Gracias a todos.
Sólo con una buena amistad puede construirse algo que se encuentre, por fin, más allá de la pura (buena o mala) letra. La amistad perdurará siempre, siempre que nos pongamos como tarea intelectual (lo digo otra vez: intelectual) su constitución al margen de toda teoría. Lo humano nunca será lo divino por mucho que la mitología clásica haya querido aproximarlos. Para mí, el mito auténtico, pero que puede narrarse sin ficción, es la amistad, un valor que fue deteriorándose en el ámbito literario, pero que la Zaragoza actual -lo constato sin miedo a equivocarme- ha recuperado para su propia singularidad. La historia ha dado también buenos ejemplos en los que deberíamos fijarnos para hacer de ella, de la amistad, un valor asumible por encima de cualquier otra condición estética, por encima de cualquier otro valor formal. ¡Viva la amistad! Pero no la empleemos en su sentido vacuo, en el que con tanta gratuidad aparece en boca de los alejados, de los que se empeñan en jerarquizar su posición a base de relaciones coincidentes. La amistad es algo más que un gesto exculpatorio, algo más que el precepto gracianesco de la revelación del alma. Es no sólo esa revelación, sino su donación también. Es, por fin -y a mi juicio- lo más próximo al amor, pero lo más alejado de él. Una inclinación natural que, más que el lenguaje, estructura nuestro pensamiento y, en consecuencia, nuestra actitud hacia los demás. Es lo que nos diferencia de la oligarquía social, de la indiferencia de sus formas. Aquí, un amigo. Pero digámoslo con todo su peso existencial.
Sólo con una buena amistad puede construirse algo que se encuentre, por fin, más allá de la pura (buena o mala) letra. La amistad perdurará siempre, siempre que nos pongamos como tarea intelectual (lo digo otra vez: intelectual) su constitución al margen de toda teoría. Lo humano nunca será lo divino por mucho que la mitología clásica haya querido aproximarlos. Para mí, el mito auténtico, pero que puede narrarse sin ficción, es la amistad, un valor que fue deteriorándose en el ámbito literario, pero que la Zaragoza actual -lo constato sin miedo a equivocarme- ha recuperado para su propia singularidad. La historia ha dado también buenos ejemplos en los que deberíamos fijarnos para hacer de ella, de la amistad, un valor asumible por encima de cualquier otra condición estética, por encima de cualquier otro valor formal. ¡Viva la amistad! Pero no la empleemos en su sentido vacuo, en el que con tanta gratuidad aparece en boca de los alejados, de los que se empeñan en jerarquizar su posición a base de relaciones coincidentes. La amistad es algo más que un gesto exculpatorio, algo más que el precepto gracianesco de la revelación del alma. Es no sólo esa revelación, sino su donación también. Es, por fin -y a mi juicio- lo más próximo al amor, pero lo más alejado de él. Una inclinación natural que, más que el lenguaje, estructura nuestro pensamiento y, en consecuencia, nuestra actitud hacia los demás. Es lo que nos diferencia de la oligarquía social, de la indiferencia de sus formas. Aquí, un amigo. Pero digámoslo con todo su peso existencial.
2 comentarios:
Que bien me lo pase, de veras Manolo.
Un abrazo atronador.
Rafa.
Y yo, Rafa.
Debo agradecerte muy especialmente tu presencia, por dos razones: la escayola, que dificultaría enormemente tu tránsito, y tú mismo, que me arropaste esa noche llena de emociones.
Gracias, pues, Rafa, y mi abrazo fuerte.
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