18.5.09

La ley del más fuerte

Pre-EXPO: subida de los impuestos hasta un 60 % o más en muchos casos; EXPO 2008: ocho millones de euros de deuda; recorte de dos millones en el gasto social; promoción de la EXPO de la acelga; construcción del campo de fútbol sin saber cuál va a ser su financiación (yo sí lo sé). Todo para vendernos la moto de que Zaragoza se va a convertir en una "ciudad moderna": ¡horteras!
¿Tiene otra opción la Administración municipal para capitalizarse que no sea la de poner la pistola en la sien del ciudadano en cualquier callejón del trámite administrativo?
El último chantaje, porque es un chantaje descomunal, lo constituye la amenaza de "apropiarse" de tus bienes si no pagas las deudas contraídas con el Consistorio (¡menuda palabreja! que desconozco en qué consiste). Se trata de una amenaza dirigida sobre todo a los deudores de multas, de estacionamiento en su inmensa mayoría, a la vez que resulta lo más común del mundo ver el Audi tintado de cualquier concejalillo acudir con su ocupante a un acto y aparcar en la acera, en las isletas o donde haga falta, del mismo modo que es más común todavía ver cómo los vehículos de los guardias mu(l)tantes aparcan donde les sale de los cc. para ejercer su facultad sancionadora, sabido, como se sabe, que son esos vehículos los primeros que carecen de facultad para violar las normas de circulación y deberían ser igualmente sancionados en derecho. Este mismo Ayuntamiento pacta con empresas privadas la sustracción de un derecho público. Ejemplo: la ocupación de la zona azul de estacionamiento junto a la plaza de toros por los vehículos comerciales de la Telefónica. El mismo Ayuntamiento no carnal que habilita en los barrios "ricos" zonas de estacionamiento para residentes y las soslaya en los barios "pobres".
Muchas de las multas de estacionamiento se ponen a traición: a la hora de comer o de dormir; esto es, cuando el ciudadano trabajador se encuentra reponiéndose para seguir con la actividad productiva que le demanda la sociedad y, sobre todo, el amo. Y no es moco de pavo que, cuando estás en el mejor de los sueños, a eso de las 2 ó las 3 de la madrugada (¿no hay otras cosas mucho más seductoras en lo concerniente a la seguridad ciudadana a esas horas que multar a un coche "mal" aparcado?), o cuando estás echándote al coleto un huevo duro a eso de las 3 de la tarde, te endilguen un multazo de 92 euros porque la "norma" así lo dice mientras lo niega la razón. Esos 92 euros (¡cuántas veces son 184!) desequilibran, en muchos casos (y ahora más), las previsiones mensuales de una familia, porque llueve sobre el mojado de la hipoteca, del paro, del alquiler y de la madre que los parió.
Una ciudad que carece de infraestructuras de transporte público para el traslado a los lugares de trabajo, sin anillos de cercanías y que, por tanto, obliga al trabajador a buscarse la vida a través del coche; una ciudad que es altamente deficitaria en estacionamientos públicos (¡y a qué precio!); más aún en estacionamientos de explotación pública; cuyas actuaciones en la mejora urbana o modificación del trazado de las calles lleva sistemáticamente aparejada la eliminación de plazas de estacionamiento libre..., debería pensarse qué hacer con estas deficiencias o, entre tanto, no machacar todavía más las economías domésticas. O (¿por qué no?) invocar el cierre de la GM (muerto el perro, se acabó la rabia). ¡Qué barbaridad, cerrar la GM! Pues claro que es una barbaridad. Pero una cosa u otra. O multas o consumo; no podemos con las dos cosas.
Se trata también de atacar por el lado sensible del ciudadano, que ha llegado (como constata el poema de Manuel Vilas) a querer a su automóvil como a un hermano o como a una amante prematuramente envejecida. Estos amadores constituyen, hoy por hoy, una inmensa minoría en la que se encuentra muy cómodo este tipo de estrategias recaudatorias. Se trata, en todo caso, del acoso inadmisible de una Corporación (¡menuda otra palabreja! que, en asuntos de política municipal, propende a la obesidad mórbida). Hay que sacar la pasta de alguna parte, como sea. Nos hemos gastado lo que no tenemos. Hay que engrasar los pestillos del cofre municipal para que no chirríen. Hemos llegado a tal extremo de enajenación crítica que el Ayuntamiento ya no muestra ningún pudor en anunciar cuáles son sus previsiones (o necesidades) de ingresos por multas de estacionamiento y de circulación. Y son cifras realmente escandalosas. A ello se aplica, además, con prácticas prevaricadoras, pues, existiendo antecedentes jurídicos, sabe que no puede "apropiarse indebidamente" de un vehículo mal estacionado y cobrar el arrastre; sólo podría trasladarlo a un lugar donde no entorpeciera la circulación y nunca cobrar ese servicio.
El problema es mucho más profundo, naturalmente, y atañe a la progresiva deshumanizacion de la política, incluso de la más cercana, la municipal. Si la financiación de las Administraciones Locales constituye un problema grave y antiguo que exige reparación, entre tanto esa reparación llega, cabría pensar qué proyectos e inversiones es capaz de asumir cada Ayuntamiento. A lo mejor no se puede hacer la feria de la borraja, ni el campo de fútbol; a lo mejor la EXPO nos empobreció más que nos enriqueció. El que mucho abarca, poco aprieta; quizá sea éste el problema. Pero recurrir al atraco, ¿no es una desmesura que condena sin paliativos la razón elemental? Somos un objeto sujeto a los caprichos normativos de la quiebra presupuestaria, algo que nos atañe sólo a medias, pues estamos consintiendo sobreabundantes despilfarros en cuestiones tan aparentemente vacuas como unos gastos de representación que han adquirido naturaleza estatutaria. Y todo esto lo está haciendo una "izquierda" de derechas, incapaz de tutelar con armonía los ingresos y aplicando las más rancias tesis del antiguo veedor setecentista. Los diezmos se han convertido en treintamos o más, y, si no estás conforme, lanzo al ejército de invisibles recaudadores cuya infantería te trinca el coche, lo venden por cuatro perras, se quedan los 30 euros que les debes y santas pascuas: "Después de mí, el diluvio". La incapacidad material de réplica jurídica por parte del ciudadano es bien conocida de la Administración.
Pero lo más grave es que es éste el mismo Ayuntamiento que no paga sus deudas y que ha mandado a pique o dejado en tanganillas a unos cuantos pequeños empresarios. No creo que éstos tengan la suficiente cobertura legal para enfilar su metafórico cañón hacia la puerta de la Plaza del Pilar.
Es la ley del más fuerte.

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