en un ciclo interminable de las bibliotecas públicas, en los bares, en la pista de baile.
Y usted y yo en la barra para darle al gong del tiempo, así me va enseñando el secreto de esa perilla, ladrón.

Salu2 Córneos.

Manuel Martínez Forega dijo...

Todo se andará, Javi. Es sólo cuestión de voluntad y pericia, y de ganas de armarla: ¿por qué no? Y nos vamos intercambiando el gong y el baquetón; en la barra después, primero en el desfile. Allons-y!
Saludicos.

Fernando dijo...

querido amigo de risa atronadora, sombrero de regazos de olvidos y mirada cruzada de nobleza...en este lugar que habitamos hay un bosque yo llevo una mecha...avisa que hay peligro de incendio..........será el acento que me hace ser montaraz...abrazos.

Manuel Martínez Forega dijo...

Pues yo llevo el mechero, Fernandito (bueno, ahora, como me he dado al decadentismo, gasto cerillas; aunque, para el caso...) ¿Dónde está ese bosque? Yo llevo la estopa para dar y espíritu de incendiario. Ya me he cansado de ser bombero.
Un abrazo, querido.

David Mayor dijo...

bravo, manolo. un fuerte abrazo.

Doberka dijo...

Qué tremendo eres Manuel. Qué bueno terminar el año poético leyendo tu post. Felices Fiestas para ti y para todos.
Besos

Manuel Martínez Forega dijo...

Bienvenidos los davides discretos y profundos.
Mis mayores abrazos.

Manuel Martínez Forega dijo...

Muchas gracias por tus palabrejas, Loli.
Feliz Vanidad también para ti.

Anónimo dijo...

Me parece muy oportuno, apreciado Manuel, que reconozca que tanta profusión de epítetos lo ha dejado para el arrastre... Verdad será...

Al Kim de Kipling lo llamaban "amigo de todo el mundo", y eso parece querer ser Ud. en este largo y cumplido inserto.

No entro en sus juicios, pero me permito emitir el mío: mucho de lo que se menciona ahí no es movida, sino pura oquedad.

Saludos. maestro.

Quidam Lector