9.3.08

Poesis vivax!

M.M. Forega
Estuve anoche en La Campana zaragozana de los Perdidos, y estuve con Octavio Gómez Milián y sus amigos, y con los poemas de sus amigos, y con los poemas de sus amigas, y con sus amigas. Hay mucho guapo en Zaragoza, y mucha guapa, y -por fin- Natividad me acompañó a una de estas fiestas noctámbulas y nictálopes, muy nictálopes, porque en este tipo de fiestecicas hay que ver con el oído. Y no había oído yo a esos fragmentados Experimentos in da Notte a los que espero ver enteros y tan verdaderos. Zaragoza no es Zürich, pero había algo de vanguardia esa noche en "La Campana", cuando menos algo de la vanguardia literaria zaragozana, que ya tiene algo que decir en esto de escribir poemas y, sobre todo, exponerlos al oído de todos.
Me sorprendió la calma y la austeridad de Octavio sin que le faltara ese puntico épatant ni obviara unas goticas de ironía resbalando por las comisuras de sus labios y por los vidrios de nuestras cráteras abarratodas de ansiedad. Abarrotada estaba "La Campana", llena de amigos y coincidentes, y conocidos, lo que es síntoma excelente de que la poesía zaragozana ya no es anónima y que en la amistad se funda su mejor valor, donde siempre se ha fundado la poesía cuando ha querido ser enfáticamente influyente e incluyente. Me divertí de lo lindo, y de lo guapo, y de lo hermoso, de lo Sublime y de lo Absoluto, de lo Puro y de lo Nuevo. Y, como una lluvia munífica, cayó sobre nuestras cabezas y en nuestros pabellones el poema de un "invitado" (Miguel Ángel Ortiz Albero) que decía, precisamente, de la amistad de los poetas encontrados en "La Campana de los Perdidos", y dijo haberlo escrito en una tarde, a la manera lopedeveguiana, con dos cc., pero con una más que gratificante sabiduría en medio de tanta idiotez (idiotis = débil de mente) como nos rodea comúnmente. Y se deshizo en drama reflexivo el apropiado Carpe noctem de Ana Muñoz (cada vez que lo leo o lo escucho me gusta más y más), otra guapa Absoluta, "invitada" también a la escalerilla del levítico andamio que ocupaban Octavio y Malatesta. A él se subió, haciendo y bebiendo una palomita, el arquero Tajahuerce para describirnos la soledad del Can Cerbero en medio del prado futbolero, y algo de bolero chulesco tenía y tiene aquel poema de Octavio que desnuda a Jane Birkin en su tálamo alquilado a Horacio, así de docto y deleitoso es ese poema irremediablemente obsceno cuya ironía codal lo señala como un poema cimero.
Y en corricos nos vimos todos, iluminados por la lámpara amarilla de Ingrid y la melosa mirada de Natividad, mientras en los descansillos se escuchaba la voz fuerte de Fernando Sarría, la pertinaz palinodia de Manolo Vilas, la fuga lúdica de Carmen Ruiz Fleta, los flashes de Javier Torres y Ana Muñoz.
En carne izada ya la noche y embutida en su sudario, casi llegó a la última palabra Luis Felipe Alegre, a tiempo todavía de que no pasara el tiempo, sino nosotros por él, por el tiempo, como decía Octavio Paz, y Luis Felipe abrió el tarro de las contingencias de la noche para tocar la guitarra de Arelís y perfilarnos a Marcos José, revolucionario por muchas razones y signado con los estigmas proféticos de los héroes.
Poesís vivax!

7 comentarios:

Luisamiñana dijo...

La verdad es que pasamos un rato estupendo y sí, algo vibraba por allí. Me he permitido enlazar a tu crónica, porque hoy no tenía muchas ganas de hacer la propia. Con permiso.
Un saludo.

Manuel Martínez Forega dijo...

Con todo el permiso del mundo, Luisa. Seguro que te conozco, pero no asocio a tu nombre ninguna fisonomía. Dame datos, por favor.
Y gracias por el enlace.
Saludos.

JR dijo...

¡Buena crónica, Sr. Forega!

Fue un lujazo compartir tan poética noche con vosotros.

Sigo buscando al inventor del flash sin destello, no desespero.

Abrazos.

Luisamiñana dijo...

Ja, ja,... me gusta el incognito. De todas formas, te diré que me sueles ver al lado de Fernando Sarría, y al que creo que sí conoces y que me hace mucha sombra, ja, ja.... (lo digo por lo alto: pero es broma, claro).
La próxima vez que nos veamos, ya te diré quién soy.
Ciao.

Manuel Martínez Forega dijo...

¿No hubo flashes, Javier? Bueno, imposiciones de la retórica, que ha de buscar una forma redaccional. Pero te juro que, cuando menos, vi una luz que se repetía, se repetía.
Gracias por tu comentario, amigo, y un abrazo.

Manuel Martínez Forega dijo...

Pues claro que conozco a Fernando. Pero revélate, Luisa, por favor. La próxima vez que me veas, dime: soy yo (pero siendo tú).
Abrazos.

Anónimo dijo...

Siempre hablas de los mismos Foreguita. Siempre ocultas a los mismos Foreguita. Espero que algún día dejéis de comportaros como inquisidores y carniceros. Siempre elimináis a los mismos de los artículos, comentarios y antologías. ¿No empezáis a sentiros ridiculos ocultando a ciertos autores que están a la vista de todos, que publican en varios idiomas, que tienen relaciones con otros grupos poéticos y artistas de medio mundo? Si hasta ahora no te has sentido ridículo por eso va siendo hora de que lo hagas.